By Evo Morales
Las palabras del presidente Morales reflejan el pensamiento de su Gobierno, aunque no toman en cuenta la convicción católica del pueblo boliviano.
La antigua proclama en los escritos socialistas y difundida con tanto empeño durante los primeros años de la revolución soviética de 1917 en la URSS, decía que la “religión era el opio de los pueblos” y ahora en Bolivia parece repetirse en boca del presidente Morales quien dijo que la “oración es una anestesia”.
Las palabras del presidente Morales reflejan el pensamiento de su Gobierno, aunque no toman en cuenta la convicción católica del pueblo boliviano.
La antigua proclama en los escritos socialistas y difundida con tanto empeño durante los primeros años de la revolución soviética de 1917 en la URSS, decía que la “religión era el opio de los pueblos” y ahora en Bolivia parece repetirse en boca del presidente Morales quien dijo que la “oración es una anestesia”.
Esta afirmación fue pronunciada por Evo Morales en su discurso del 16 de julio durante los actos conmemorativos del Bicentenario de la revolución de La Paz.
Dijo que “algunos jerarcas de la Iglesia católica en Latinoamérica usaron la oración como una anestesia que hace dormir al pueblo”. Además añadió que “cuando no pueden dominarnos con la ley viene la oración y cuando no pueden humillarnos ni dominarnos con la oración viene el fusil”.
La alusión del Presidente está inscrita en uno más de sus acostumbrados discursos que critican acremente a la Iglesia católica, y cuyos ataques ya no están dirigidos sólo contra “algunos jerarcas”, sino contra el conjunto de la Iglesia católica como institución.
Los “jararcas” de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) que es la instancia superior que congrega a los obispos católicos ha reaccionado señalando que la oración es un medio de comunicación con Dios “y está lejos de ideologías superadas que ven en la religión una amenaza a sus propios proyectos de poder”.
Las duras palabras del presidente Morales, dichas en un acontecimiento histórico tan importante, reflejan sin lugar a dudas la política y la acción del Gobierno respecto a la Iglesia católica, aunque desde luego no condicen con la realidad del pueblo boliviano, católico por convicción, y que en sus más diferentes estratos sociales tiene precisamente como práctica de fe la ahora vilipendiada oración.
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