El trabajo que más me ha llenado de LUZ el alma fue el que realicé en el servicio de “Solidaridad” del Arzobispado de Cochabamba www.solidaridadbolivia.org
Y en especial cuándo desde la casa Buen Samaritano, atendíamos las necesidades del “pueblo de la calle” de aquellos hermanos y hermanas que por tantas razones terminaron con sus vidas en “situación de calle” eufemismos para tratar a verdaderos seres humanos que fruto del desamor viven una existencia terrible en las calles de tantas ciudades de nuestros países, aquellos mal amados por los que tantas veces cambiamos de acera para no encontrarnos cara a cara con un ser que anhela, o simplemente por miedo a que nos roben algunas de nuestras pertenencias.
La verdad es que entre ellos he sentido una acogida diferente, única y a amorosa, ellos necesitaban de mí y de lo que yo podía llevarles, entregarles ayudarles (eso del paternalismo es otro cruel eufemismo de los que no se animan a “encontrarse fraternalmente”,de aquellos que solo miran y critican) pero de verdad ellos, nuestros mal amados dan y facilitan desde otro lado, el paraje de una experiencia de dolor, desde una experiencia de soledad, de humillación, desde una experiencia de NAZARENOS, si desde una experiencia de resurrección.
Ellos habitan un lugar al que tal vez nosotros no podemos nunca alcanzar en toda su riqueza…. No somos Francisco, y no tenemos la exquisita solicitud de Clara.
Ellos habitan un lugar al que tal vez nosotros no podemos nunca alcanzar en toda su riqueza…. No somos Francisco, y no tenemos la exquisita solicitud de Clara.
Amigos y amigas les propongo desde este pobre blog nos acerquemos cómo entre bambalinas y descalsos a un mundo en que el resucitado se entrega cada día, tratemos de reconocernos en ellos…el pueblo de las calles, de cualquier calle de cualquier pueblo ó ciudad… es nuestro propio pueblo.
Por unos días voy a tratar de acercar algunas de las vivencias de nuestros amigos y amigas de las calles de Cochabamba, para ello me voy a valer de algunas notas que han salido en el periódico Opinión de la llanta, y de mis experiencias con ellos sea esto un pequeño homenaje a Daniel, a Juan, a Prima, a María con su hijito Jhon, a tantos que han muerto en la soledad. Gracias por ser mis amigos y ayudarme a encontrarme a partir de uds, con el resucitado.
Por unos días voy a tratar de acercar algunas de las vivencias de nuestros amigos y amigas de las calles de Cochabamba, para ello me voy a valer de algunas notas que han salido en el periódico Opinión de la llanta, y de mis experiencias con ellos sea esto un pequeño homenaje a Daniel, a Juan, a Prima, a María con su hijito Jhon, a tantos que han muerto en la soledad. Gracias por ser mis amigos y ayudarme a encontrarme a partir de uds, con el resucitado.
La Coronilla: una ciudadela marginal
Nos encontramos en la ciudad de Cochabamba, “la llajta” una ciudad pujante y cada vez más poblada de Bolivia, los emigrantes del interior atraídos por las luces de la ciudad, por el clima benigno, por los sueños de encontrar un futuro que el altiplano, los campos, o las comunidades no brindan, reciclan una historia tan repetida en toda ciudad crear en torno a ella una corona de sufrimiento y dolor.
La serranía de La Coronilla, la Plaza San Sebastián, avenida Aroma, avenida Siles, avenida Ayacucho, terminal de buses, y lugares aledaños, conforman una ciudadela en la que sus habitantes más notorios son niños, niñas, adolescentes y adultos, en situación de calle, inhaladores de clefa (poxiran, pegamento de contacto, que es consumido en pequeños recipientes de plástico) y consumidores de otras drogas, principalmente alcohol.
Estas personas se encuentran agrupadas en varios núcleos, especie de grupos tribales que conviven en precarias chozas o pahuichis, construidos con cartones, maderas y calaminas (chapas para techar).
Si bien hoy las autoridades han hecho una limpieza de los cleferos de la zona de la Coronilla, derribando sus pahuichis y expulsando a los cleferos de una zona turística, el problema todavía no ha sido atendido en su totalidad, estos indeseables están unas cuadras más allá con la misma calidad de vida.
Para comprender un poco más este mundo vamos a describir someramente algunos actores de esta realidad como así también algunos grupos etáreos de nuestra comunidad de la Coronilla.
Nos encontramos en la ciudad de Cochabamba, “la llajta” una ciudad pujante y cada vez más poblada de Bolivia, los emigrantes del interior atraídos por las luces de la ciudad, por el clima benigno, por los sueños de encontrar un futuro que el altiplano, los campos, o las comunidades no brindan, reciclan una historia tan repetida en toda ciudad crear en torno a ella una corona de sufrimiento y dolor.
La serranía de La Coronilla, la Plaza San Sebastián, avenida Aroma, avenida Siles, avenida Ayacucho, terminal de buses, y lugares aledaños, conforman una ciudadela en la que sus habitantes más notorios son niños, niñas, adolescentes y adultos, en situación de calle, inhaladores de clefa (poxiran, pegamento de contacto, que es consumido en pequeños recipientes de plástico) y consumidores de otras drogas, principalmente alcohol.
Estas personas se encuentran agrupadas en varios núcleos, especie de grupos tribales que conviven en precarias chozas o pahuichis, construidos con cartones, maderas y calaminas (chapas para techar).
Si bien hoy las autoridades han hecho una limpieza de los cleferos de la zona de la Coronilla, derribando sus pahuichis y expulsando a los cleferos de una zona turística, el problema todavía no ha sido atendido en su totalidad, estos indeseables están unas cuadras más allá con la misma calidad de vida.
Para comprender un poco más este mundo vamos a describir someramente algunos actores de esta realidad como así también algunos grupos etáreos de nuestra comunidad de la Coronilla.
Algunos de estos grupos están conformados solamente por personas adultas que pasan sus días en trabajos ocasionales por unas horas y que les permiten acceder a algún tipo de alimento, viven también de recolectar plásticos o basura para vender y así poder adquirir principalmente alcohol.
“El Siete”
Otros grupos están formados por adolescentes mayores y entre todos ellos destaca un núcleo denominado “El siete”, cuyos componentes son niños, niñas y adolescentes menores de 16 años.
“El Siete” tiene una característica principal: es el único sitio en toda esta población que cuenta con una pileta de agua, a la que los menores tienen un acceso directo. Ello les permite lavar su ropa y consumir el líquido elemento.
Los menores de “El Siete”, tienen la ventaja de que se pueden bañar con frecuencia, a diferencia de los de otros grupos de adolescentes mayores cuyo aspecto luce más deteriorado, precisamente por no tener este beneficio.
Los de “los puentes”
Existen también personas que transitan temporalmente por La Coronilla, son los que llegan casi como “visitas” al lugar, y provienen por lo general de los grupos que viven bajo los puentes del río Rocha.
El río Rocha es cómo una vena abierta que recorre toda la geografía cochala, en su curso y para facilitar la transitabilidad hay varios puentes, los cuales se convierten en refugio y vivienda de muchos jóvenes, adultos y familias enteras los cuáles forman verdaderas comunidades con su identidad duramente adquirida y defendida.
Estos menores se caracterizan por ser mucho más violentos y arrojados que sus similares de La Coronilla”.
“Ellos vienen un poco como a agredir o hacerse respetar con los de acá, y ellos saben que les tienen cierto miedo o respeto, que gozan de cierta jerarquía”, explica la psicóloga que trabaja en la organización “Punto de Encuentro”, quienes entre otras agrupaciones civiles y eclesiales atienden a esta población.
Punto de encuentro
En un pequeño ambiente ubicado en la esquina de la avenida Siles, frente a la colina de San Sebastián, esta institución se ha convertido en un centro de referencia vital para los menores consumidores de clefa de la zona.
A tal punto que cuando, por alguna actividad emprendida, sus puertas se encuentran cerradas, los niños y jóvenes suelen reclamar a los trabajadores.
Un logro particular de este centro, es el haber logrado impulsar procesos de formación de identidad en estas personas que por su condición marginal, son seres condenados a un anonimato extremo, producto de la exclusión social y familiar que los caracteriza.
Humberto Martínez y María Elena Cano son “sus psicólogos”. “Ellos vienen principalmente a hablar, a contar sus dramas de vida”, y en ese proceso, en algunos casos, han logrado reinsertar socialmente a estos menores, ya sea apoyando su internación en algunos programas de acogida u “hogares”, aunque debido a la complejidad de este problema, la mayoría de las veces, los menores terminan rechazando los hogares y volviendo a las calles.
Solidaridad y la Hermana Adelina
El servicio de Solidaridad de la Iglesia Católica de Cochabamba a cargo de la hermana Adelina una Hija de la Caridad de San Vicente junto a un grupo de profesionales de la salud, de trabajadores pastorales y voluntarios atienden a esta población en sus necesidades básicas de salud, alimentación, integración familiar y social.
Cuándo presentan necesidad de internación hospitalaria se la realizan en diferentes clínicas y hospitales de la ciudad, atendiéndose de una modo integral cada caso. En particular cuándo los casos son de gran complejidad y necesitan de tiempo para su recuperación se ha creado la casa de acogida Buen Samaritano donde las personas son tratadas humanamente y atendidas en todas sus necesidades.
Cabe consignar también que en Cochabamba hay una red de hogares y casas de acogida para menores llevada adelante por las Hijas de la Caridad de san Vicente que se llama Amanecer con una decena de hogares, casas de acogidas y talleres atienden a varios centenares de niños/as y jóvenes dándoles el apoyo necesario hasta que cada uno de ellos egresa como bachiller y proporcionándoles la chance de la formación en un oficio, de tal manera que cuando egresen de las casas de Amanecer tengan la formación personal que le facilite la reinserción social o familiar.
Los policías
Quienes conocen de cerca este problema, no dudan en señalar sin la menor duda, las acciones desmedidas, injustas e incluso ilegales que son cometidas por algunos policías.
“Sus acciones por lo general son demasiado arbitrarias, les piden cosas, los golpean, lastiman y los gasifican. Ahora están los de la Policía Turística, cada época se caracteriza por alguna persona en particular, algún policía, que marca la violencia y el maltrato en este lugar”, señala un voluntario.
Los distribuidores
Cada tarde, al filo del día, llega a la plaza de San Sebastián, un sujeto moreno, gordo, fornido, a veces acompañado por una o dos mujeres. “A eso de las seis siempre está por aquí. El es el que les vende la clefa, se le acercan algunos, pero no todos, a veces parecen reuniones como de las juntas vecinales”, dice una vecina del lugar.
Es el distribuidor de clefa “al raleo” que provee del pegamento a los menores y adultos que habitan en la “ciudadela” de la colina de San Sebastián y sus alrededores.
El sujeto deja escondida la clefa en alguno de los varios agujeros que se encuentran camuflados en los jardines de la plaza. Es asistido por algunas mujeres que realizan una especie de “custodia” de los tarros de clefa ocultos en las madrigueras. Posiblemente a cambio de raciones gratuitas de pegamento.
Cuando el distribuidor llega, se le acercan algunos adolescentes que parecen ser los dominantes entre cada grupo de consumidores en los que esta población se divide. Luego se alejan y a pocos metros son abordados por otros menores, entre los que debe repartir la clefa adquirida.
Si bien este relato se adecua a lo que diariamente sucede, allí también aparcan otros distribuidores de pasta base de cocaína, quienes son conocidos por los habitúes del lugar.
Y cómo siempre… Al Estado no le importa
El Estado no hace una gran inversión. Da seis bolivianos por cada niño que vive en un centro de acogida. Con ese monto el menor tiene que alimentarse cuatro veces al día. Además, con un niño adicto el monto tendría que triplicarse y no hay los recursos. Tampoco hay infraestructura ni personal especializado para atender a los muchachos que son rescatados de la calle y que consumen clefa.
El director de la Unidad de Justicia Juvenil, Rehabilitación y Apoyo Educativo, del Sedeges (Servicio departamental de gestión Educativa y Social), sostiene que "los centros de acogida fallan: el personal no está bien capacitado, la infraestructura es deficitaria. No tenemos condiciones para rehabilitarlos".
“El Siete”
Otros grupos están formados por adolescentes mayores y entre todos ellos destaca un núcleo denominado “El siete”, cuyos componentes son niños, niñas y adolescentes menores de 16 años.
“El Siete” tiene una característica principal: es el único sitio en toda esta población que cuenta con una pileta de agua, a la que los menores tienen un acceso directo. Ello les permite lavar su ropa y consumir el líquido elemento.
Los menores de “El Siete”, tienen la ventaja de que se pueden bañar con frecuencia, a diferencia de los de otros grupos de adolescentes mayores cuyo aspecto luce más deteriorado, precisamente por no tener este beneficio.
Los de “los puentes”
Existen también personas que transitan temporalmente por La Coronilla, son los que llegan casi como “visitas” al lugar, y provienen por lo general de los grupos que viven bajo los puentes del río Rocha.
El río Rocha es cómo una vena abierta que recorre toda la geografía cochala, en su curso y para facilitar la transitabilidad hay varios puentes, los cuales se convierten en refugio y vivienda de muchos jóvenes, adultos y familias enteras los cuáles forman verdaderas comunidades con su identidad duramente adquirida y defendida.
Estos menores se caracterizan por ser mucho más violentos y arrojados que sus similares de La Coronilla”.
“Ellos vienen un poco como a agredir o hacerse respetar con los de acá, y ellos saben que les tienen cierto miedo o respeto, que gozan de cierta jerarquía”, explica la psicóloga que trabaja en la organización “Punto de Encuentro”, quienes entre otras agrupaciones civiles y eclesiales atienden a esta población.
Punto de encuentro
En un pequeño ambiente ubicado en la esquina de la avenida Siles, frente a la colina de San Sebastián, esta institución se ha convertido en un centro de referencia vital para los menores consumidores de clefa de la zona.
A tal punto que cuando, por alguna actividad emprendida, sus puertas se encuentran cerradas, los niños y jóvenes suelen reclamar a los trabajadores.
Un logro particular de este centro, es el haber logrado impulsar procesos de formación de identidad en estas personas que por su condición marginal, son seres condenados a un anonimato extremo, producto de la exclusión social y familiar que los caracteriza.
Humberto Martínez y María Elena Cano son “sus psicólogos”. “Ellos vienen principalmente a hablar, a contar sus dramas de vida”, y en ese proceso, en algunos casos, han logrado reinsertar socialmente a estos menores, ya sea apoyando su internación en algunos programas de acogida u “hogares”, aunque debido a la complejidad de este problema, la mayoría de las veces, los menores terminan rechazando los hogares y volviendo a las calles.
Solidaridad y la Hermana Adelina
El servicio de Solidaridad de la Iglesia Católica de Cochabamba a cargo de la hermana Adelina una Hija de la Caridad de San Vicente junto a un grupo de profesionales de la salud, de trabajadores pastorales y voluntarios atienden a esta población en sus necesidades básicas de salud, alimentación, integración familiar y social.
Cuándo presentan necesidad de internación hospitalaria se la realizan en diferentes clínicas y hospitales de la ciudad, atendiéndose de una modo integral cada caso. En particular cuándo los casos son de gran complejidad y necesitan de tiempo para su recuperación se ha creado la casa de acogida Buen Samaritano donde las personas son tratadas humanamente y atendidas en todas sus necesidades.
Cabe consignar también que en Cochabamba hay una red de hogares y casas de acogida para menores llevada adelante por las Hijas de la Caridad de san Vicente que se llama Amanecer con una decena de hogares, casas de acogidas y talleres atienden a varios centenares de niños/as y jóvenes dándoles el apoyo necesario hasta que cada uno de ellos egresa como bachiller y proporcionándoles la chance de la formación en un oficio, de tal manera que cuando egresen de las casas de Amanecer tengan la formación personal que le facilite la reinserción social o familiar.
Los policías
Quienes conocen de cerca este problema, no dudan en señalar sin la menor duda, las acciones desmedidas, injustas e incluso ilegales que son cometidas por algunos policías.
“Sus acciones por lo general son demasiado arbitrarias, les piden cosas, los golpean, lastiman y los gasifican. Ahora están los de la Policía Turística, cada época se caracteriza por alguna persona en particular, algún policía, que marca la violencia y el maltrato en este lugar”, señala un voluntario.
Los distribuidores
Cada tarde, al filo del día, llega a la plaza de San Sebastián, un sujeto moreno, gordo, fornido, a veces acompañado por una o dos mujeres. “A eso de las seis siempre está por aquí. El es el que les vende la clefa, se le acercan algunos, pero no todos, a veces parecen reuniones como de las juntas vecinales”, dice una vecina del lugar.
Es el distribuidor de clefa “al raleo” que provee del pegamento a los menores y adultos que habitan en la “ciudadela” de la colina de San Sebastián y sus alrededores.
El sujeto deja escondida la clefa en alguno de los varios agujeros que se encuentran camuflados en los jardines de la plaza. Es asistido por algunas mujeres que realizan una especie de “custodia” de los tarros de clefa ocultos en las madrigueras. Posiblemente a cambio de raciones gratuitas de pegamento.
Cuando el distribuidor llega, se le acercan algunos adolescentes que parecen ser los dominantes entre cada grupo de consumidores en los que esta población se divide. Luego se alejan y a pocos metros son abordados por otros menores, entre los que debe repartir la clefa adquirida.
Si bien este relato se adecua a lo que diariamente sucede, allí también aparcan otros distribuidores de pasta base de cocaína, quienes son conocidos por los habitúes del lugar.
Y cómo siempre… Al Estado no le importa
El Estado no hace una gran inversión. Da seis bolivianos por cada niño que vive en un centro de acogida. Con ese monto el menor tiene que alimentarse cuatro veces al día. Además, con un niño adicto el monto tendría que triplicarse y no hay los recursos. Tampoco hay infraestructura ni personal especializado para atender a los muchachos que son rescatados de la calle y que consumen clefa.
El director de la Unidad de Justicia Juvenil, Rehabilitación y Apoyo Educativo, del Sedeges (Servicio departamental de gestión Educativa y Social), sostiene que "los centros de acogida fallan: el personal no está bien capacitado, la infraestructura es deficitaria. No tenemos condiciones para rehabilitarlos".
10 comentarios :
mi opinion es que deberian crear una ley que no permita vender la clefa a los jovenes
Quisiera saber si existe algun grupo que ayude a estos muchachos. Tengo algunas ideas para poder sacar a estos niños de las calles y prevenir a algunos que aun no probaron la clefa y se pueden salvar. Tenemos que hacer algo grande porque cada vez son mas niños que se autodestruyen de esta manera y si no somos nosotros los jovenes los primeros en movilizarnos por esta causa el gobierno nunca va hacer nada.. peor aun que ahora solo se ocupan de comprar aviones y no de estos niños que sufren tanto y NADIE HACE NADA!!! EMPECEMOS POR FAVOR!!
Querida Mónica: sí efectivamente en Cbba hay varios grupos que se dedican a "atender" a nuestros hermanos y hermanas que viven este terrible flagelo de la clefa; es tan dura tambien esta realidad, pues varios (no todos quede claro)de ellos sólo hacen un pingüe negocio, solicitando dinero del exterior y la verdad es que no todo ese capital va a donde debería, y estaba destinado.
Estoy de acuerdo con tus afirmaciones y creo que se deberia hacer algo mucho más realista, estudiado, trabajado y desarrollado especialmente desde el gobierno en todos sus niveles, nacional, prefectural y desde la alcaldía no solamente enviar a los campesinos o la policia para que los golpee como ha ocurrido ya en varias oportunidades; viendo en ellos y en ellas solo polillas que deben ser aplastados para que desaparescan.
Bueno, si deseas alguna precisiones contactame a mi mail y te doy la información que tengo.
Gracias y animo, adelante....
Es muy triste ver que estas personas que viven en las calles, sean objeto de estudio cualconejillos de indias. por eso tantas impresiciones en los analisis. yo creo que hay conocerlos muy bien, saber de ellos, no solo en una entrevista, sino conviviendo con ellos, a partir de allí se puede sacar conclusiones, mientras solo serán opiniones buenas por cierto, pero que a vesces estan tan lejos de la realidad.
por eso los hogares y proyectos , no son la solucion- hay algo más en el fondo.
gracias, por favor eseo mas informacion,
delfin_del_mar89@hotmail.com
mi nombre es cristina mamani tengo 18 años vivo en la cuidad de potosi y estoy muy interesada en que el gobierno pueda abrir un centro de apoyo a estos muchachos ya que no solo son ellos si no tambien se habla de niños(a) cambiar el metodo que tienes los demas centros de apoyo si nos damos cuenta la misma sociedad los discrimina sin saber el porque de su situacion LOS CHICOS NOS PIDEN AYUDA A CRITOS, meda mucha tristesa y una impotencia al no poder ayudar a estas personas decirle al gobierno que pofavor se ponga a pensar en una ayuda porfavor.
Cristina, querida amiga, la verdad es lacerante esta situación, yo viví un tiempo largo en Potosí, en Villa santiago y me dedique más a la educación de los niños de los barrios mineros, es muy buena la intención que tienes y si me permites me gustaría animarte a que te contactes con personas que ven la misma realidad que tú y comiencen a trabajar por y con estos niños/as sin esperar demasiado del "gobierno" es la única manera de comenzar a construir algo nuevo y necesario.
Animo amiga y que Dios te de la luz necesaria para poder encontrarlo en ellos y gracias por comentar en Munaysonqo. Hno. Claudio.-
me da mucha pena decirlo pero hasta ahora no he podido entender por que lo de la adccion de estos muchachos talves piensen que hablo sin saber pero dejenme decirles que yo tambien viví en las calles y fui uno mas de ellos tanto asi que aun cuando me ven pasar a lado de ellos algunos que me recuerdan me saludan.
pero para mi fue facil dejar la clefa
ahora soy analista de sistemas tengo una familia y me va muy bien, pues para mi que ellos se drogan por que les gusta o por que crecieron en ese hambiente o por lo menos debe ser asi la mitad de todos ellos.
ejem:
yo trate de ayudar a uno de ellos pero no pudo con el trabajo por que ya estaba acostumbrado a conseguir el dinero de forma mas facil ademas que extrañaba a sus amigos y la vida que llevaba(libertad segun el)
para cualquier cosa luigi_mani@hotmail.com
Estimado José Luis, me alegra hartísimo lo que cuentas de que pudiste salir de este terrible flagelo, pocas son las personas que lo han podido hacer, seguramente contaste con personas que te ayudaron, la verdad que no me animo a juzgar a nadie porque está o permanece en este mundo tan cruel y destructivo de la clefa, he acompañado a muchos allí en Cochabamba y varias veces me he hecho la misma pregunta que tu formulas y la verdad es que no tengo respuestas solo trabajar mucho por ellos y con ellos, acompañar y rezar. Seguramente Dios toco tu corazón y allí estás con tu profesión y familia es un gran don gozo para mi de verdad.
Sigue acompañando al que puedas, arrímate a Solidaridad y tal vez con tu experiencia se puedan lograr mas milagros como el tuyo, un saludo de corazón.
Hno. Claudio.-
Retomemos el tema, los interezados contactarse a miguel.bolivia@hotmail.com
Se esta trabajando una ley especifica, que nos permitira tomar acciones inmediatas.
Se esta construyendo una ley departamental y otra municipal, serán complementarias, interesados contactar miguel.bolivia@hotmail.com
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