La diócesis de Comodoro Rivadavia, con una población aproximada de 600.000 habitantes, cuenta hoy con sólo 46 sacerdotes (seculares y religiosos), siete de los cuales son ancianos, con 80 años o más, y algunos con problemas de salud.
Esta situación ha creado "vacíos pastorales que no podemos llenar con nuestras solas fuerzas” y “los más perjudicados son los pobres”, que “van poblando las periferias y que, al no tener la debida atención pastoral de parte de la Iglesia particular, están constantemente avasallados por los ataques y propuestas de las denominaciones evangélicas y de las sectas”.
Así lo expresa el obispo, monseñor Virginio D. Bressanelli, en una carta que dirigió a los sacerdotes de Buenos Aires, en la que les expone la “necesidad urgente” de su diócesis y les comparte la preocupación que siente “por la evangelización de grandes sectores y espacios humanos del Chubut”.
La carta está fechada el 22 de enero y en ella monseñor Bressanelli, “animado” por el arzobispo porteño y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, califica de “muy preocupante para nuestra Iglesia que los pobres no sean evangelizados”, y se atreve a golpear la puerta “del corazón misionero de ustedes pidiendo su ayuda, si el Espíritu les sugiere asumir este desafío que nosotros aquí no alcanzamos a afrontar adecuadamente”.
El prelado patagónico explica que “la población ha crecido mucho desde 2001 en adelante, y sigue creciendo vegetativamente por la inmigración procedente del interior del país (sobre todo del NOA y del NEA) y de los países limítrofes Chile, Bolivia y Paraguay”.
“Esta insuficiencia numérica del clero -agrega- se agravó a fines de 2008 con la muerte de un sacerdote en un accidente, la enfermedad de otro ya anciano que no podrá atender más a su parroquia muy populosa en los barrios más pobres de Comodoro; el regreso de dos sacerdotes a sus respectivas diócesis de origen por el pedido de sus obispos, la necesidad de enviar a un sacerdote a estudiar dejando sus dos parroquias sin sustituto, el reintegro a su propia diócesis de un sacerdote que en forma transitoria estuvo siete años al frente de una parroquia mientras atendía a su mamá, sola y enferma”.
Luego de presentar el panorama general de la diócesis, propone a los presbíteros porteños la posibilidad de prestar su servicio en alguna de las parroquias, actuando “in solidum" con otros sacerdotes en alguna unidad pastoral, o comenzando algo nuevo en un barrio.
Y enumera una serie de condiciones que son “lo único” que se le pedirá al sacerdote que se sienta llamado a aceptar esta propuesta:
Que “cuide su espiritualidad, para enriquecer así a la Iglesia con su santidad de vida, más allá de lo que haga”; que “privilegie la atención de los más pobres”; que “asuma de corazón el Plan Diocesano de Pastoral, sin menoscabo de todo lo que pueda crear apostólicamente” y que “participe siempre, en lo posible, de los encuentros de los sacerdotes o de los momentos pastorales, espirituales y fraternos del clero, tanto a nivel decanato como de diócesis”.
Por último, expresa su agradecimiento por todo lo que ya la arquidiócesis de Buenos Aires está haciendo por la jurisdicción patagónica “en la persona del presbítero Rodolfo Costa Heredia en la parroquia Sagrada Familia de Esquel”, y “lo que hizo en Puerto Madryn con la ayuda del presbítero Sergio A. Serrese por más de dos meses, y en los años pasados, a través de las ayudas brindadas por los presbíteros Osvaldo Arturo Brown, Hernán Tumulty, Juan Gabriel Arias, Néstor Guatta y otros”.
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