En el día de la Divina Misericordia, por imposición de manos del Arzobispo, monseñor Andrés Stanovnik, y por la oración de toda la Iglesia, la Arquidiócesis tendrá un nuevo sacerdote, Antonio Salvador Pablo De Iacovo, será ordenado presbítero, en la ceremonia que se desarrollará durante la misa, que se oficiará, a las 20, en la parroquia “Nuestra Señora del Carmen”, de Bella Vista.
Antonio, quien desde hace más de un año desarrolla tareas pastorales en la parroquia de Bella vista, fue ordenado acólito, el 11 de agosto de 2011, en una misa celebrada en la capilla del Monasterio de las Hermanas Clarisas. La ordenación diaconal recibió, meses después, el domingo 23 octubre, en una misa presidida por el Arzobispo en la parroquia del Carmen.
Antonio, nació en Italia, en un pueblo llamado Rose, en Calabria. Llegó a Argentina a los 11 meses, después de la guerra, en 1949, y sus padres se instalaron en Villa Bosch, a los 11 años ingresó al seminario de los Padres Josefinos.
Después de algunos años de formación, sintió que su vocación lo llevaba por otros caminos. Tiempo después de dejar el seminario, cuando se encontraba trabajando en la antigua compañía Entel, conoció a quien sería su esposa, durante más de 30 años, y la madre de sus cuatro hijos.
Dedicado al trabajo y a su familia, en el año 2003, Antonio comenzó a participar con más compromiso en las actividades de su comunidad parroquial. En ese entonces, sentía que “estar a disposición de su comunidad", era lo que el Señor le pedía.
En 2007, falleció su esposa, y comenzó a preguntarse, con sus hijos ya grandes y con sus vidas hechas, “cómo seguir la vida”. Desde su oración siempre le surgía claramente que “debía estar al servicio”, y esa palabra le resultaba liberadora.
Cuando comenzó a sentir en su corazón que el Señor le pedía un poco más, hizo un retiro predicado por monseñor Jorge Casaretto, Obispo de la Diócesis a la que él pertenecía. Allí, se dio cuenta que ante Dios “no pretendía nada, y que estaba dispuesto a lo que Él quisiera”, se dio cuenta que su corazón le pedía “pertenecer totalmente a Jesús”.
Antonio, comenzó a rezar junto a su director espiritual en la posibilidad de servir a Dios desde el sacerdocio. Orientado por su asesor, comenzó a estudiar teología, lo que le faltaba ya que en el Seminario había hecho estudios de Filosofía.
Luego de varias experiencias y consejos similares, y tras haber hecho Ejercicios Espirituales Ignacianos en Buenos Aires, el padre Oscar Acosta (sacerdote jesuita que está sirviendo en Corrientes, en la Iglesia Jesús Nazareno), le aconseja charlar con monseñor Andrés Stanovnik. Eso fue para Antonio una señal, ya que él había pasado varios años de estudio en el Seminario junto al ahora Arzobispo de Corrientes.
Fue así que, mientras completaba sus estudios de Teología, venía regularmente a Corrientes y participaba de los acontecimientos de la Arquidiócesis, entre ellos las celebraciones por el Centenario de la Diócesis.
Luego de mucho rezar y reflexionar, en febrero de este año, Antonio dio un paso muy importante y trascendental en su camino hacia el sacerdocio. Dejó su casa, donde había vivido los últimos 30 años, habló seriamente con sus hijos, que se dieron cuenta con esta decisión que Antonio tenía pleno convencimiento de lo que el Señor le pedía, y se instaló, para colaborar pastoralmente con el padre Roberto Báez, en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, de Bella Vista.
Allí, no sólo acompaña diversos grupos parroquiales, entre ellos la Pastoral Carcelaria, sino que también da clases de Latín, en el Instituto de Formación Docente.
Esto resulta una paradoja, porque al llegar a Bella Vista, fue el primer trabajo que le ofrecieron, mientras que ni bien salió del Seminario, recorrió más de 60 colegios para ofrecerse como profesor de Filosofía, y nunca pudo ejercer la docencia.
Hoy, da un paso más, hacia su entrega plena al servicio del Señor desde el Ministerio Sacerdotal. Recibirá el Acolitado, don que entiende lo acerca más al servicio desde el altar, donde Antonio siente desde hace tiempo, que el Señor lo necesita.
Para Antonio, el desarraigo fue una forma de manifestar en la práctica lo que implica para Él entregarse completamente a la voluntad del Señor. Asegura que se está “hallando”.
Al relatar su experiencia de vida y el proceso que lo fue llevando a esta decisión, que implica, para una persona de su edad, un nuevo comienzo, Antonio señalaba, convencido de su palabras, que si uno sabe escuchar y estar atento, “Dios te lleva con suavidad, invitándote entre muchas opciones a seguirlo, y no se enoja ante las decisiones que uno elija”.
Asegura que a todos, “Dios nos quiere santos, desde el lugar en el que estamos”.
Para Antonio, “la fe es todo, en todos los ámbitos del ser humano, aún el que no tiene a Dios, también se mueve por fe, porque cree y espera siempre algo”. Desde su experiencia, está convencido que: "cuando uno se abandona a Dios todo se ilumina, Él te va indicando el camino con un amor silencioso y sutil”.
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