25 de julio de 2009

De la Hermanita...

El Desierto
Madeleine Delbrêl Cuando se ama, se desea escucharse el uno al otro, a solas, sin que otras voces vengan a estorbarnos.
Por eso los que aman a Dios han buscado siempre el desierto, por eso, Dios no puede negarlo a los que lo aman. Y yo estoy segura, Dios mío, de que me amas, y de que en nuestra vida, tan abarrotada a tantas horas por la familiaridad, los amigos y todos los demás, no puede faltar el desierto en el que podamos encontrarnos a solas.
Nunca se llega al desierto si no es atravesando muchos países, cansados de recorrer un camino muy largo. Hemos de apartar los ojos de su horizonte habitual de cada día...

Los desiertos se conquistan, no nos los regalan. Los desiertos de nuestra vida, sólo podemos arrancarlos a la rutina de los horarios ordinarios nuestras costumbres, a nuestra pereza: es difícil, pero es esencial al amor...

Dios mío, descúbreme que la soledad no significa que yo esté sola, sino que Tú estés presente, porque en tu presencia, Señor, todo se desvanece o todo se transfigura en Ti.

Haber sabido una sola vez en la vida que Tú eres el Único, haberte encontrado, aunque sólo sea una sola vez...
Moisés, una vez que te encontró en la cima del monte pudo volver a vivir en medio de los hombres, pero llevaba en el fondo de su ser un desierto inalterable...

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