1 de agosto de 2013

El silencio monástico....


A nadie más que al monje le resulta familiar la parábola del silencio. 
Tal como él pareciera advertirla, esa parábola se despliega entre el silencio de Dios y el silencio ante Dios.
El silencio de Dios impera donde la sed de poder ha convertido al hombre en un ser hostil al misterio de su propia creación. El silencio ante Dios, en cambio, reina donde el hombre, liberado de su despótico afán de supremacía, logra reconocerse como criatura y recupera, de ese modo, la presencia de su Creador.
Podría afirmarse, entonces, que la fe monástica transfigura al hombre que presume saberlo todo en el hombre que se sabe ante la imponderabilidad del Todo. 
Y dígase de paso que el hombre que presume saberlo todo no es, necesariamente, aquel que para todo cree tener explicación sino aquel que, para todo, asegura que debe haber explicación; aquel, en suma, que sobrestima el poder de sus facultades comprensivas y homologa el campo de lo real sólo a lo que a él le ha sido dado concebir como tal.

Fuente: texto de Santiago Kovadloff

2 comentarios :

Marian dijo...

Gracias hermano!!! Paz y bien.

Marian dijo...

El silencio es necesario para el encuentro con el Señor. Eso voy yo a hacer estos días hermano Claudio, retirarme y orar. Rece por mi.
Dios le bendiga. Un abrazo en Cristo.