12 de octubre de 2020

El perdón es para todos y para siempre...

 En una iglesia dentro del Monasterio de Santa Ana y San José, en Córdoba, España, hay una cruz antigua. Es la imagen de la Cruz del Perdón que muestra a Jesús crucificado con su brazo derecho desclavado de la Cruz y hacia abajo.


Cuentan que un día un pecador fue a confesarse con el sacerdote bajo esta cruz. 
Como de costumbre, cuando un pecador era culpable de un delito grave, este sacerdote actuaba muy estrictamente.

No mucho tiempo después, esa persona volvió a caer y después de confesar sus pecados, el sacerdote amenazó: ′′Esta es la última vez que le he perdonado".

Pasaron muchos meses y aquel pecador fue a arrodillarse a los pies del sacerdote bajo la cruz y pidió perdón de nuevo. 
Pero esa ocasión, el sacerdote fue claro y le dijo: ′′No juegues con Dios, por favor. No puedo permitir que sigas pecando".

Pero extrañamente, cuando el sacerdote rechazó al pecador, de repente se escuchó un ruido de la Cruz. 
La mano derecha de Jesús se desclavó y movido por el arrepentimiento del aquel hombre, se escucharon las siguientes palabras: ′′Soy Yo quien derramó la sangre sobre esta persona, no tú".

Desde entonces, la mano derecha de Jesús permanece en esa posición, ya que sin parar invita al hombre a pedir y recibir perdón.

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