Después, el dolor indescriptible se calma.
Tu muerte es como la calma después de la tormenta.
La mueca de dolor desaparece de tu rostro.
Todo se ha cumplido, todo ha terminado.
La ternura de un hombre que lleva el nombre del padre que te crió te ha levantado de la cruz.
Ese cuerpo sin vida está ahora consignado al abrazo final de Tu Madre.
He aquí la espada que atraviesa su alma. Eres Tú, Señor. Es Tu cuerpo muerto la hoja afilada que atraviesa el corazón de esa mujer.
Pero así como una lanza atravesó Tu costado del que brotó sangre y agua, así esta espada abre en el corazón de María una herida de la que brota el amor incondicional por todos nosotros.
Tú has muerto y nosotros acabamos de nacer.
Tu último aliento se ha convertido en nuestro primer aliento.
Cuánto nos amaste Señor.
Nos amaste hasta la muerte.
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