OH LLAVE DE DAVID
y Cetro de la
casa de Israel,
que abres y
nadie puede cerrar,
cierras y
nadie puede abrir,
ven y libra a los
cautivos
que viven en
tinieblas y sombra de muerte
Todavía no hemos llegado a ese estado ideal, utópico sin duda, de
«anarquía», en el que cada uno sea su propio rey y su propio juez, en el que
no se necesiten gobernantes, ministros, jueces, guardias ni policías, porque
cada uno sigue los dictados de su conciencia rectamente formada, porque todos
se dejan guiar por la ley del corazón.
El cetro y las
llaves son signo del poder y de la autoridad judicial. ¿Quién tiene hoy las
llaves de la ciencia y la tecnología; las llaves de las finanzas y la economía;
las llaves del armamento nuclear; las llaves de la comunicación, de la palabra
y de la imagen; las llaves de la justicia y del derecho? ¡Llaves poderosísimas!
¿Cómo se usan esas llaves?
Hay quien las
utiliza para dominar, para conseguir intereses propios o partidistas, para el
enriquecimiento o glorificación personal. Recordad el caso de Sobna, que suena
a soborno y corrupción (cf. Is 22,19). Hay quien utiliza el poder de las llaves
para oprimir y matar.
De momento,
echamos de menos una verdadera autoridad, que sea limpia y segura, que no
engañe ni se corrompa, que piense en el bien del pueblo y no en su propio
interés. Que sus modos y estilos de gobernar sean humildes y cercanos. Que sus
decisiones sean firmes y oportunas. Que se gane el aprecio y la confianza del
pueblo.
Y lo mismo
digamos de la justicia. Si ha de haber jueces, que sean hombres dignos,
capaces, independientes. Jueces que no quisieran juzgar, que les duela en el
alma cada sentencia condenatoria. Jueces sensibles y humanos. Jueces que miren
por los desvalidos, a quienes nadie hoy escucha, y que no miren tanto a los
poderosos. Jueces que nunca, en ningún sentido y por nada, se vendan.
Por eso se nos
van los ojos hacia aquel que camina con un Cetro gracioso en su mano, que lleva
colgado al hombro unas Llaves misteriosas, una se llama Justicia y otra Amor,
que «lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de
Señores» (Ap 19, 16). Es un rey, pero que no viene a ser servido, sino a
servir; que no se sienta en tronos, sino que camina con los humildes. Sus
palabras son sentencias, pero que no condenan, sino que salvan. No ha venido a
condenar, sino a salvar. Es un juez que quita cargas y que inspira confianza.
Ven, Príncipe
divino,
sácanos de
este loco y sombrío laberinto en que nos encontramos,
y condúcenos
al reino de la verdad y de la libertad.
Ven a imponer
el derecho y la misericordia con tu divino Cetro.
Ven a abrir
todas las cárceles, las de la
ciudad y las del alma,
con tus Llaves
prodigiosas.
Ven a hacernos
libres.
Ven a hacernos
reyes.
Ven, Señor,
que das señorío.
Ven, Llave que
abres todos los corazones.
1 comentario :
Mis mejores deseos de Paz, Felicidad,
En estas Fiestas de Navidad y Feliz Año 2015
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