Ahora tengo casi 80 años Estoy cerca del
final de mis días.
Mirando mi pasado, reconozco que en mi juventud
seguí un mal camino, un camino que condujo a mi ruina.
A través de revistas, espectáculos inmorales y
malos ejemplos en la prensa, vi a la mayoría de los jóvenes de mi edad seguir
el camino del mal sin pensarlo dos veces. Despreocupado, hice lo mismo.
Había fieles y cristianos realmente
practicantes a mi alrededor, pero no les daba importancia. Estaba ciego por un
impulso bruto que me empujaba a una forma equivocada de vida.
A los 20 años, cometí un crimen pasional, cuyo recuerdo aún hoy me horroriza. María Goretti, hoy una santa, fue el buen ángel que Dios puso en mi camino para salvarme.
Sus palabras, tanto de reprimenda como de perdón, aún hoy están impresas en mi corazón. Ella rezó por mí, intercedió por su asesino.
Resignado, he expiado por mi pecado. La pequeña
María fue realmente mi luz, mi protección. Con su ayuda, cumplí bien estos 27
años en prisión.
Cuando la sociedad me aceptó de vuelta entre sus miembros,
busqué vivir de forma honesta.
Con caridad angélica, los hijos de San
Francisco, los frailes capuchinos menores, me recibieron entre ellos, no como
sirviente, sino como hermano.

Que todos los que vengan a leer esta carta
deseen seguir la enseñanza de hacer el bien y evitar el mal. Que todos puedan
creer, con la fe de los pequeños, que la religión y sus preceptos, no son algo
que se pueda renunciar.
Por el contrario, es la verdadera comodidad y la única
vía segura en todas las circunstancias de la vida, incluso en las más
dolorosas. Paz y bien.
Alessandro Serenelli
Macerata, Italia
5 de mayo de 1961
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