5 de diciembre de 2014

Un gesto de amor, ¿queda alguna duda?

Una de las fotos más dramáticas del siglo XX (y su insólita historia)
De nuestra infancia siempre recordaremos un amigo único que nos acompañaba tanto en las verdes como en las maduras; esa persona especial con la que reíamos hasta que nos doliera el vientre y llorábamos hasta que se nos secaran los ojos; con quien discutíamos quién era el superhéroe más poderoso o a quien confiábamos nuestros más preciados secretos. Éste era el caso de Guy y Jean-Yvon.
Guy Burniaux y Jean-Yvon Antignac
Dos niños franceses en los años 50, quienes no sólo eran compañeros de clase sino amigos del alma, al punto de ganarse el apodo de “Los inseparables“. Compartían las mismas aventuras, seducían a las mismas chicas, entraban y salían de los mismos problemas… 
Pero al igual que muchas amistades de la infancia, con el paso del tiempo ambos debieron tomar rumbos distintos y ese lazo que los unía cayó en el olvido.
Un 6 de Abril de 1972 se encontraba Guy en una encrucijada: su trabajo de 48 horas semanales y 1000 francos que a duras penas le alcanzaban para mantener a su familia, le llevaron a una huelga reclamando 70 centavos más por cada hora de trabajo; una demanda impensable para la Joint Français, empresa metalúrgica que lo empleaba. 
En plena ocupación de la planta matriz, el gobierno francés decidió enviar a las Fuerzas Republicanas de Seguridad para que desalojaran a los manifestantes, por el medio que fuese necesario.
Fue en ese instante cuando los exacerbados trabajadores, indignados por darse cuenta de que la policía estaba en contra de su justa causa, se encontraron cara a cara con el imponente grupo de choque. Guy, al frente de la turba, reconoció inmediatamente bajo el reluciente y autoritario casco delante de él a una figura increíblemente familiar mas totalmente fuera del contexto de la fragua en la que se encontraban. Era su amigo Jean-Yvon.
El cuello tenso y
la contracción de todos los músculos de la cara
demuestran cómo le hervía la sangre a
Burniaux en ese momento.
En ese instante, Guy perdió los estribos por completo. Si de por sí una figura autoritaria habría caldeado aún más sus ánimos, el ver a su amigo integrar la falange que venía a desarmar su derecho de una remuneración digna, fue demasiado para él. Sin pensarlo, lo agarró por el cuello y le gritó, con lágrimas en los ojos:
“Anda, pégame, ¿Qué estás esperando? ¡Hazlo ya!“
Jean-Yvon no movió ni un músculo, pero quien no dudó en reaccionar fue el fotógrafo Jacques Gourmelen, quien trabajaba para el Ouest-France. La imagen salió en primera página al día siguiente y fue un suceso instantáneo; tal es la emoción que transmitió Guy en esos segundos, que la foto se volvió un ícono. En las semanas, meses y años posteriores, la instantánea fue usada reiteradas veces como representación de la lucha de los trabajadores bajo las presiones económicas y políticas de turno.
GuyBurniaux
Para Guy y Jean-Yvon, más allá del revuelo público que causó su reencuentro, fue reconfortante la satisfacción de volverse a ver; ya más calmados, los dos amigos de la infancia volvían a encontrarse en un escenario distinto.
Afortunadamente Guy pudo conseguir un trabajo donde le pagaban lo que merecía su esfuerzo (y donde al parecer, sus nuevos jefes no habían reparado en su “fama“, pues según él, si así hubiese sido no le habrían dado el empleo). Incluso llevó al hijo de Jean-Yvon en un par de ocasiones a visitar la fábrica.
La historia de Guy Burniaux y Jean-Yvon Antignac llegó a inspirar un documental de Christophe Cordier, Frères de classe. Aún hoy vemos su expresión y no podemos dejar de sentir parte de esa mezcla de rabia, indignación e impotencia que fue inmortalizada en una de las fotos más impresionantes del siglo XX, y que será digna de estudio por muchos años más.
Fuente: www.lenguajecorporal.org

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