En la dicha o en la angustia, en miseria o en riqueza,
en salud o enfermedad, mantente erguido y sonríe.
Ante quienes se abalanzan, o se echan al vacío,
o se hieren mutuamente, mantente erguido y sonríe.
en salud o enfermedad, mantente erguido y sonríe.
Ante quienes se abalanzan, o se echan al vacío,
o se hieren mutuamente, mantente erguido y sonríe.
Y si avanzan a codazos, y ávidos tienden la mano
o se ocultan al acecho, mantente erguido y sonríe.
Ante aquellos que disputan, ante aquellos que se injurian,
y los cierran los puños, y los que apuntan sus armas,
mantente erguido y sonríe.
En el día de la ira y de la desbandada,
cuando todo cae y arde, solo en medio del pavor,
mantente erguido y sonríe.
Ante justos cuellitiestos, ante jueces implacables
y afanosos personajes, mantente erguido y sonríe.
Cuando oigas tu alabanza, o te escupan en la cara,
mantente erguido y sonríe.
Y si estás entre los tuyos, mantente erguido y sonríe.
Y delante de tu amada, mantente erguido y sonríe.
En los juegos y en las danzas,
mantente erguido y sonríe.
En vigilias y en ayunos,
mantente erguido y sonríe.
Solo, en el alto silencio,
mantente erguido y sonríe.
Y ya al borde del gran viaje,
aun cuando lloren tus ojos,
mantente erguido y sonríe.
(Lanza del Vasto, Umbral de la vida interior, 1976)
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