6 de marzo de 2010

La sorprendente misericordia de Jesús.-

Lectura orante del Evangelio del tercer domingo de Cuaresma.

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejaba yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo” (Santa Teresa, Libro de la Vida 6,9).

Dejarte mirar por la misericordia

Está bien mirar tu vida con tus ojos, pero está mejor mirarla con los ojos de Jesús.

Como una cascada que inunda la tierra de humedad,

deja que la misericordia de Jesús caiga sobre ti. Dios es misericordia entrañable para ti y para todos.

Te lo dice en su Hijo Jesús, en quien te entrega todo lo que es. Abre tu corazón para recibir tanta misericordia.

Tus heridas la están esperando. Recuerda la mirada de Jesús cuando encontraba a las gentes en los caminos.

Reconocía la dignidad escondida e invitaba a levantarse a los caídos. Escuchaba las voces reprimidas de quienes se habían escondido por el miedo.

Invitaba a los entristecidos por la injusticia a la alegría de dejarse amar por el Abbá. No desconfíes de la misericordia de Dios.

Es lo mejor que puedes darle a tu vida. Tu vida, tal como es, puede reflejar la belleza de la misericordia de Dios.

Une tu voz a la de tantos que han cantado las misericordias del Señor.

La Palabra viene a tu encuentro

“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36).

Tu compasión me llena de gozo. Me acuesto y me duermo confiadamente en tu regazo.

“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo” (Lc 15,32).

Todo lo tuyo es nuestro y lo nuestro es tuyo. ¡Tu misericordia, Señor, me sobrecoge!

Ora agradeciendo y cantando

Señor Jesús, todo mi ser canta hoy tu ternura,

tu bondad y tu misericordia.

Toda mi vida rezuma alegría al ver cómo me inunda tu amor.

Tu misericordia es mucho más grande que todos mis pecados.

Tu ternura es raíz y fuente de un amor ilimitado y sin fronteras.

Gracias por dejarme beber de tu fuente.

Enséñame a tener compasión de los que caminan conmigo.

¡Bendito y alabado seas, Señor!

Centro Cipe

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