De nuestra infancia siempre recordaremos un amigo
único que nos acompañaba tanto en las verdes como en las maduras; esa persona
especial con la que reíamos hasta que nos doliera el vientre y llorábamos hasta
que se nos secaran los ojos; con quien discutíamos quién era el superhéroe más
poderoso o a quien confiábamos nuestros más preciados secretos. Éste era el caso de Guy y Jean-Yvon.
Guy Burniaux y Jean-Yvon Antignac |
Dos niños franceses en
los años 50, quienes no sólo eran compañeros de clase sino amigos del alma, al
punto de ganarse el apodo de “Los inseparables“. Compartían las mismas
aventuras, seducían a las mismas chicas, entraban y salían de los mismos
problemas…
Pero al igual que muchas amistades de la infancia, con el paso del
tiempo ambos debieron tomar rumbos distintos y ese lazo que los unía cayó en el
olvido.
Un 6 de Abril de 1972 se encontraba Guy en una encrucijada:
su trabajo de 48 horas semanales y 1000 francos que a duras penas le alcanzaban
para mantener a su familia, le llevaron a una huelga reclamando 70 centavos más
por cada hora de trabajo; una demanda impensable para la Joint Français,
empresa metalúrgica que lo empleaba.
En plena ocupación de la planta matriz, el
gobierno francés decidió enviar a las Fuerzas Republicanas de Seguridad para
que desalojaran a los manifestantes, por el medio que fuese necesario.
Fue en ese instante cuando los exacerbados trabajadores,
indignados por darse cuenta de que la policía estaba en contra de su justa
causa, se encontraron cara a cara con el imponente grupo de choque. Guy, al
frente de la turba, reconoció inmediatamente bajo el reluciente y autoritario
casco delante de él a una figura increíblemente familiar mas totalmente fuera
del contexto de la fragua en la que se encontraban. Era su amigo Jean-Yvon.
El cuello tenso y la contracción de todos los músculos de la cara demuestran cómo le hervía la sangre a Burniaux en ese momento. |
En ese instante, Guy perdió los estribos por completo. Si de
por sí una figura autoritaria habría caldeado aún más sus ánimos, el ver a su
amigo integrar la falange que venía a desarmar su derecho de una remuneración
digna, fue demasiado para él. Sin pensarlo, lo agarró por el cuello y le gritó,
con lágrimas en los ojos:
“Anda, pégame, ¿Qué estás esperando? ¡Hazlo ya!“
Jean-Yvon no movió ni un músculo, pero quien no dudó en
reaccionar fue el fotógrafo Jacques Gourmelen, quien trabajaba para el
Ouest-France. La imagen salió en primera página al día siguiente y fue un
suceso instantáneo; tal es la emoción que transmitió Guy en esos segundos, que
la foto se volvió un ícono. En las semanas, meses y años posteriores, la
instantánea fue usada reiteradas veces como representación de la lucha de los
trabajadores bajo las presiones económicas y políticas de turno.
GuyBurniaux
Para Guy y Jean-Yvon, más allá del revuelo público que causó
su reencuentro, fue reconfortante la satisfacción de volverse a ver; ya más
calmados, los dos amigos de la infancia volvían a encontrarse en un escenario
distinto.
Afortunadamente Guy pudo conseguir un trabajo donde le
pagaban lo que merecía su esfuerzo (y donde al parecer, sus nuevos jefes no
habían reparado en su “fama“, pues según él, si así hubiese sido no le habrían
dado el empleo). Incluso llevó al hijo de Jean-Yvon en un par de ocasiones a
visitar la fábrica.
La historia de
Guy Burniaux y Jean-Yvon Antignac llegó a inspirar un documental de Christophe
Cordier, Frères de classe. Aún hoy vemos su expresión y no podemos dejar de
sentir parte de esa mezcla de rabia, indignación e impotencia que fue
inmortalizada en una de las fotos más impresionantes del siglo XX, y que será
digna de estudio por muchos años más.
Fuente: www.lenguajecorporal.org
No hay comentarios :
Publicar un comentario