14 de abril de 2010

Caminando con María

DíA CUARTO - MADRE SERVIDORA
Cuenta Lucas 1,39-46; 51-53:

“Por esos días María salió apurada a una ciudad ubicada en los cerros. Entró a la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en voz alta: ¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mi la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor!”

María dijo entonces: Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva. Su brazo llevó a cabo hechos heroicos, arruinó a los soberbios en sus maldades. Sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes; repletó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Pequeña explicación:
A Isabel ya le falta poco para el nacimiento de Juan que luego será Juan el Bautista, el que va delante de Jesús.
Eran primas e Isabel que era mayor necesitaba compañía y atención. Reposo y cama le habían recomendado las comadres.
María, que ya estaba embarazada va a acompañarla, servirla, ayudarle. Lavar la ropa, cocina, limpiar la casa. Como empleada doméstica-cama adentro. Pero sin sueldo; por el puro gusto de servir nomás.
Quién soy yo, se dice Isabel para que la madre de las madres, la madre de mi Señor venga a servirme. Se asombra Isabel.


Pensamos: Dos cosas nos muestra María. Una es la humildad, la sencillez. Es la Madre Dios, pero no se la cree. Está al servicio, ayuda. Siempre dispuesta a donde la necesiten.
Siendo más, se hace menos.
Y asi, como fue con su prima, sigue siendo con nosotros. No viene para que la sirvamos; viene para servir. Viene para ser útil a nosotros.
De tal palo, tal astilla. Así será su hijo. Tiene a quien salir. Y cuando ya sea grande va a decir: Yo no vine a ser servido sino a servir.

Dirá también después: El que quiera ser primero que se haga el último y el servidor de todos.
Así fue su madre. Se hizo última; fue a servir. No fue de visita a lo de su prima. No fue como visita importante a sentarse y esperar que la atiendan
No fue una carga. Fue una solución; no fue pregunta, fue sino respuesta.

Oración:Que aprendamos a vivir sencillamente. Sin creernos mejor que los demás. Que somos uno más. Que no somos unos genios, reinas, ídolos, dioses.

Que aprendamos a sentir asi en nuestros corazones, en nuestros pensamientos y conciencias. Ahí debe comenzar todo cambio.


Y María como modelo nos enseña. Por eso le pedimos que aprendamos a ser serviciales, ayudadores, dispuestos a todo trabajo.

María, que podamos ir contra la corriente que nos llama a ser y creernos triunfadores, exitosos, dominantes y despreciativos; egoístas y mezquinos. Que sea así.

Compromiso:

Educar en estas virtudes a los hijos. Como hizo María no tanto con las palabras, sino con el ejemplo.

El hijo discierne el corazón de los padres; sabe que quieren. Por eso nosotros, los grandes debemos estar siempre dispuestos a cambiar nuestros corazones.

Hablar menos. Evitar esos "yo nunca hice eso" "yo jamás dejaría de hacerlo", esos dichos en los que nos ponemos como ejemplo para toda la humanidad. Y que muchas veces se nos vuelven en contra.

Nos decía un viejo presidente de la Argentina: "mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". Y aquí ya tenemos todo un programa de vida.

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