22 de agosto de 2009

Mis amigos: Los Cleferos de Cochabamba II

Cuando el remedio es peor que la enfermedad
A muy pocas cuadras de la Plaza central de Cochabamba, en los alrededores de la Colina de la Coronilla donde se libró una de las tantas batallas de la liberación de nuestro país, la que llevaron a cabo las valientes mujeres cochabambinas, hay cientos de niños y jóvenes que deambulan cuasi dormidos, pero también hay otros que duermen bajo los árboles o bancos los sopores de la clefa, ese bote con pegamento que les sirve a estos despreciados hermanos nuestros para huir de una realidad que les duele y nos duele en el alma.
Esta plaza llamada de San Sebastián, es uno de los espacios urbanos de mayor concentración y tránsito de menores en situación de calle y consumo de clefa.En este ambiente de desgano, de somnolencia, de vida detenida se puede observar el siguiente cuadro que puede ser el mismo en cualquier lugar del mundo, aquí tiene una carga de misterio que roza o directamente penetra en otro mundo: el de la delincuencia.

Mientras el periodista que investigó, escribió y publicó en el periódico Opinión algunos artículos que dan base a este post, camina por los pasillos de la plaza que rodean los canteros de flores que sirven de aposentos a los amigos que describimos al comenzar este post, el periodista a quien nos referimos arriba divisa a un grupo de policías que conversa con cuatro mujeres que, sentadas en uno de los jardines, parecen responder a las preguntas formuladas por el sargento y las tres uniformadas que lo acompañan.
Estas con edades de entre 25 a 35 años, visten la ropa sucia y deteriorada que caracteriza a quienes sobreviven en las calles. Una de ellas a quién reconocemos cómo María quién tiene para contar una tremenda historia de violencia y sometimiento sostiene entre sus manos un pequeño canasto con dulces y cigarrillos; cuya pobrísima venta les sirve para alimentar a su pequeño hijo. Otra tiene un alijo o “k’epi”, el tradicional bulto que las mujeres bolivianas llevan sobre sus hombros a modo de cargar sus pertenencias, la tercera mujer porta una bolsa de material sintético con agarradores de hilos plásticos.
La cuarta se encuentra parada, junto a los policías. Todos se hallan tranquilos, no parece ser una situación que represente peligro alguno para las mujeres, ni tampoco los policías parecen estar abocados a una acción específica.
Están platicando casi amenamente y el sargento sonriente mira al periodista cuando éste pasa por su lado, disimulando la curiosidad.Las mujeres observan con mayor detenimiento al sujeto que pasa cerca del grupo. En una de las esquinas de la avenida Aroma se puede tomar un refresco sin dejar de mirar la escena. Pero a los pocos segundos, las policías vuelcan las cabezas hacia el sujeto que las observa y la reunión termina repentinamente. Los policías salen del jardín y caminan por la calzada interior de la plaza y se sientan en un kiosko.
No piden nada, sólo se sientan, están a menos de 10 metros del grupo de mujeres.Mientras él y las uniformadas terminan de sentarse, las mujeres sacan sus pequeños tarros de clefa y los acomodan en medio rostro, justo en “las narices” de los policías que se solazan bajo la sombrilla.
“Ellas son las que distribuyen la clefa, ellas saben dónde están metidos los tarros grandes que ocultan en los agujeros”, asegura una vecina y comerciante del lugar.Se trata de un grupo de uniformados que patrullan el lugar como tarea asignada específicamente.
A esta altura del relato, son poco más de las cinco de la tarde. Un comerciante de la plaza San Sebastián no duda cuando señala al sargento de Policía que patrulla la zona en esta tarde, como un sujeto que frecuentemente extorsiona a los menores consumidores de clefa, que habitan esa ciudadela que se extiende desde la colina, pasando por la plaza, extendiéndose por la avenida Aroma, avenida Ayacucho, Terminal de Buses y avenida Siles.
En reiteradas oportunidades, han sido publicadas denuncias que señalan a algunos policías, como perpetradores de acciones violentas, maltrato, extorsión y otra serie de abusos que padecen niños, niñas y adolescentes, en situación de calle, inhaladores de clefa. Sin embargo, no son solamente los servidores públicos de la seguridad ciudadana quienes abusan de estos menores. Los guardias de seguridad que trabajan en los prostíbulos de la avenida Aroma, entre Ayacucho y Hamiraya, son los señalados como los que mayor violencia ejercen contra las personas de la calle.
A veces como represalia por actos delictivos y vandalismo protagonizado por los grupos de inhaladores de clefa, que cada noche comparten las aceras de la zona con parroquianos ebrios, prostitutas, taxistas, delincuentes que pululan por dichos centros nocturnos y de intenso tráfico de alcohol.
En algunos casos los guardias de seguridad permiten que los menores de la clefa atraquen a sus víctimas a cambio de una especie de “comisión” del botín logrado.
Es un poco la repetición de su historia. Estos chicos han sido siempre “no considerados”, “no respetados”, en absoluto, por ese “otro”, que es su papá o su mamá o sus padrastros.
Se supone que son los padres la referencia de vida más importante, referencia de valores. Pero ha sido siempre ese “otro”, el que lo avasalla, no lo respeta, lo castiga, lo golpea, lo viola, le expulsa, no le da ningún valor a su persona y a sus palabras.
El mito de que la casa es siempre el mejor lugar para crecer, no es cierto plenamente, ya que en estos casos, la calle ha sido para estos menores, la mejor opción, la calle los acoge. No tienen qué comer y encuentran a otro menor que les ayuda, que les defiende y de alguna manera los apoya, hasta conformar una especie de familia.
”Recuerdo un caso, que me contó el compañero de un muchacho al que le llevaron a la policía y le estaban pegando y pegando, moliendo a palos, entonces este chico se puso de rodillas y le gritaba al policía: ya pues papá, papá, ya no me pegues, si tu hijo soy”.“Entonces, en este caso, por ejemplo, se ve muy nítidamente cómo ese “otro” y la historia de ese niño, se va repitiendo desde el garrote de la policía”, sostiene la explicación de los psicólogos del Punto de Encuentro

La noche, la calle, telos y madrigueras
Los “telos”Cochabamba es conocida también por el mercado “La Cancha” inmenso monstruo de mil fauces que los días de mercado y los fines de semana engulle cerca de 200.000 personas que compran y venden “todo” lo que se pueda imaginar.
En inmediaciones del mercado La Pampa, que forma parte de la cancha; existen varios “telos”, se denominan así los albergues miserables y malolientes en los que se refugian en las noches y madrugadas varias decenas de niños, niñas y adolescentes, en situación de calle. También se alojan allí adultos, consumidores y consumidos por el alcohol.Los menores que habitan en los “telos” suelen ser, con mayor frecuencia, aquellos que han llegado a conformar familias adolescentes, con sus pequeños hijos en brazos.

Estos “telos” son ambientes muy oscuros, abarrotados de colchones y a veces con camas cuchetas. Los colchones son de paja (payasas) y la humedad del lugar, mezclada con los todos los olores que uno puede imaginar en estos lugares, son una cosa realmente deprimente.

Existen varios “telos” cuya capacidad de albergue varía desde aquellos en los que no cabe más de una veintena, hasta otros más grandes con capacidad de alojar al doble de personas.
Pero, al margen de estos centros clandestinos de pernocte existen otros espacios en los que los menores inhaladores de clefa, encuentran no solamente un techo precario, sino que también encuentran clefa a manos llenas. Entre quienes han trabajado en este tema, es frecuente la referencia a lugares en los que los menores consumidores se reúnen durante la noche o la madrugada, compran clefa y los dueños del lugar, traficantes del pegamento “al raleo” les permiten pasar la noche, sin cobrarles el pernocte.
Los propietarios de estos ambientes, reciben objetos robados por los consumidores como pago por la clefa que distribuyen. En la madrugada, no es raro ver la presencia de taxis que llegan hasta lugares, en busca d estos elementos como así también de jóvenes para el comercio sexual.

Dormir después de la tormenta
La otra cara de la moneda es la que viven aquellos que se resisten a los “telo” y pasan la noche como y donde pueden, cómo por ejemplo: puentes, umbrales de edificios, túneles o lo que encuentren. Esta nueva historia es la de Neida, su pareja Alex ambos de no más de 17 años y sus hermanos?, hijos?, amigos? Daniel y Jhonny
“Esta noche llovió como nunca y el canal, se volvió como río" nos cuenta Neida Algunos de nuestros amigos durmieron en el albergue de los psicólogos, de Cala Cala, (donde permiten que 11 chicos pasen la noche y en la mañana antes de irse, les dan un desayuno.)
El resto se refugió bajo el techo de un kiosco.

A la mañana siguiente, Neida está sobre una frazada escurriendo algunas ropas y contando un montón de monedas. Jhonny y Alex, miran, mientras Daniel ayuda a contar los montones. Hay billetes también. Neida cuenta el dinero, el total es de 112 bolivianos. Manda a uno de los chicos a traer su mochila y guarda en unos calcetines toda su fortuna. Todos muestran signos de cansancio, dicen haber pasado mala noche por el agua y el frío.
Los chicos se están durmiendo nuevamente, se inicia un nuevo día, talvez ellos no lo deseen pero el sol ya está allí.
¿Cómo abordar la rehabilitación de menores en situación de calle?
Punto de Encuentro es la expresión textual o literaria de lo que la institución así denominada, representa para los menores en situación de calle y consumo de clefa. Lejos de actitudes triunfalistas y asistencialismos, un grupo multidisciplinario de profesionales, ha instalado una especie de oficina, taller de apoyo pedagógico y gabinete de asistencia psicológica para los menores de la calle y en situación de riesgo.
Son denominados "en situación de riesgo" las personas que por su condición (hijos de padres en situación de calle y consumo de clefa, o en proceso de callejización).
Cada día por la mañana o por la tarde, muchos niños asisten a este espacio. Algunos días se ve a pequeños en edad escolar inicial, haciendo sus tareas, con apoyo de una pedagoga y dos voluntarias universitarias.
Dos psicólogos, Humberto Martínez y María Elena Cano, se dedican a la asistencia clínica psicológica a los menores que habitan la ciudadela de San Sebastián.
Una entrevista a ambos profesionales permite visualizar un enfoque distinto a las políticas o proyectos tradicionales.
Su trabajo cotidiano marca una diferencia en relación a los hogares y programas abocados a este tema:
“La lógica de trabajo del psicoanálisis es muy diferente, es una lógica en la que se trabaja con el sujeto, uno por uno, caso por caso, lo particular y lo singular. Las soluciones van uno por uno, no hay soluciones grupales”, sostiene Humberto Martínez, coordinador del programa.
"No somos asistencialistas, no les damos ropa, ni alimento ni nada, ellos vienen a hablar, se les da un lugar, se les llama por su nombre, no son "cleferos", cada niño, niña adolescentes, tiene su nombre su apellido y su historia.Lo que queremos ver un poco, es "en lugar de que está la clefa, o el alcohol, puede ser para olvidar, para escapar, para dejar de ser abusado, en general el maltrato.
“Si bien es cierto que todo ello ha pasado, debemos hacer hincapié en la responsabilidad de cada uno de ellos, ante el drama que han vivido”, sostiene María Elena Cano.
Dramas que superan la imaginación de las personas que los ven con temor
“Hay muchas historias dramáticas pero que no necesariamente terminan en la clefa. No hay que enfocarlos como niños víctimas, porque en ese caso sería quitarles la responsabilidad, y entonces la responsabilidad sería del "otro".
Hacemos que ellos asuman algunas responsabilidades, por ejemplo, si hacemos una excursión, ellos deben aportar ya sea con 5 o con 10 bolivianos, les damos la comida, el transporte, los llevamos a algún lugar, a algún balneario, etc.
En el caso por ejemplo de que alguno o alguna quiera sacar un certificado de nacimiento, que ya es un gran logro, les ayudamos con todos los trámites y lo que se requiera para ello, pero les pedimos que asuman parte del gasto, aunque de manera simbólica, eso refuerza su responsabilidad y su identidad como persona.
Al trabajar su responsabilidad ante su historia de vida se puede lograr que ellos asuman o retomen su protagonismo, por ejemplo cuando se trata de un menor que ha sido expulsado de su hogar por su madre, repasando esa historia se puede enfocar desde otra perspectiva, de repente el hecho de que le hayan dicho "andate" no era en realidad un factor que debería conducirle a una vida de calle y droga. "Hacemos hincapié en las decisiones que han tomado".
¿Ustedes trabajan en coordinación con otras instituciones, hogares, albergues?
(HM): Tenemos niños, por ejemplo, que si bien sus papás se encuentran en la calle, hemos logrado que estos niños vayan a un centro, pero sin perder el lazo con sus papás.Lo que sucede luego de que esos niños son institucionalizados es que los padres pierden lazos con sus hijos y vienen nuevos embarazos. Es importante abrir nuevos procesos, que esos niños no pierdan lazos con sus padres, evitar nuevos embarazos, trabajar con los padres. La figura paterna y materna es muy importante, recuperando las partes positivas de todos estos sujetos es posible encontrar nuevas oportunidades de vida.
(MEC): Al margen de la atención clínica psicológica a los menores de calle, les apoyamos para que puedan sostener, en algunos casos, su internación en hogares. Todos los niños de la calle, han pasado por diferentes hogares. El punto radica en preguntarse ¿qué pasa con los hogares que no los pueden sostener?
¿Y qué es lo que pasa?
(MEC): Un aspecto que se descuida por lo general, es el subjetivo, no se considera las características de esta población. Entran a una institución en la que existen normas o reglas rígidas que no son compatibles con esta población. Una mirada puede hacerle recuerdo a su padre o a su padrastro y de por sí el menor se las toma con el educador, y eso se da de manera inconsciente. Tengo un caso que el muchacho me decía "es que mucho me mira", y yo le pregunto... ¿Y cómo te mira? y me responde "igualito a mi papá".
(O): ¿El control de la natalidad en esta población, es un factor que puede ser tomado en cuenta?
(HM): Es muy importante la planificación familiar. Sin vulnerar sus derechos, sin obligarles, se puede hacer este trabajo. Pero también existe alguna tendencia en instituciones que pretenden hacerlo de una manera obligatoria.
(O): ¿Cómo enfocan el tema de la delincuencia?
(MEC): Nuestra función no es regañar o reprimir, sino cuestionar y lograr reforzar actitudes de cambio. En uno de los casos un niño nos contaba que cuando le había robado una cartera a una señora, ella se puso a llorar y gritar desesperada, no había gente por el lugar en el que pasó esto. El niño dijo que ese llanto le hizo recuerdo a su mamá. Decidió devolverle su cartera. Entonces, trabajando en esa situación, él ha decidido ya no robar más, sino dedicarse solamente a “pedir". Ese niño ahora ya tiene como 17 años, pero ha dejado de robar, desde esa vez solamente "pide".
Abandono e indolencia del Estado y sus instituciones
El abandono, como una constante en las vidas de estos menores, incluso llega a ser ejercido por las propias instituciones públicas que tienen la misión de reinsertarlos socialmente.
"Un aspecto muy negativo en las instituciones estatales es que constantemente cambian de personal. Muchas veces los menores han logrado cierta identificación con los educadores, que en un tiempo de trabajo han logrado desarrollar actitudes apropiadas para su trabajo, porque uno aprende mucho trabajando directamente con las personas, pero resulta que justo cuando se está logrando resultados, el personal es cambiado, ya sea porque hay una nueva administración pública o por otros factores".
Los educadores, las instituciones, las ONG’s o los hogares asumen el rol de "El Otro", que debe marcar las pautas de referencia, de valores, "podemos hacerles pensar, lo importante no es decirles hace esto o hace esto otro, no se trata de adaptarlos, sino de encaminarlos en la responsabilidad y en la reflexión, que se cuestionen y se responsabilicen consigo mismos. Hacerles dar cuenta que todo lo que se hace tiene consecuencias. Si uno a elegido ser ladrón, debe saber que tarde o temprano, les espera la cárcel o la posibilidad de que quieran lincharlos. Las instituciones tenemos que comprender y actuar en el sentido de que somos un referente muy importante y a veces tratamos de imponer nuestros deseos o nuestros principios morales, sin considerar las características de la población, sin tomar en cuenta la historia de los chicos. Una mirada ya puede ser un factor adverso, una palabra puede generar una reacción negativa en el menor.
El discurso que se ejerce en relación a estos menores es un discurso de desecho, para sus padres, para la sociedad, casi desde su nacimiento, nunca han tenido un lugar, y en los hogares tampoco encuentran uno.
No se los conoce por sus nombres, son anónimos.
En sus familias han adquirido un lugar de desecho, de no esperado, de no querido, de maltratado, etc. Por ello es importante que los papás, en cualquier extracto social, piensen las palabras que van a utilizar con sus hijos, porque las palabras dejan marcas que no se pueden borrar. Los niños no tienen muchas posibilidades de responder ante el trato que reciben de los adultos, reciben lo que los grandes les dan…. Y luego lo reproducen”.
"Es fácil amarlos a la distancia”
Skip es un voluntario norteamericano y tiene un año de compartir con los niños de las calles de Cochabamba. Apenas regresa de dejar a un niño en un centro de rehabilitación en Santa cruz. Apenado, comenta que hace unos días recibió una llamada del lugar comunicándole que otro niño había decidido abandonar el tratamiento y regresar a Cochabamba.
Skip comenta: "Acabo de ver a uno de ellos trabajando y me ha mirado con mucha vergüenza, le dije que después vamos a hablar".
"Todos quieren hacer algo por todo el grupo, pero ellos son individuales",
explica. "Es fácil amarlos a la distancia", afirma extendiendo sus brazos, luego se abraza a sí mismo y explica que de esa forma es mucho más difícil.
Skip, con desesperación en su forma calmada de ser, afirma que el Estado ha fallado, sus familias han fallado y que sólo quedan los que conocen el amor de Dios.

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