Hoy es la
Jornada de Oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas.
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 11- 18
En
aquel tiempo dijo Jesús: Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por
las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al
lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y los dispersa; y es
que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, que
conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo
conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de
este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un
solo rebaño, un solo Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego
mi vida para poder recuperarla. Nadie me
la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo
poder para recuperarla. Este mandato he recibido de mi Padre.
Pastores de Titicachi, en el norte de Bolivia |
1. – Cerca del
camino a Burgos en España, existe un monumento al Pastor, se trata de la figura recia y simpática de un
Pastor rodeado de ovejas y acompañado de un avispado perro.
La imagen que
Jesús evoca en el evangelio de hoy no es tan bucólica. La escena inmediata
anterior es la curación del ciego de nacimiento. Y el ciego es llamado a juicio
por los fariseos, así como sus padres. Tratan de convencerles de que no era
ciego. O al menos de que quien le curó es un pecador.
Y como el
ciego curado no se convence, lo excomulgan de la Sinagoga. Jesús sale en
defensa del excomulgado y acusa a las jerarquías de todo lo que sigue
De no
importarles las ovejas como asalariados que son.
De entrar en
el redil saltando la cerca como ladrones
De cobardes,
huyendo ante el lobo, porque las ovejas no son suyas
A la luz de
estas duras palabras el cayado y la honda del pastor vuelven a tomar su fuerza
y energía de armas defensivas contra lobos y bandidos. La parábola del Buen Pastor no es nada bucólica.
2. - Jesús no es un anarquista. Reconoce la
autoridad y la establece en su Iglesia. Pero para desilusión nuestra, pone la
autoridad, no en mandar o en excomulgar, sino en servir, en dejarse la vida a
jirones, buscando la oveja perdida.
Jesús es el
Buen Pastor y por tanto el auténtico y el único, porque es el único que ha
entregado su vida por mí. Pero hay más:
El Buen Pastor, da su vida por sus rebaño.- |
Porque me ha
dado su vida. Ese principio vital sobrenatural con Él que vive unido al Padre.
Y ello es lo que me hace de verdad, por “auténtico documento notarial,
verdadero hijo de Dios.
Es auténtico
pastor porque nos conoce uno a uno. Sabe nuestro nombre, nuestra historia, no
soy uno del montón ante Jesús. Soy yo mismo. Nadie tiene que presentarme a Él.
Me conoce
mejor que yo mismo me conozco, como pasa tantas veces con nuestras madres... Si venimos ante el Sagrario basta decirle
aquí estoy. Nos conoce por el timbre de voz, como el amigo que llama por
teléfono.
3. - Y Jesús
es el autentico Pastor, porque no lo es de un redil pequeño y cerrado, sino
también de todos aquellos que sin estar en el redil le conocen y le siguen.
Redil y rebaño
no son lo mismo. El redil es pequeño y cerrado. Y el rebaño del Buen Pastor no
se limita a los inscritos en los libros parroquiales. No es seguro de
catolicidad estar inscrito en esos libros, ni tener una antigua tradición
católica, ni una amplísima literatura religiosa, ni miles de magníficos
templos. Es católico –pertenece al rebaño de Jesús— el que conoce a Jesús y le
sigue sin más.
4. - San Juan
recordaba esta parábola y la escribía en su ancianidad con un escalofrío. Una
incipiente jerarquía empezaba en la nueva Iglesia y ya se iniciaban las
disensiones. “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Islas” Y Juan temblaba.
¿Llegaría el día en que la nueva Jerarquía merecería la condenación del Buen
Pastor?
¿Sabrían dar
la vida por las ovejas? Lo hicieron, desde luego, los primeros Papas y muchos catequistas,
familias, obreros, laicos obispos y sacerdotes a lo largo de la Historia.
¿Servirían a
los demás, o se harían servir?
¿Denunciarían
al lobo y al ladrón, o pactarían con él?
¿Amarían a
quienes tenían encomendados o se convertirían en funcionarios más preocupados
por papeleos, leyes escritas y horarios que por el verdadero bien de los
fieles? Estas dudas de Juan nos interpelan a vosotros y a mí.
Por José María
Maruri, S.J.
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