
Esta preciosa tradición altoandina, en la que hacemos
memoria, honramos y agradecemos a la Madre Tierra, cómo mediadora y
dispensadora de todos los bienes que recibimos de su bondadosa matriz,
alimentos, minerales, resto, como totalidad, de la creación con la que
convivimos, nos desarrollamos e interactuamos. Contemplamos a la Pachamama cómo
un ser vivo, como un ser digno, como la madre que permite por medio de sus
dones que cada día de nuestra vida sea coronado con lo necesario para que este
sea verdaderamente humano.
Por medio de esta tradición la llamamos con
cantos que vienen desde nuestra raíz despertándola luego del invierno con una
hermosa ofrenda, preparada con el deseo concreto de reciprocidad del Ayni, (reciprocidad comunitaria) porque la
tierra necesita de nuestro cariño y nosotros del cariño y amor de ella.
Hoy resuena más que nunca el llamado a la
Unidad y al reconocimiento de todas las tradiciones que han empujado la paz y
los derechos de la Madre Tierra. El llamado a la unidad que ella nos hace, se
traduce en un urgente llamado al cambio de paradigma, al cambio de nuestras
prácticas por otras más armónicas al cuidado de la vida.
Es un fuerte llamado a fortalecer la conexión
personal con todos y cada uno de los seres de la creación, vivos o inertes, al cambio
del sentido de vida, al cambio de la religiosidad binaria por una espiritualidad
que llene de sentido transcendente nuestro propio corazón y nos eleve hacia
Dios.

La única forma de avanzar es decidirnos a atravesar
esto, lograr la inmunidad no por medio de una vacuna, sino a través una
comprensión que nos devuelva la cordura para vivir en armonía con un planeta - ser
que nos lo ha dado todo...
No podemos seguir igual, el gobierno no tiene la
solución, cada uno debe transformarse en esa solución.
Jaillalla Pachamama!!!
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