19 de abril de 2012

Rezar la Oración de Abandono

«Padre mío, me abandono a tí»
Qué cosa tan desproporcionada es decir "Padre" a Dios. Jamás podrían nuestros labios pronunciar esta palabra refiriéndose a Él, ni nuestras mentes concebir cosa semejante, si el mismo Jesús no hubiera dicho: "Cuando queráis orar, decid: Padre nuestro".
El Padre que siempre ama. El Padre que contempla a su Hijo y de esta contemplación gozosa y reciproca "nace" el Espíritu de Amor. En su eternidad las tres Divinas Personas no necesitan nada; nada pueden ambicionar, puesto que son el supremo bien.
"Pero tanto amó Dios al mundo que le dio su único Hijo".
Por eso frente a ese amor no le queda a la creatura más que el abandono, el entregarse a Él, sin cálculo.
«Haz de mí lo que quieras»
Lo que Tú quieras... El querer divino como única aspiración, no solamente en el momento presente, sino actitud de aceptación del futuro, y como venido de su mano, amarlo aunque duela.
«Lo que hagas de mí, te lo agradezco»
Qué poco damos gracias. La gratitud no está en nuestro pensamiento diario. Sin embargo todo lo que viene de Dios es "adorable", según la expresión de León Bloy, por eso la oblación es adoración.
«Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo»
El abandono en las manos de Dios no es un estado pasivo. La voluntad como un resorte se lanza hacia Dios, porque es llevada por la fe y el amor.
«Con tal que tu voluntad se haga en mí»
Actuar, trabajar, sí; siempre que la voluntad de Dios reine en el alma. Convertirse en un instrumento dócil y activo cumpliendo así la palabra de la Escritura: "La sed (= el ansia, la preocupación) de Tu casa, me devora".
«Y en todas Tus criaturas»
No se está solo. Es todo el pueblo de Dios, es el mundo entero en Dios, en unión con Él. Eso significa que llevamos a todo nuestro prójimo a los pies del Señor. Nuestra "religión" nuestro amor a Dios sobrepasa nuestro ámbito personal, no es algo al lado de la vida, es toda nuestra existencia y todo lo que nos rodea; más aún, lo que nos es ajeno, lo que ignoramos, pero que existe porque ha sido creado por Dios. Nuestra preocupación se torna así universal.
«No deseo nada más, Dios mío»
Se llega así al reposo del alma que descansa y se alegra en Dios. Se posee la certeza que Él, es el bien supremo; que en Él se encuentra todo, que poseerlo es la verdadera riqueza, que en Él todos los deseos están colmados.
«Pongo mi alma entre Tus manos»
Pongo… Se ha puesto tantas veces el alma entre las manos del Señor, pero es un don que se renueva, que se perfecciona en el tiempo. Mi alma… es toda mi existencia, todas mis aspiraciones, todas mis resoluciones, todo lo que soy y lo que deseo ser. Todo entre tus manos, Señor, nada que escape a esta posesión tuya.
«Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón»
El centro de este don, su razón de ser, es el amor, un amor total, un amor loco, sin límites.
«Porque te amo»
En el lenguaje del amor, se repiten siempre las mismas palabras porque se manifiesta una y otra vez lo que se siente; y decir y repetir que se ama es ahondar aún más ese amor que todo lo invade, alegrándose de decirlo y repetirlo sin descanso.
Para el alma enamorada de Dios rige la misma ley que para el amor humano y es por eso que en el cielo escucharemos y entonaremos eternamente un cántico de alabanza.
«Y porque para mí amarte es darme»
Amar no consiste solamente en decirlo, sino en entregarse en los brazos del amado.
«Entregarme en Tus manos sin medida»
Es el don total, sin cálculo. Es una entrega en la fe, pero una fe viva que todo lo cree, todo lo espera, porque ama.
«Con infinita confianza»
Es una confianza extraordinaria…"infinita", sin límites, al tope de nuestra capacidad. No hay nada más que entregar ni que desear; con los ojos cerrados, frente al vacío nos sumergimos en el mar de Dios, en entrega total, en total amor.
«Porque Tú eres mi Padre».
Es un volver a las fuentes. El Padre que es Dios, el Dios personal, Mi Padre. Luego soy su hijo. ¿Qué puedo temer?
EMÉRITO DE BARIA



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