4 de septiembre de 2011

Los pilares del mundo.....

Queridos todos y todas hace un par de semanas por motivos que voy a contar en una nueva oportunidad estoy habitando una casa que perteneció a la OBRA PUNTO CORAZON, en un barrio llamado Villa Hipódromo en la ciudad de Santa Fé en Argentina, allí encontré un cuaderno de notas y cartas y demás escritos pertenecientes a esta obra de compasión y acompañamiento a niños y jóvenes de nuestras barriadas pobres escritos de su fundador el P. Thierry de Roucy.
De allí extraigo una pintura exquisita y que me habla nuevamente al corazón con la poesía de nuestra vocación de entrega entre y con los mas pobres de este mundo tan lleno del misterio del misericordioso, tomo algunos fragmentos de una carta de cinco paginas que nos acercan seguramente a una sonrisa en el rostro del Hermanito Carlos.

COMPROMISO CON LOS POBRES.
Enero de 1991.
Al fin del mundo un monasterio…


“….era casi la una de la mañana cuándo después de varias horas de bus, llegamos a Goya (Argentina). Si no hubiese habido una nubecita de niños descalzos con las greñas al aire, proponiéndonos comprar cigarrillos sueltos, pudiéramos haber pensado que el pueblo estaba muerto…. Con la impresión que nos encontrábamos en el ultimo rincón del mundo….
Por la mañana, parecía que ya no estábamos en la misma ciudad, sus calles bordeadas por casas bajas , niños vendiendo miles de artículos, hombres bien peinados y con boinas rojas -¿será una moda local?- las mujeres muy cargadas con las bolsas de las compras retomaban la dirección de sus hogares.
Para encontrar la dirección de los Hermanitos de Jesús, a quienes queríamos visitar, nos habían explicado que debíamos tomar el colectivo. En él vigilando de encontrar el pueblo donde debíamos bajar, y al cabo de unos 15 km, divisamos mucho monte y unas casas me acerco al chofer a preguntarle si nos encontramos en Lavalle. ¡Si, es aquí! Y parando el bus nos deja bajar y comenzamos a caminar tratando de divisar un monasterio donde debíamos preguntar por la casa de los Hermanitos, pero en nuestro interior preguntábamos: Un monasterio aquí?, será que nos gastaron una broma?
Al cabo de un rato pasa un gaucho lugareño al que me atrevo a preguntarle ¿Dónde queda el monasterio de San Alberto?... él nos indicó el Km largo de camino arenoso que nos tomaría llegar hasta el portal de una gran propiedad donde había una gran casa de un blanco gastado. Allí una religiosa de unos 60 años nos saluda con una cordial y gran sonrisa, en español le explico quienes somos y que buscamos, ella en francés nos indica el camino hacia la casa de los Hermanitos y nos propone albergue; nos ponemos de acuerdo para visitarlas al día siguiente y así conocernos mejor. Es que somos muy curiosos los unos de los otros y me enteré que eran religiosas dominicas provenientes de Blagnac.
Así junto a Bernard cargando nuestros bolsos retomamos el camino y comenzamos a costear el inmenso rio Paraná que descubrimos con grandes reflejos rojos, cruzamos a niños y jóvenes a pie o caballo. Después de más de una hora de caminata le preguntamos a una señora sentada delante de su muy humilde casa, donde vivían los hermanitos y obtuvimos una simpática respuesta: ¡es aquí nomás!


Una jornada de Evangelio vivido….
Viendo dos casitas levantadas en un jardín rodeado de un cerco de madera, entramos. Un hombre de mas de treinta años con sus rizos muy negros, se levanta de la mesa y se acerca hacia nosotros. Le pregunto si es aquí donde viven los hermanitos Javier y Marcelo, desde la mesa un hombre bastante menudo todavía joven, bien barbudo y con un gorro verde almendra, se yergue y sin dejar de tomar su sopa dice: Javier soy yo!
Dos minutos mas tarde estamos compartiendo un guiso muy apetitoso. Es que entre hermanos las presentaciones son muy rápidas y el corazón comienza a reconocer lo esencial. Javier luego de comer toma una tizana y se disculpa y se va al invernadero de tomates donde trabaja como obrero agrícola….
Por la tarde decidimos explorar el vecindario de casas hechas de barro y madera que bordean el río, en una pequeña playa un grupo de niños se entretienen calladamente, nuestra llegada los vuelve silenciosos, a mis preguntas responden escuetamente, de pronto uno de ellos se arrodilla y comienza a tomar agua. Ahora somos nosotros quienes somos los enmudecidos. El gua nos parece tan sucia…
Al regreso Marcelo nos propone descansar un rato en una de las casitas. Es un cuarto que sirve a la vez de dormitorio y de oratorio. En un rincón una pequeña biblioteca de madera reúne algunas encíclicas, las obras principales de grandes pensadores de teología latinoamericana, manuales de primeros auxilios….

En otro rincón una mesita sirve de altar, arriba un velo esconde el tabernáculo donde mora el Señor. A cada lado del altar están colgadas en la pared fotografías que evocan toda una vida: un obispo, sacerdotes, niños, estatuas de la Virgen, paisajes… nos acostamos en camas bien rústicas y vemos colgadas sobre nosotros colgadas en sogas, ropas de los Hermanitos. Después de todo ¿para que un ropero?
Yo no tengo ganas de dormir, tengo mucha sed y ganas de rezar a la orilla del río, me levanto y me dirijo hacia el bidón que contiene el agua ¿potable? Su color me hace dudar pero la sed me hace vaciarlo. Mas tarde a una indicación de Marcelo, Bernard ira hacia el río a llenarlo, en el lugar que sirve de baño público…..
Me siento en la orilla del río, todo es tan tranquilo aquí, niños que juegan…. hombres que vienen a lavarse…mujeres que vienen a llenar sus fuentones…. el agua del río que corre. Y la oración ella también, que nace lentamente del corazón que mira maravillado…. Me pregunto: ¿cómo podemos aunque las comidas sean sobrias, dejar esos lugares para preferir las grandes ciudades donde corremos el riesgo de estar peor alimentados todavía? ¡qué engaño!



Cuando regreso están los dos Hermanitos con Bernard, tomamos té al que le agregamos unas gotas de limón recién sacado del árbol y comemos tortas fritas que Marcelo viene de hacerlas sobre el fuego de leños que arden fuera en un gran barril. El vecino sale de su casa, le convidamos. Aquí se comparte todo: compramos una botella de vino, se compra carne y se da un tercio al primero que pasa, se cocina un plato mas rico y se invita a todos los amigos para comerlo juntos! Se vive el Evangelio. Preparamos la cena a la luz de lámparas de querosene: la noche cayó de repente.



Pobre con los más pobres por amor al Evangelio….
Antes de la cena celebro la misa. Preparamos una mesa en la otra casilla poniéndole un hermoso mantel blanco, ¿de donde abra salido?, encendemos velas , preparamos la patena, el cáliz, el libro, el agua. Así la capilla está lista. Después de un tiempo de recogimiento nuestros corazones están listos también. “el Señor está con nosotros!” no hay duda, El está verdaderamente, la luz de las velas aclara apenas el rostro de estos dos hombres escondidos en medio de una población de indios guaraníes. Ellos no llevan cruces en sus abrigos, pero sus ojos resplandecen ¿no es el mas bello signo de la consagración a Dios, la manifestación más sincera de la esperanza que arde en sus corazones? Dios está tan presente allí! Porque allí donde hay amor….
Después del Evangelio, Marcelo toma la palabra para recordar al anterior obispo de Goya, del que hoy es el aniversario de su fallecimiento, monseñor Devoto.



El hermanito nos cuenta con emoción de su amor por los pobres. Nos cuenta que un día el obispo recibe a una viejita asustada, porque el intendente decidió destruir la villa-miseria donde vive para construir plazas. Enseguida el obispo toma sus cosas y decide instalarse en esa villa. Durante tres años hasta que cayo enfermo, vivirá en una miserable casucha de unos metros cuadrados para proteger el suelo de esta pobre viuda y de otros. Los Hermanitos heredaron con emoción la cama que el obispo tenía entonces, la que me recosté durante la siesta! Y el intendente renunció a su proyecto….
Marcelo nos lee algunos párrafos de sus cartas a la diócesis, nos confía especialmente aquella que revela de manera conmovedora su deseo de compartir la suerte de los pobres. Se titula



“Compromiso con los pobres”
Mis queridos hijos:
Para muchos de Uds. pascuas será celebrada en un ambiente de privaciones, de sufrimientos e incertidumbre, por las razones que ya todos conocemos. Por un lado las lluvias torrenciales que destruyeron una buena parte de las cosechas, y por otro, la inundación que ha dañado barrios enteros de esta ciudad, nos permitieron tocar de cerca la dolorosa realidad de tantas familias cuyas condiciones de vida son verdaderamente precarias yo diría miserables. Es por eso que sentí la necesidad de darle a esta carta un carácter muy especial, diferente de otras veces.
En mi carta del 21 de noviembre les decía que una misa ha sido concelebrada en las catacumbas de Roma, por 20 obispos para expresar su compromiso de una mayor presencia de la Iglesia en el mundo de los pobres. El compromiso ha tomado una forma concreta, y no habiendo podido asumirlo públicamente a mi regreso a la diócesis, quiero hacerlo para estas Pascuas, y por escrito, para que pueda quedar de manera más permanente entre uds.
En unión con muchos otros obispos, poniendo nuestra confianza sobre todo en la gracia y la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo y comprendiendo la urgencia de conformarnos por adelantado en nuestras vidas, con la pobreza evangélica, en presencia de la Santísima Trinidad, de la Iglesia de Cristo, de sacerdotes y fieles de la diócesis, me comprometo a poner en práctica lo siguiente:
1.- tratar de vivir como la gente común en lo que concierne al modo de vida, de alimentación de medio de transporte.
2.- renunciar a toda apariencia o realidad de riqueza, especialmente a lo que toca a ornamentos e insignias.
3..- no poseer ningún bien mueble o inmueble, ni cuenta bancaria a titulo personal, pero sí a nombre de la diócesis u obras de caridad en la medida que sea necesario.
4.- confiar, en lo posible la gestión financiera y material de la diócesis a una comisión de laicos competentes y consientes de su rol apostólico, para así ser menos administrativo y mas pastor y apóstol.
5.- no aceptar, en las relaciones, expresiones que manifiesten la grandeza o el poder, pero solamente la denominación de Padre o simplemente Obispo.
6.- evitar, en mi comportamiento y lenguaje, todo aquello que podría demostrar una preferencia por los ricos o personas influyentes.
7.- dar, en la medida de lo necesario, mi amor, mi tiempo, mi preocupación, mis medios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas más humildes y necesitadas, sin por tanto causar prejuicios a la atención que debo dar a las demás personas.
8.- hacer que las obras de beneficencia sean verdaderas obras sociales, basadas en la justicia y la caridad, buscando soluciones para los casos más urgentes.
9.- hacer todos los esfuerzos posibles para que los gobernantes dicten y apliquen eficazmente las leyes necesarias para promover un nuevo orden social digno del hombre y organicen las estructuras y las instituciones sociales que ese nuevo orden supone.
10.- compartir, en la caridad pastoral, mi vida con mis hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que sea un verdadero ministerio de servicio hacia los demás, haciendo con ellos “la revisión de vida” y suscitando colaboradores que sean más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo. Al mismo tiempo, tratare de estar más presente humanamente, más acogedor, mostrándome siempre listo al diálogo con todos.



Haciéndolos testigos de estas disposiciones que son el fruto de una larga maduración conciliar, les ruego me ayuden con sus oraciones, su comprensión y su apoyo. (Pascua de 1966)

La verdad es que no se si esto es lo que llaman “teología de l liberación”, pero este texto nos hizo singularmente reflexionar….. Estando lejos de este lugar seguramente lo hubiéramos juzgado rápidamente y lo hubiéramos rechazado.
Después de un largo silencio, seguí la misa. Pronto, Él está aquí: es de noche, pero sobre el altar está la fuente de la luz; hace frío, pero la pieza está llena de calor. Tengo la impresión de encontrarme en el esplendido cuadro de Rembrandt, los peregrinos de Emaús. Y la misa termina. Él está con nosotros; y nosotros en Él.
Los bordes del Tiberíades en las orillas del Paraná
La cena es frugal pero para todos nosotros parece una comida de fiesta, pusimos todo lo que teníamos. Con una alegría dulce cómo la luz de la lámpara, comunicamos nuestras experiencias. Mejor aún, aunque hablemos de teología ascendente o descendente, de la mentalidad de los guaraníes, de Punto Corazón, vemos como los Hermanitos han adoptado punto por punto todas las costumbres de sus vecinos, se toma un poco de vino de un único vaso, se come con una cucharilla de postre de una misma fuente, y cuándo el sueño nos arrasa, juntamos todo lo que los hermanitos poseen en vestimentas, sábanas y frazadas para ponerlo sobre nuestras colchas pues la temperatura descenderá por debajo de 0º.
Al amanecer cuando me levanto, los hermanitos Javier y Marcelo me invitan a rezar con ellos, abrigados hasta la cabeza, sentados sobre el suelo de tierra aplastada, pasamos un largo rato delante del Santísimo Sacramento.



Leemos los textos de la misa del día… tomamos un tiempo de silencio… tomamos unos mates…. Recitamos una decena del rosario… ofrecemos a María todos aquellos que viven en las costas del río…. Pero no quitamos nuestros ojos del Señor, a Él nos dirigimos, delante de Él conversamos. Todo es tan simple: estamos tan lejos de las miles de tradiciones de ciertos conventos, de innumerables costumbres de ciertas comunidades antiguas!... allí en esta adoración de la aurora, todo el secreto de la vida de los Hermanitos me fue revelado: secreto de su llamado, secreto de su fecundidad, secreto de su fidelidad.
Luego mientras Marcelo se apresta a recibir a niños de la vecindad que vendrán a recibir la catequesis impartida por una mamá de la zona, Javier nos acompaña en un largo caminar por los senderos de arena que marcan esta zona, nos cuenta de sus primeros años de religioso en una Villa Ecuménica en el sur de la India donde trabajó como enfermero junto a los leprosos, de allí l siguiente bella historia que guardaré por siempre en mi memoria:



“había un leproso muy pobre y muy sucio que vivía en el barrio del Hermanito Javier. Cada mañana, este le lavaba los pies y el leproso le hacía la misma pregunta ¿porqué me lavas los pies? Y cada mañana el Hermanito le respondía lo mismo: ¿Por qué eres un hombre? Después de dos años y medio el leproso vino como de costumbre pero esta ves tenía los pies limpios. El Hermanito le preguntó ¿porqué tienes los pies limpios? – porque soy un hombre le respondió el leproso.
Es hermosa la paciencia que se modela sobre la de Dios!
Su vida también fue marcada por las alturas andinas del Perú, una experiencia que termina con trágicos eventos. Después de haber sufrido innumerables vejaciones 17 hombres del pueblo fueron abatidos por miembros del Sendero Luminoso.



El obispo pide la partida de Javier, pero el no quiere abandonar a su pueblo en pleno suplicio, pero tres semanas mas tarde llega la orden de partir, no se temía por su vida, el temor era mas que él tomara venganza por los suyos, que fuera un testigo molesto o que se yo.
Solo en Lima, su compañero poco tiempo antes se había casado, le robaron su único bolso, no tenía ni un peso, ni papeles y el pueblo que él amaba, lo había abandonado en la montaña, todavía hundido en la sangre de sus desaparecidos… “si quieres ser mi discípulo, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme…” Con el peso de tantos sufrimientos hicimos los últimos metros en silencio.
Marcelo está contento con las respuestas de los niños, pero se hace tarde es hora de visitar a varias familias y nosotros estamos ansiosos de ver a las hermanas dominicas para comentar de su vida y llevarles noticias de la Iglesia de Francia, caminamos juntos un trecho y luego nos abrazamos como hermanos y nos miramos largamente para decirnos todo aquellos que las palabras no abarcan, ellos siguen derecho, nosotros enfilamos hacia la derecha. No miramos atrás…



Monasterio San Alberto, los pilares del mundo…
Nuestra visita al monasterio es todo un acontecimiento, la Madre organiza el evento, reúne a su tropa, se ocupa que estemos bien atendidos. Aunque esta allí hace 20 años no ha reunido todavía su número optimo, está compuesto por solo 6 monjas, la priora fue enviada como fundadora después del Concilio, donde Mons. Devoto había suplicado al arzobispo de Toulouse la fundación de una comunidad contemplativa en su diócesis.
La Madre nos cuenta su instalación en el monasterio, sus comienzos, el aislamiento, las dificultades que hubieran desalentado a mas de uno, lo hace con una sonrisa muy bella en sus labios, estoy maravillado, pasmado por la gracia que el Señor concede a quienes dejan todo una vez, dos, tres veces y que Él envía a la otra punta del mundo para vivir aquello que parece imposible.



Cuándo la campana suena para misa, voy con gusto hacia el altar. Siento que ya estaba allí y que desde hace rato ofrezco al Señor en el cáliz del sacrificio estos hermanitos ignorados y estas hermanas escondidas en Dios que son misteriosamente los pilares del mundo.



Me gustaría tanto queridos amigos y amigas que no se olviden del hermanito Javier y del hermanito Marcelo…
Me gustaría tanto que no se olviden del monasterio dominico de Lavalle, en Argentina….
Me gustaría tanto que no se olviden de ninguno de todos aquellos, que sin una palabra, dejaron todo para seguir al Cordero y viven sin ninguna publicidad en la otra punta del mundo, entregados a Dios, librados a sus hermanos, de quienes son por amor al Príncipe de la Paz, los servidores bienaventurados.

2 comentarios :

Joan Josep Tamburini dijo...

Gracias por este precioso texto. Esta es la verdadera Iglesia de Jesús. La de los pobres. La de la gente sencilla que da su vida en el anonimato por los demás. Ten por seguro que no olvidaré a Marcelo y a Javier. Un abrazo: Joan Josep

Hno. Claudio dijo...

Gracias querido hermano, la verdad qe bonito es conocer a estos verdaderos compañeros del resucitado. Rezo cada día para que podamos ser tambien caminantes junto a Jesús. Un abrazo enorme