Para ser sincero, la muerte para mí particularmente tiene un dejo de felicidad inmensa, casi nunca lloro, casi nunca estoy triste y casi nunca me apena, porque creo que el herman@ que falleció está en las manos de Dios por fin, mi herman@regresó a su meta.
Pero desde que murió Dom Pedro me siento totalmente huérfano, yo sabía que él estaba allí, estaba en el alcázar, estaba firme, valiente, decidido, lleno, gigante, santo, mi obispo vigilando la Iglesia que amo y la Iglesia en la que Cristo me consagró.
No tengo las fuerzas, no tengo las agallas, no tengo el aliento, tengo tristeza, tengo miedo, tengo miedo de no seguir tu caminada, tengo miedo de no dar la horma, tengo miedo de que mi amor no alcance.
Reza por mi, por favor, alcánzame el valor de calarme el anelo de tucum que me regalaste asumiendo las responsabilidades del amor a los pobres y cierre los ojos en total y absoluta confianza del amor que me nombra y te glorifica junto al bienmandado Hermano y Señor....
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