Como Mons. Romero, como Jesús de Nazaret.
Es bueno
recordar su vida, pero es necesario también actualizar su figura y su mensaje.
¿Qué nos diría hoy Lucho Espinal?
Hoy Lucho
Espinal con sus 83 años cumplidos y seguramente cabello blanco de anciano,
seguiría siendo lúcido. Se alegraría del progreso de Bolivia en estos 35 años:
consolidación de la democracia, Estado plurinacional y aconfesional, el “bien
vivir”, defensa del mar ante la corte de La Haya, progreso económico y
reducción de la pobreza extrema, mejoras en educación y salud, mayor atención a
niños, parturientas y ancianos, recuperación de la dignidad de los pueblos
indígenas y originarios, nuevas carreteras, uso extendido de celulares e
internet, aumento de la producción cinematográfica boliviana… Seguramente
disfrutaría viajando en el teleférico de La Paz al Alto…
Pero también,
con la honradez y sinceridad que le caracterizaron, lamentaría la pobreza que todavía hay en Bolivia, las
grandes diferencias sociales, discriminación, corrupción, narcotráfico y
drogadicción, abuso de alcohol, acoso sexual a mujeres, feminicidios,
hacinamiento y violencia en las cárceles, linchamientos, inseguridad ciudadana,
frecuentes accidentes en carreteras, inundaciones que cada año provocan muertos
y desastres, secuestros y trata de personas, niños de la calle, bloqueos continuos e inmotivados, justicia retardada y
bajo control, censura y falta de libertad en la prensa, discriminación y
juicios a opositores políticos, contradicciones entre el discurso oficial y los
hechos (Chaparina, proyecto de central atómica, ostentación…).
Seguramente
estaría en contra de la actual
polarización política que sacraliza al gobierno y sataniza a la
oposición, o sacraliza a la oposición y sataniza al gobierno. Espinal
propiciaría el diálogo, el respeto, el pluralismo, la libertad en todas sus
manifestaciones, superar el conflicto buscando una unidad superior, preguntaría
si el progreso material no ha debilitado los valores humanos tradicionales y
nos aconsejaría releer la parábola del
trigo y la cizaña. Esperemos que por decir todo esto ahora no se le volvería a
condenar a muerte…
También Lucho
Espinal se alegraría del nuevo estilo eclesial del papa Francisco: una Iglesia
pobre y para los pobres, una Iglesia de puertas abiertas, que sale a la calle,
va a las periferias, con pastores que huelan a oveja, una Iglesia que ante todo
anuncia la misericordia y la alegría del evangelio de Jesús de Nazaret, que
propicia un revolución de la ternura y el amor, que lucha para que nadie esté
sin trabajo, sin techo y sin tierra.
También
hubiera sintonizado con las denuncias de
Francisco contra un sistema económico que idolatra el dinero, que genera
inequidad y masas sobrantes, que excluye y mata. Las 15 enfermedades que
Francisco enumeró como tentaciones de la Curia Vaticana, no solo le hubieran
entusiasmado sino que las extendería a todos los dirigentes eclesiales
políticos y cívicos: sentirse inmortales, inmunes a toda crítica e
indispensables, caer en la patología del poder, con ansia de acumular bienes,
con ostentación y exhibicionismo mundano, convertidos en burócratas insensibles
al dolor del pueblo…
A los 35 años
de su muerte tendríamos que volver a escuchar su voz profética, releer sus
Oraciones a quemarropa, su Testamento político-espiritual, sus escritos en Aquí
en defensa de la vida, contra la cobardía y la falsa prudencia, contra la
violencia y el desprecio de la vida, sus críticas a una Iglesia de príncipes y diplomáticos, sus deseos de
una Iglesia pobre y sencilla, la Iglesia del Cristo obrero de Nazaret.
Lucho: aunque
ha pasado 35 años, tu voz todavía resuena, tu testimonio nos interpela a decir
la verdad, a defender la justicia y gastar la vida por los demás: “Gastar la
vida es trabajar por los demás… gastar la vida no se hace con gestos ampulosos…
la vida se da sencillamente… como la madre da el pecho a la wawa, como el sudor
del humilde sembrador”.
Victor Codina
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