23 de noviembre de 2010

Historia breve de la Teología de la Liberación - 4

3. La teología como reflexión crítica sobre la praxis de liberación
Roberto Oliveros Maqueo SJ en Koinonia.-
El valor de lo humano, de la historia, de nuestras culturas, de nuestra materialidad, fue recuperado por el Concilio al afirmar que “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”(GS 22).
Y poco después en el mismo número, lo subrayaba al expresar: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre, en realidad es una sola, es decir, divina”. Con ello se supera al maniqueísmos de considerar lo material y lo espiritual, o dicho bajo obra perspectiva, lo natural y lo sobrenatural, como dos realidades distintas y aún a voces opuestas, en las cuales lo temporal y lo natural no tienen peso salvífico y por ello carecen de valor cristiano.
Al volver a retomar el hecho de la encarnación del Verbo y sus consecuencias respecto a todo lo humano, ilumina la verdad de aquella afirmación de Rahner: “toda verdadera teología es antropología; y toda verdadera antropología es teología”[12], que bien expresa los alcances de la encarnación. No va por un lado la historia profana y por otro la historia sagrada.
Sólo hay una historia y vocación: la divina.
Ahora bien, en nuestra realidad latinoamericana la escandalosa brecha entre ricos y pobres empujó a descubrir el rostro sufriente de Cristo en los pobres y situar correctamente la perspectiva teológica. La teología no es la palabra primera. Es acto segundo.
La palabra primera está en la vida del pueblo, cuya fe opera por la caridad. Y en este pueblo, Cristo se revela privilegiadamente en los pobres.
Por ello el Papa Juan Pablo II, en su reunión con los marginados de Guadalajara, les dijo: “son ustedes los predilectos de Dios”[13].
La reflexión teológica deberá estar atenta a la situación de los pobres, recoger sus anhelos, profundizarlos a la luz de la fe y devolverlos al pueblo.
Este proceso refleja el por qué vivimos el quehacer teológico como palabra segunda. La función y servicio de la teología como reflexión crítica del acontecer humano y eclesial resume el sentido y aporte del método teológico latinoamericano[ 14].
Esta reflexión teológica, como palabra segunda, se hace desde el pobre y su liberación.El camino teológico de san Anselmo se debe comprender sólo desde el camino de Cristo: nació, vivió y murió por la liberación de los pobres y la consiguiente construcción del reino de los hermanos (1 Jn 4, 7-8).
Pascal retoma el tema al expresar que “existen verdades que sólo el corazón las puede comprender”.
Un ateo disertará y podrá escribir sobre Cristo con muchos conocimientos sociales científicos, pero no será un teólogo cristiano y bíblico como los escritores de la sagrada Escritura, modelos y paradigma del quehacer teológico.
El teólogo es un creyente.
Por ello su reflexión brota y se hace de la compasión por el pobre crucificado y la pasión por la buena noticia de Jesucristo.
La Revelación plena de Dios en la historia se dio en Jesucristo. Se manifestó en los pobres.
Ese contexto, desde entonces, se hace el lugar privilegiado para conocer y recoger la experiencia del Dios de Jesús.
Por ello, el lugar teológico privilegiado es el pobre y su causa de liberación.
La pregunta sobre cuál es la perspectiva y compromisos fundamentales para hacer teología recibe, en la teología de la liberación y su método, clara respuesta: los pobres y su causa.
El clima, el contexto, la perspectiva para teologizar al modo de Cristo son los pobres. En su vida se expresa privilegiadamente el Espíritu, son la palabra primera que nos invita a la fidelidad.
La riqueza teológica y apertura del Concilio encontraron nuevo impulso al ser aplicados en América Latina.
De acuerdo a la dinámica conciliar, el método teológico fue enriquecido en la teología de la liberación fundamentalmente con:- el pobre como lugar teológico privilegiado de manifestación de Dios;- la perspectiva del pobre y su liberación como óptica desde la que leer los acontecimientos y releer la historia;- el servicio de la teología como palabra segunda, como reflexión crítica del accionar humano y eclesial.
Con esta riqueza, con estos ojos nuevos se ve y retoma el saber bíblico, la tradición, el dogma y magisterio, el servicio y sistematizaciones teológicas pasadas y presentes.
Los aportes y necesidad del exegeta y trabajo teológico académico se aprecian, enriquecen y sitúan correctamente.
Se supera el reducir la teología a las universidades, al leer libros. Esto es útil y necesario en la reflexión teológica. Pero también el pueblo es teólogo.
En él se expresa la voz de Dios. El pueblo también hace teología en sus cantos, en sus oraciones, en sus reflexiones vertidas en su lenguaje popular.
El método teológico conciliar y su clave hermenéutica se ven enriquecidos y resituados al colocar a los pobres y su causa como lugar teológico privilegiado y desde cuya perspectiva se asumen los diversos temas teológicos fundamentales.
En particular destaca la relectura bíblica que se condensa en la expresión: “los pobres me enseñaron a leer y comprender el Evangelio”[15].
En el compromiso con el pobre y el dinamismo histórico-bíblico, la teología de la liberación aprovecha el material y lenguaje de las ciencias humanas y entre ellas destacan las sociales.
Estas ciencias ofrecen valiosos acercamiento y explicaciones sobre los fenómenos sociales de hoy.
La validez de este esfuerzo en la vida eclesial y la necesidad del mismo son destacadas por el sínodo de Puebla:“Reconocemos los esfuerzos realizados por muchos cristianos de América latina para profundizar en la fe e iluminar con la palabra de Dios las situaciones particularmente conflictivas de nuestros pueblos. Alentamos a todos los cristianos a seguir prestando este servicio evangelizador y a discernir sus criterios de reflexión y de investigación”[16].
III. GESTACION, GENESIS, CRECIMIENTO Y CONSOLIDACION DE UNA REFLEXION TEOLÓGICA LATINAOMERICANA
En los siguientes párrafos presentaré los períodos importantes en el proceso de formación de la teología de la liberación. Aparecen cuatro claramente: gestación, génesis, crecimiento y consolidación.
1. Gestación (1962-1968).
El hito histórico del Sínodo regional de Medellín. Las venas abiertas de América latina fueron la matriz donde se elaboró la teoría de la dependencia que se concentró en mostrar las causas profundas del empobrecimiento de las mayorías de nuestros pueblos.
Según esa teoría sólo se podrá superar dicha situación injusta rompiendo con el sistema capitalista imperante. En los círculos intelectuales y universitarios dichos estudios causaron profunda impresión. Nuestra situación de explotación no era casual, sino causal[17].
Juan XXIII inauguró el concilio Vaticano II en 1962 para poner al día a la Iglesia y su misión. En aquel entonces los episcopados latinoamericanos, por su escasa participación en el Concilio, fueron denominados la Iglesia del silencio.
Las preocupaciones y problemática de los grupos europeos dominaron la temática. Pero el Concilio abría puertas y ventanas para que las regiones e iglesias locales se preguntaran sobre cómo evangelizar desde su propia situación.Los teólogos en América latina, hasta el Vaticano II, habían hecho aportes muy escasos a la Iglesia universal.
La fuerza y riqueza del empuje misionero en nuestros pueblos contrastaba con la exigua producción teológica.
Sin embargo, la oportunidad de reunirse que el Concilio ofreció a los obispos latinoamericanos y algunos teólogos, y el clima eclesial de apertura, búsqueda y creatividad teológica, facilitó el que algunos de ellos se reunieran y empezaran a reflexionar a la luz de la fe, desde la originalidad de nuestra situación y cultura[18].
Pablo VI recibió gustoso la propuesta de monseñor Larraín, portavoz del episcopado, de reunir la segunda Conferencia general del Episcopado en el año 1968 en Medellín.
Los años de 1966 a 1968 supusieron una eclosión impresionante de reuniones, declaraciones, documentos, ya sea a nivel nacional o regional, de diversos grupos cristianos situados en los diferentes estratos del pueblo de Dios.
Contrastaba esta vitalidad y efervescencia con la anterior de una “Iglesia del silencio”.
La raíz de este hecho fue que, al abrir ojos y ventanas a la realidad circundante, ésta penetró en la Iglesia con toda su vitalidad. La problemática que aflora en dichos documentos muestra la influencia de los cristianos que ya estaban comprometidos con los cambios sociales.
El hecho de la explotación de las masas populares saltaba a la vista en los cinturones de miseria urbanos, en los campesinos a los que merodeaba continuamente la miseria. Estas experiencia y los estudios sociales sobre el por qué de esta situación de dependencia se difundieron y sacudieron la conciencia cristiana de muchos buenos pastores.
Una nueva conciencia eclesial empezó a tomar forma a partir del modo nuevo de vivir la fe de aquellos que estaban comprometidos con los pobres y su liberación[19] .
El Sínodo regional de Medellín es un hito que parte la historia de la Iglesia latinoamericana en este siglo.
De una Iglesia dependiente de Europa para su reflexión teológica y su pastoral, se pasa a una Iglesia con temas y elaboraciones propias, aunque sea en forma incipiente. En la variedad de asuntos tratados en Medellín, no desaparecen ni quedan opacados estas realidades y temas centrales.
La preparación de la Conferencia había recogido en sus diversas reuniones la voz y situación de nuestros pueblos[20].
Por ello, los temas nucleares en Medellín fueron:- los pobres y la justicia;- amor al hermano y la paz en una situación de violencia institucionalizada;- unidad de la historia y dimensión política de la fe.
La sensibilidad de nuestros pastores recogió en Medellín la dolorosa realidad de las masas de empobrecidos.
“El episcopado latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria. Un sordo clamor brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte”[21].
Sobre esta situación, los obispos ofrecieron el siguiente juicio:“Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama el cielo”[22].
Como pastores, lúcidamente señalaron que el avance no consistía sólo en conocer y denunciar esa injusticia, sino, sobre todo, en trabajar para poner remedio a esa situación:La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo[23].
El tema del amor a los hermanos oprimidos, que implica luchar por la justicia y la paz, es clave en la teología de Medellín. ¿Cómo vivir el amor cristiano en esta situación? ¿Qué tareas se deben privilegiar? ¿Cómo ser constructores de la paz?
“Si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, el subdesarrollo latinoamericano con características propias en los diversos países es una injusta situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz”[24].
Más adelante señalarán que allí donde se encuentran desigualdades sociales, se da un rechazo a la paz del Señor y por consiguiente al mismo Señor.
Ante estas realidades se invita a transformaciones globales y audaces:“América latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia, que puede llamarse de violencia institucionalizada. ..
Tal situación exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras”[25].
La reflexión sobre la realidad expresada por los obispos y los compromisos consiguientes pudieran parecer entonces como la irrupción en terreno vedado: el mundo de lo social, de lo político.
Para abordar la temática de la unidad de la historia y de la teología de la encarnación que la sustenta, se aprovecharon los avances del Vaticano II, puestos a producir también en su rica dimensión pastoral. El progreso humano es crecimiento en Cristo.
La tarea de la pastoral es “ayudar a pasar de formas menos a más humanas de vida” (Populorum progressio, 20).
El crecer humano es ya divinización. Nuestra divinización se da en el crecimiento, en el progreso humano. Ante esta temática aparece el reto de profundizar qué sentido tiene la liberación humana y la acción eclesial en ella: qué relación existe entre reino de Dios y emancipación humana[26].
La realidad latinoamericana, los retos teológicos-pastorales que brotaban de ella y el modo de acercarse a ellos en la reflexión de fe, se fueron delineando en los años posteriores al concilio y preñaron y dieron forma al profético Sínodo regional de Medellín.

NOTAS:
[12] K. Rahner, Escritos de teología, vol. IV, Madrid, 1965, p. 153.
[13] Puebla 1143. Estas palabras, dichas a los marginados de los suburbios de Guadalajara, fueron un profundo estímulo para los grupos de comunidades de base que estaban ahí presentes.[14] Este enfoque fue trabajado básicamente por G. Gutiérrez en la obra ya citada. Era muy importante superar el reduccionismo de una teología, de una hermenéutica puramente académica y situarla en la vida.
[15] Por su claridad metodológica y seriedad exegética destaca Carlos Mesters y su vasta producción.
[16] Puebla 470. En el grupo de trabajo hubo una fuerte discusión sobre si se mencionaba expresamente a la teología de la liberación. No pareció oportuno, pero se daba como sobreentendido.
[17] Entre otros muchos estudios sobre el tema, véase Kaplan y otros La crisis del desarrollismo y la nueva dependencia, Buenos Aires: F. Cardoso y E. Faletto, La dominación de América latina, Buenos Aires.
[18] Los documentos de estas reuniones originales, como la de Petrópolis, se pueden encontrar en los archivos del centro Bartolomé de las Casas de Lima, Perú.
[19] R. Muñoz, Nueva conciencia de la Iglesia en América latina, Salamanca, 1974.
[20] Para algunos comentarios sobre las reuniones previas a Medellín, véase R. Oliveros, Liberación y teología, Lima, 1977. Ahí ofrezco un estudio detallado de la formación de la teología de la liberación hasta el año 1977.
[21] Medellín, Pobreza, 1 y 2.
[22] Medellín, Justicia, 1. Los provinciales de los jesuitas de América latina dijeron pocos años antes de Medellín: : Signos de renovación, Lima.
[23] Medellín, Pobreza, 7.
[24] Medellín, Paz, 1.
[25] Medellín, Paz, 16.
[26] Cf. Conferencia de Chimbote de G. Gutiérrez, Hacia una teología de la liberación, Montevideo, 1969.

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