26 de junio de 2020

Un dedo, la libertad....

Cuando en el año 1512 Michelangelo finalmente concluyó el fresco del techo de la capilla Sixtina, los cardenales responsable de las obras quedaron por horas mirando y admirando el magnífico fresco. 
Después del análisis, se reunieron con Miguel Ángel y expusieron un detalle con el que no estaban muy de acuerdo y se lo manifestaron al gran maestro.


El descontento, obvio, no era con toda la obra, sino con un detalle, aparentemente desigual. Michelangelo había diseñado el panel de la creación del hombre con los dedos de Dios y de Adán, tocándoce. 

Los fiduciarios exigieron que no existiera tal toque, sino que los dedos de ambos quedaran lejos y más: que el dedo de Dios estuviera siempre extendido al máximo, pero que el dedo de Adán estuviera con las últimas falanges contraídas.

Un simple detalle pero con un sentido sorprendente: Dios está allí, siempre, pero la decisión de buscarlo es del hombre. Si él quiere estirar el dedo, le tocará, pero no queriendo, podrá pasar toda una vida sin buscarlo.

La última falange del dedo de Adán contraída representa entonces el libre albedrío.

Fuente: Marko Ivan Rupnik, SJ.
El Arte Como Expresión de la Vida Litúrgica, Brasilia, Ediciones CNBB, 2019. p145

2 comentarios :

Lautaro Nicolás Valli dijo...

Gracias hermano Claudio por compartir éstas líneas.

Hno. Claudio dijo...

Hola Lautaro, un gran saludo hermano. Un abrazo friolento, jejejeje