1 de febrero de 2013

XVII Jornada por la Vida Consagrada....


La Jornada Mundial de la Vida Consagrada, se conmemora  el 2 de febrero, durante la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo.

XVII Jornada por la Vida Consagrada
La Jornada, que es promovida cada año por la Iglesia Universal se celebra en cada iglesia particular. Este año de manera especial la celebración se enmarca en el Año de la  Fe.

La imagen del Buen Samaritano ilustra este año la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Los religiosos y religiosas de todo el mundo, así como las vírgenes consagradas, los miembros de los institutos seculares y las sociedades de vida apostólica, los monjes y las monjas de vida contemplativa, y todos los que viven una nueva de forma de consagración, están llamados a ser «signos vivos de la presencia de Cristo resucitado en el mundo». Su testimonio de radicalidad evangélica sigue siendo hoy imprescindible para la vida y misión de la Iglesia. 
En la entrega generosa y sin reservas a los hermanos, los consagrados y consagradas convierten reflejo transparente del amor de Dios. Con motivo de la festividad de la Presentación de Jesús en el Templo, día de la Vida Consagrada, recogemos el testimonio de algunos religiosos y religiosas que nos relatan con sencillez la historia de su vocación.


Que sería el mundo sin religios@s
"¿Qué sería del mundo si no existieran los religiosos?", se preguntaba justamente santa Teresa (Libro de la vida, c. 32,11). He aquí una pregunta que nos lleva a dar incesantes gracias al Señor, que con este singular don del Espíritu continúa animando y sosteniendo a la Iglesia en su comprometido camino en el mundo.

En segundo lugar, esta Jornada tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada.

Como ha subrayado el Concilio (cfr. Lumen gentium, 44) y yo mismo he tenido ocasión de repetir en la citada exhortación apostólica, la vida consagrada "imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que le seguían" (n. 22). Esta es, por tanto, especial y viva memoria de su ser de Hijo que hace del Padre su único Amor -he aquí su virginidad-, que encuentra en Él su exclusiva riqueza -he aquí su pobreza- y tiene en la voluntad del Padre el "alimento" del cual se nutre (cfr Jn 4,34) -he aquí su obediencia.

Esta forma de Vida es de gran importancia para la Iglesia
Esta forma de vida abrazada por Cristo y actuada particularmente por las personas consagradas, es de gran importancia para la Iglesia, llamada en cada uno de sus miembros a vivir la misma tensión hacia el Todo de Dios, siguiendo a Cristo con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo.
La vida de especial consagración, en sus múltiples expresiones, está así al servicio de la consagración bautismal de todos los fieles. Al contemplar el don de la vida consagrada, la Iglesia contempla su íntima vocación de pertenecer sólo a su Señor, deseosa de ser a sus ojos "sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada" (Ef 5,27).

Se comprende así, pues, la oportunidad de una adecuada Jornada que ayude a que la doctrina sobre la vida consagrada sea más amplia y profundamente meditada y asimilada por todos los miembros del pueblo de Dios.

El tercer motivo se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo.

Los Consagrados celebran las maravillas que el Sr. realiza en ellos.
En un mundo con frecuencia agitado y distraído, la celebración de esta Jornada anual ayudará también a las personas consagradas, comprometidas a veces en trabajos sofocantes, a volver a las fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso de su consagración. Podrán así testimoniar con alegría a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo, en las diversas situaciones, que el Señor es el Amor capaz de colmar el corazón de la persona humana.

Existe realmente una gran necesidad de que la vida consagrada se muestre cada vez más "llena de alegría y de Espíritu Santo", se lance con brío por los caminos de la misión, se acredite por la fuerza del testimonio vivido, ya que "el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos" (Evangelii nuntiandi, n. 41).

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