Fragmentos de la Conferencia de Peter-Hans Kolvenbach sobre el Padre Arrupe en la Universidad de Deusto
Cuentan que una vez un periodista le preguntó: “Padre Arrupe, ¿cómo tiene tiempo para orar ante tanto ajetreo?”
Ante lo que él contestó, “Es cuestión de prioridades”.
Y lo debía de ser… La vida de una General de la Compañía, mirándolo bien, no puede ser muy distinta de la nuestra: de un lugar para otro, preocupaciones siempre en la cabeza, responsabilidades, reuniones, encuentros, compromisos…
Y, sin embargo, Arrupe nunca descuidaba lo que descubrió que daba sabor a la vida.
¿Qué hay detrás de él? ¿Qué puede llevar a alguien a cuidar algo como la oración, algo, reconozcámoslo, para lo que muchas veces nosotros no encontramos tiempo?
Ah, claro! Como era cura, rezaba. Bueno, es buena respuesta, pero… no es tan fácil… Hay algo en la raíz, en el origen. Vamos a llamar a eso AMOR.
Ya sé que es una palabra bastante difícil de precisar qué quiere decir. Pero lo cierto es que creo que todos sabemos realmente a lo que se refiere. Es algo que surge en un momento especial, siempre recordado, nunca olvidado, donde se comienza a tejer una relación que te cambia la vida. Y cuando ese amor tiene que ver con Dios, uno puede decir que se siente amado, criatura, y también llamado a ser sal de la vida y luz del mundo.
Pero, no olvidemos, no hay nada en nuestra relación con Dios que no empiece por el Amor. Arrupe lo decía con otra célebre frase: “Nada es más práctico que encontrar a Dios; que amarlo de un modo absoluto, y hasta el final. Porque aquello de lo que estés enamorado, lo que arrebate tu imaginación, lo afectará todo”.
Afectará todo… y decidirá todo, lo que te asombre, lo que te rompa el corazón… y lo que hagas todos los días, incluso si rezas o no. Pero, lo que es más importante, decidirá a qué dedicas tu vida por entero, donde pones tu corazón y tu mente, es decir, tu vocación, lo que Dios sueña para ti.
No tengo miedo a usar la palabra vocación porque, como bien sabes, el amor, y más si viene de Dios, es para todos sin distinción. Así de sencillo. No es sólo para aquellos llamados a ser consagrados.
¿Que cómo es eso posible?… No sé, tú mismo sabrás dónde encuentras ese Amor, si lo has encontrado ya, si lo quieres encontrar… si te has puesto en camino, si todo esto te suena a chino o es una pregunta a la que aún tengas que hacer frente.
El amor, una vez encontrado, se cuida, es “cuestión de prioridades”, y es algo que nunca se llega a apagar: siempre está ahí, animando, tirando del carro, incluso cuando más escondido parece. No abandona ni el último momento. El mismo Arrupe, enfermo, en su última aparición pública durante su renuncia como general, decía a sus compañeros: “Yo me siento, más que nunca, en las manos de Dios. Eso es lo que he deseado toda mi vida, desde joven. Y eso es también lo único que sigo queriendo ahora. Pero con una diferencia: Hoy toda la iniciativa la tiene el Señor. Les aseguro que saberme y sentirme totalmente en sus manos es una profunda experiencia.”
Arrupe fue un ejemplo de enamorado de Dios, una pasión que lo decidió todo en su vida.
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