A veces Señor, el cuarto es el lugar donde uno se retira para llorar.
Es el momento del divino abandono en que se dejan en Tus Manos el pasado y el futuro, cuando una paz deliciosa comienza a poblar todos los espacios de la habitación, y también los espacios del alma.No me olvido, Padre mío, de que también en mi cuarto exhalaré probablemente el postrer suspiro y realizaré la travesía del tiempo a la eternidad. No sé que tinte trascendente y sacrosanto tiene el cuarto que se le parece o recuerda, la celda de un Cartujo, en que nuestra aventura o desventura dependen íntegramente de nosotros mismos.
No, mi cuarto no es un refugio que me ayuda a olvidar el
mundo con sus problemas, al contrario; de mi cuarto salgo todos los mañanas
dispuestos a la batalla del espíritu con la bandera en alto "qué haría
Jesús en mi lugar".
P. Ignacio Larrañaga.
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