El año
pasado pasó lo mismo, unos días de calor fuerte y mirá cómo quedó el cirio
pascual.
Con estos calores se extrañan
esos cirios gordos y grandotes que supe tener en otros tiempos, uno de esos
seguro que resistía el calor de estos días previos a la navidad.
Pero el que tenemos ahora es
débil, el año pasado se nos dobló igual y lo tuvimos que enderezar con cuidado
para que no se rompiera (se ve que todavía no aprendimos la lección).
Este cirio parece tan débil como
la misma Luz del mundo, que vino a habitar entre nosotros y que de no ser por
la Virgen que lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, y por San José
que lo escondió de Herodes, no sé qué hubiera sucedido.
Este año me dan ganas de poner mi
cirio débil en el pesebre, pero tranquilos, no lo voy a hacer, quedaría medio
fiero allí, eso sí, cuando lo enderece, lo voy a hacer con la misma delicadeza
que la Virgen cuando lo envolvió en pañales, porque las debilidades deben ser
tratadas así, con mucha ternura y delicadeza.
Qué lindo si en esta navidad nos
animamos a dejar que la ternura del Dios con nosotros cuide y enderece nuestras
fragilidades, esas que una y otra vez hacen que nos doblemos en los días de
calor. Pongo mi corazón y el tuyo en el pesebre con todas sus debilidades.
Quedan en buenas manos.
¡Feliz Navidad!
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