Qué cosa tan desproporcionada es decir "Padre" a
Dios. Jamás podrían nuestros labios pronunciar esta palabra refiriéndose a Él,
ni nuestras mentes concebir cosa semejante, si el mismo Jesús no hubiera dicho:
"Cuando queráis orar, decid: Padre nuestro".
El Padre que siempre ama. El Padre que contempla a su Hijo y
de esta contemplación gozosa y reciproca "nace" el Espíritu de Amor.
En su eternidad las tres Divinas Personas no necesitan nada; nada pueden
ambicionar, puesto que son el supremo bien.
"Pero tanto amó Dios al mundo que le dio su único
Hijo".
Por eso frente a ese amor no le queda a la creatura más que
el abandono, el entregarse a Él, sin cálculo.
«Haz de mí lo que quieras»
Lo que Tú quieras... El querer divino como única aspiración,
no solamente en el momento presente, sino actitud de aceptación del futuro, y
como venido de su mano, amarlo aunque duela.
«Lo que hagas de mí, te lo agradezco»
Qué poco damos gracias. La gratitud no está en nuestro
pensamiento diario. Sin embargo todo lo que viene de Dios es
"adorable", según la expresión de León Bloy, por eso la oblación es adoración.
«Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo»
El abandono en las manos de Dios no es un estado pasivo. La
voluntad como un resorte se lanza hacia Dios, porque es llevada por la fe y el
amor.
«Con tal que tu voluntad se haga en mí»
Actuar, trabajar, sí; siempre que la voluntad de Dios reine
en el alma. Convertirse en un instrumento dócil y activo cumpliendo así la
palabra de la Escritura: "La sed (= el ansia, la preocupación) de Tu casa,
me devora".
«Y en todas Tus criaturas»
No se está solo. Es todo el pueblo de Dios, es el mundo
entero en Dios, en unión con Él. Eso significa que llevamos a todo nuestro
prójimo a los pies del Señor. Nuestra "religión" nuestro amor a Dios
sobrepasa nuestro ámbito personal, no es algo al lado de la vida, es toda
nuestra existencia y todo lo que nos rodea; más aún, lo que nos es ajeno, lo
que ignoramos, pero que existe porque ha sido creado por Dios. Nuestra
preocupación se torna así universal.
«No deseo nada más, Dios mío»
Se llega así al reposo del alma que descansa y se alegra en
Dios. Se posee la certeza que Él, es el bien supremo; que en Él se encuentra
todo, que poseerlo es la verdadera riqueza, que en Él todos los deseos están
colmados.
«Pongo mi alma entre Tus manos»
Pongo… Se ha puesto tantas veces el alma entre las manos del
Señor, pero es un don que se renueva, que se perfecciona en el tiempo. Mi alma…
es toda mi existencia, todas mis aspiraciones, todas mis resoluciones, todo lo
que soy y lo que deseo ser. Todo entre tus manos, Señor, nada que escape a esta
posesión tuya.
«Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón»
El centro de este don, su razón de ser, es el amor, un amor
total, un amor loco, sin límites.
«Porque te amo»
En el lenguaje del amor, se repiten siempre las mismas
palabras porque se manifiesta una y otra vez lo que se siente; y decir y
repetir que se ama es ahondar aún más ese amor que todo lo invade, alegrándose
de decirlo y repetirlo sin descanso.
Para el alma enamorada de Dios rige la misma ley que para el
amor humano y es por eso que en el cielo escucharemos y entonaremos eternamente
un cántico de alabanza.
«Y porque para mí amarte es darme»
Amar no consiste solamente en decirlo, sino en entregarse en
los brazos del amado.
«Entregarme en Tus manos sin medida»
Es el don total, sin cálculo. Es una entrega en la fe, pero
una fe viva que todo lo cree, todo lo espera, porque ama.
«Con infinita confianza»
Es una confianza extraordinaria…"infinita", sin
límites, al tope de nuestra capacidad. No hay nada más que entregar ni que
desear; con los ojos cerrados, frente al vacío nos sumergimos en el mar de
Dios, en entrega total, en total amor.
«Porque Tú eres mi Padre».
Es un volver a las fuentes. El Padre que es Dios, el Dios
personal, Mi Padre. Luego soy su hijo. ¿Qué puedo temer?
EMÉRITO DE BARIA
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