...... siempre encuentra tiempo para estar con la persona amada.
El que no tiene tiempo para orar no ama.
Los pensamientos hermosos,
los sentimientos delicados
o las palabras elocuentes no son de suyo oración.
Esta consiste más bien en decir al Señor amado nuestro amor,
nuestro sufrimiento, nuestra alegría, nuestras preocupaciones, nuestros temores…
El pobre y el niño aman así y… rezan así.
Esta actitud de autenticidad fue la del publicano en el templo,
la de la samaritana en conversación con Jesús junto al pozo de Jacob,
la del hijo pródigo en su reencuentro con el padre,
la de Saulo en el camino de Damasco.
Este modo de hablar con el Señor supone una gran confianza
y un clima de familiaridad.
De semejantes encuentros la persona sale más alegre y confiada.
(H. Pedro Finkler)
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