11 de marzo de 2011

La T.L. frente a la crísis de la globalización....

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
FRENTE A LA CRISIS DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL II
Benjamín Forcano
Córdoba, Febrero de 2011
4. Los mecanismos del sistema para perpetuar esta situación
Han sido muchas las formas de colonialismo, pero en todas ellas hay una constante, fortalecida hoy por el modelo económico neoliberal.
El neoliberalismo -mera expresión del neocolonialismo-no hace sino implantar su dominación mediante la penetración del capital extranjero y transnacional, mediante la brutal competencia del libre comercio, mediante los ajustes y privatización que imponen, mediante la transferencia de recursos naturales a cambio de una disminución de la deuda externa.
Esto se revela especialmente en la dimensión ecológica. La dominación del sistema actúa invadiendo territorios, saqueando recursos naturales, con el único objetivo del lucro y dejando por doquier desolación y muerte. Este arrasamiento habría que tipificarlo jurídicamente como delito de “ecocidio”.
La Declaración de Managua, tras señalar cómo el saqueo y explotación capitalista ha convertido a estos pueblos en fuerza inagotable de acumulación capitalista y de desarrollo industrial y tecnológico, afirma: “Cargamos sobre nuestras espaldas los fardos de una deuda creciente, que no es más que nuestra riqueza convertida en préstamo. Como antes, de nuestras vetas sale el oro; de nuestras entrañas, el petróleo; de nuestro sudor, los capitales; de nuestros sueños, las pesadillas de la represión y el hambre.”

5. El capitalismo no tiene soluciones
Todo un pensamiento pseudocientífico pretende enmascarar la realidad del problema de la pobreza. La pobreza sería efecto de una desigualdad natural irremediable, ajena al funcionamiento interno de la economía y, en todo caso, habría que considerarla como un mal menor, pues frente al capitalismo no hay otro sistema mejor.

Sobre este punto, conviene afirmar sin ninguna ambigüedad que la realidad histórica expresa todo lo contrario:
1º) Una economía , que no sirve al hombre, es un error.
2º) Una economía de mercado competitivo monopolista, sustraída al control del Bien Común ejercido por el Estado, es un error.
3º) Una economía que produce resultados positivos únicamente para unas minorías y negativos para las mayorías, es un error.
4º) Una economía que se rige por la dinámica propia del egoísmo, del lucro, de la ley del más fuerte, y que impide unas relaciones individuales y comunitarias basadas en la justicia, el amor y la solidaridad, es un error.
No hay duda de que la sociedad capitalista es una sociedad enferma, llena de contradicciones. Pero la raíz del mal está en que el capitalismo hace imposible una ética personal y comunitaria y corrompe las actitudes y los valores más genuinos del ser humano.
Todos sabemos cómo la orientación hoy más arraigada en sociedad y en la cultura es la que pretende hacernos creer que la felicidad consiste en tener: adquirir propiedades, cosas, lucrar, conseguir poder.
Eso es producto de la estructura y cultura más estrictamente capitalistas y, sin embargo, lo consideramos como lo más natural. Ser egoístas, avaros, soberbios, dominantes, lo consideramos indicadores de nuestra identidad humana.
Pienso que esta orientación es antinatural, pues la realización de la persona no está en el tener sino en el ser. Los grandes valores no se desarrollan en el servicio al dinero sino en ser justos y fraternos, crear relaciones de amor y liberación, no ser frívolos ni insensibles al sufrimiento ajeno, no vivir pendientes del reconocimiento y del aplauso social, dedicarse a satisfacer las necesidades primarias de los seres humanos y luchar para suprimir todo cuanto los hace sufrir. Esas son las señas que constituyen la auténtica identidad humana.

6. El momento actual de la crisis neoliberal globalizada
Creo que todos, de una manera u otra, venimos siguiendo el curso y efectos de la crisis económica actual. Es, se nos dice, la crisis más grave desde los años 1930, tienen carácter mundial y no hay país que escape a ella.
Poco a poco nos hacen creer que la crisis se va superando. Pero suena cada vez más en nuestros oídos una cantinela inquietante: esta crisis la están resolviendo no los gobernantes sino los oligarcas y economistas. Ha habido un tiempo en Europa en que el principio político, representativo de la voluntad popular, actuaba con arreglo a las necesidades y derechos de la sociedad; ahora quien gobierna es el principio económico, guiado por objetivos que nada tienen que ver con los de la sociedad en general. Los propósitos del principio económico doblegan a sus intereses a los propósitos del principio político.
Este cambo de tendencia le hace escribir a Jorge M. Reverte: “Una nueva ideología, la primacía del fantasma llamado “los mercados” ha venido a sustituir a la de los avances en la democracia. Con un grave efecto: que nadie conoce al nuevo sujeto y nadie, por tanto, es capaz de negociar con él. Pero se habla de ese sujeto con auténtica devoción. Se escuchan sus mensajes como se escuchaban antes los del Señor. Los mercados nos envían castigos en forma de plagas, nos avisan y los sacerdotes se encargan de interpretar sus recados con ineficiencia humana. Unos aciertan y otros no. Ha habido un trasvase de las responsabilidad de las decisiones políticas a las decisiones no siempre bien explicadas de los gurús de las finanzas” (El País, Europa acorchada, 26 enero 2001).
¿Quién es ese nuevo sujeto? ¿Son agentes de instituciones vacías de legitimidad, delincuentes de cuello blanco con los técnicos ajenos a los deseos de los ciudadanos?
Este nuevo sujeto transcurre y se organiza al margen de lo político, al margen de la ética, al margen del consenso de los ciudadanos, al margen de un proyecto ético de igualdad, justicia y libertad universales. Una economía humana globalizada debe estar supeditada a las necesidades básicas de la población y no a los intereses de unas minorías que, envueltas en el egoísmo de su opulencia, viven de espaldas a la sociedad.
Aparece entonces el punto preciso de esta crisis: no se trata como es obvio de una crisis económica sino ética, la economía no está en crisis o, si lo está, es por la ausencia de ética. Es una crisis ética, humanista, espiritual la que padecemos y, por negar las exigencias de esa ética, resolveremos vanamente la crisis. La crisis se trata de apuntalarla con el fin de que este nuevo sujeto vuelva a conducir el rumbo de la humanidad, pero en realidad se la oculta de nuevo en sus verdaderas causas, dejando herida la realidad, con tendencia a una mayor desigualdad e injusticia. No se la resuelve.

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN FRENTE AL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

1. El momento primero de la teología
Como escribe el teólogo mártir Ignacio Ellacuría: “El punto de partida de la Teología de la Liberación es la experiencia humana que, ante el atroz espectáculo de la maldad humana, que pone a la mayoría de la humanidad a la orilla de la muerte y de la desesperación, se rebela y busca corregirla. Y la experiencia cristiana que, basada en la misma realidad, ve, desde el Dios cristiano revelado en Jesús, que esa atroz situación de maldad e injusticia es la negación misma de la salvación anunciada y prometida por Jesús, una situación que ha hecho, de lo que debiera ser reino de gracia, reino de pecado” (Téologo mártir por la liberación del pueblo, Nueva Utopía, 1990, pp.153-154).

Es lo primero.
Me gusta citar, a este respecto, el testimonio del obispo Pedro Casaldáliga: “Después de vivir tres años aquí, andando por esos ríos y sertaos, encontrando a unos y a muchos peones, sintiendo la amargura de unos y muchos posseiros, y después de acudir a las autoridades de aquí o de Barra dos Garzas, de Cuiabá, o de Brasilia, después de gritar, de llorar (y he llorado algunas veces enterrando peones en ese cementerio de Sao Félix, ahí a la orilla del Araguaia) después de todo eso, estoy sintiendo hoy como a la persona más importante de este día, a ese peón, a ese muchacho de 17 años que hemos enterrado esta mañana ahí, a orillas del Araguaia, sin nombre y sin caja”.
Sintiendo eso, viviendo eso día a día, el que tenga un poco de fe, el que quiera ser fiel a Jesucristo y quiera ser sincero con ustedes tiene que rebelarse, tiene que gritar, tiene que llorar, tiene que luchar” ( Cabestrero, T., Una iglesia que lucha contra la injusticia, Misión Abierta, 1973, p.186).

2. El momento segundo de la teología
Estoy convencido de que son muchos entre cristianos los comportamientos individuales y muchas las prácticas institucionales que no responden al espíritu del Evangelio. Por unas u otras razones, al Evangelio lo tenemos secuestrado o desvalorizado.
Resulta más que claro que entre Evangelio y capitalismo, teología y globalización neoliberal no hay coincidencia, sino oposición. Son dos proyectos, dos dinámicas, y dos escatologías distintas. La del capitalismo apuesta por el egoísmo, el lucro, la ambición, el poder y el éxito. La del Evangelio apuesta por el amor, la justicia, la generosidad, el compartir, el servicio fraternal y la humildad.
El capitalismo cuenta con los que buscan la seguridad y felicidad del dinero, con los que aspiran a enriquecerse ignorando la miseria y el sufrimiento de los otros, con los que no quieren cambiar por defender sus privilegios, con los que persiguen a los que intentan hacer una sociedad más justa.
El Evangelio cuenta con los desposeídos, los misericordiosos, los sinceros, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos por no servir a los intereses del dinero. ¿Algunos criterios que ayuden a preservar la identidad del cristiano?
Indico tres:
1. El reino de Dios es ya para este mundo y tiene que ver grandemente con la política
La utopía de Jesús es que el reinado de Dios se instaure progresivamente en la vida e historia de los hombres. Los imperativos de la justicia, del amor, de la libertad, de la paz y de la felicidad son imperativos para el momento presente.
Si El hubiera renunciado a hacer efectivo su programa, no hubiera cuestionado el contenido de otros programas – el político y religioso de entonces- y no hubiera sido censurado, perseguido ni ejecutado. La ambición de los poderes que no sirven al pueblo utiliza siempre la política y la religión no para asegurar el bien y los derechos del pueblo, sino para defender su propio bienestar y privilegios, lo cual les lleva a tergiversar o vaciar la religión de su verdadero sentido.
Los evangelios nos dicen que Jesús anuncia una “buena noticia” o, lo que es lo mismo, la cercanía del “proyecto o reinado de Dios”. Ambas expresiones quieren decir que Jesús anuncia una sociedad alternativa, que exige un cambio individual y un cambio de las relaciones humanas sociales. Surgirá así el hombre nuevo.

2. El programa del reino: las bienaventuranzas
Jesús deja bien claro cómo constituir la nueva sociedad. Su programa lo explicita en las llamadas Bienaventuranzas. Hay quien, como Gandhi, considera las bienaventuranzas como la quintaesencia del Evangelio y hay quien, como Nietzsche, las considera como una maldición por ir contra la dignidad humana.
Ciertamente, en una sociedad como la nuestra escuchar que quien vive en la pobreza, y sufre, y llora, y pasa hambre, y es perseguido debe considerarse feliz, resulta absurdo. Racionalmente no es fácil comprender este mensaje.
Cuando Jesús habla de los pobres se está refiriendo a la realidad concreta de su país, donde hay muchos que sufren privación, marginación y exclusión por la injusticia de los ricos según denuncian los profetas. En nuestra sociedad hay también pobres, muchos, a causa del egoísmo de los ricos. No sólo eso, todos nosotros somos pobres, tenemos muchas limitaciones que nos hacen sufrir y llorar, bien sea por causa de la naturaleza, bien por las acciones injustas de los demás.
Ante esa situación de pobreza, Jesús, que es sabio, que nos conoce y sabe lo que nos lleva a la felicidad, hace una propuesta y nos marca un estilo de vida para alcanzar la meta de la felicidad. No impone, ni dicta leyes; invita, propone, señala un camino que, resumido, podría ser éste:
Mirad, se trata de que me sigáis, obrando como yo, y esto significa:
-Que en la convivencia sepáis comportaros con solidaridad con los demás, con los que menos tienen o más sufren, no os encerréis en vosotros mismos, poneros en su lugar y veréis cómo podéis ayudarlos.
-Significa que miréis la tierra y sus bienes como cosas de todos, no os los apropiéis, no vayáis a la conquista de nada, pues todo lo habéis recibido como un regalo y debéis regalar. Así viviréis en ella sin violencia y sembraréis paz.
-Significa que en todo ser humano hay como un doble de vuestro yo, hacedles lo que os gustaría que hicieran con vosotros, ved además que en ellos está presente el Señor, dad cauce a ese vuestro deseo de ser justos y solidarios, remediad el hambre y otras necesidades, prestad un servicio.
-Significa que nadie es mejor ni peor que tú, no los juzgues con rigor cuando los veas excluidos o postrados, sé misericordioso, comparte su suerte, ayúdales. Significa que tengas un corazón limpio y abierto para todos, sin límites ni barreras, que veas a todos como personas y no como enemigos, ámalos y verás cómo aniquilas la guerra y haces crecer la paz.
-Ese es el camino que lleva a la paz, sin orgullo, sin menosprecio, sin venganza, sin coacción, `pero sí con mucho amor.
Dicho de otra manera: entrar en el espíritu de las bienaventuranzas quiere decir:
1. Es preferible ser pobre, que ser rico opresor.
2. Es preferible llorar a hacer llorar al otro.
3. Es preferible pasar hambre a ser la causa de que otros mueran de hambre.
4. Dichosos no por ser pobres, sino por no ser ricos egoístas.
5. Dichosos, no por ser oprimidos, sino por no ser opresores.
La clave es ésta: todo esto que digo está en tí, es lo mejor de ti, es tu dignidad y valía, y es la dignidad y valía de cada ser humano. Lo que propongo no es, pues, una quimera, sino algo realmente posible.
Caminar por aquí es seguirme, dejar a un lado el afán del dinero, renunciar a la injusticia, abrir caminos de humanidad, de amor y de paz. Por paradójico que pueda parecer, mi exaltación de la pobreza tiene como objetivo el que deje de haber pobres. El enemigo numero uno del Reino de Dios es la ambición, el afán de poder, la necesidad de oprimir al otro. Recordad mis palabras: “no podéis servir a Dios y al dinero”.
Mi evangelio anuncia que toda acumulación de bienes, mientras haya un solo ser humano que muera de hambre, es injusta. Los economistas dirán que no puede haber progreso sin acumulación de capital.
Los sociólogos dirán que la organización de la sociedad sería imposible, si no hubiera alguien que mandara y alguien que obedeciera.
Las bienaventuranzas que yo propongo denuncian que la sociedad tal como está hoy montada a nivel mundial es radicalmente inhumana e injusta, aunque se cumplan al pie de la letra todas las normas legales establecidas. Mis bienaventuranzas dicen que otro mundo es posible.
Un mundo que no esté basado en el egoísmo sino en el amor. ¿Puede ser justo que tú estés pensando en vivir cada vez mejor (entiéndase consumir más), mientras millones de personas están muriendo, por no tener un puñado de arroz que llevarse a la boca? Si no quieres ser cómplice de la injusticia, escoge la pobreza.

Por tanto, estas son las condiciones para ser bienaventurado:

- Renunciar a toda ambición optando por la pobreza (Mt 5,3) y mantener fidelidad a esa renuncia a pesar de la oposición que suscita (Mt 5,10).
- Estimular desde esas condiciones un movimiento liberador. Los que se sientan oprimidos, sometidos y aspiren a la justicia encontrarán consuelo, libertad y verán colmadas sus aspiraciones.
- Crear relaciones regidas por solidaridad (Mt 5, 7), la sinceridad (Mt 5,8) y por el trabajo por la paz (Mt 5,))s
- Proceder convencidos de que la verdadera felicidad estriba en el amor y la entrega y no en el egoísmo y triunfo personal.

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