26 de noviembre de 2008

Yo cura, he aprendido a decirte.... te quiero


Este escrito no me pertenece me lo alcanzó "una fulana" muy amiga de esas de fierro, lo hago integramente mío, enseñenos a ser cada día más humanos, mas curas y mas amigos....

A los curas nos han educado para saber controlar los sentimientos, que parece ser que pueden jugar malas pasadas. El celibato es valor que se lleva en vasija quebradiza y aquí o lo cuidas o se rompe a la mínima. Por eso nos educaron, y lo entiendo, en el control de sentimientos, la modestia en el vestir, la prudencia en el trato, el lenguaje correcto. Todo lo que pudiera sonar a “afectos” parece que debe ser puesto cuanto menos en cuarentena. La prudencia manda.

Por eso al hablar de “afectos” yo he empleado siempre palabras como “me cae bien”, nos llevamos bien”, “hay un aprecio mutuo”…

Pero decir “le quiero” sonaba mal, y no digamos si era hacia alguien del sexo femenino. Eso de querer se quedaba para Dios, para la Virgen y los santos, y si acaso para toda la humanidad, aunque entonces se hablaba de “amor universal”.

Qué difícil se hacía querer, por no decir imposible. Hasta el lenguaje ponía trabas. Recuerdo una vez que me preguntaban por un compañero cura y que me sorprendí diciendo: “yo es que a Fulano le quiero mucho”. Me sentí raro. Qué cosas.

Hoy lo digo con naturalidad. Y no me corto nada en decir que hay personas concretas, además de la propia familia, a las que quiero de corazón. Personas, muy pocas, pero algunas, hombres y mujeres, a las que quiero profundamente.

Lo que nos mata es que en este lenguaje nuestro decir “quiero a Fulanita” hay gente que lo entiende como si dijera “deseo a Fulanita y quiero conseguirla”. Y no. No es eso.

Tengo algunos grandes amigos y amigas. Gente a la que no tengo reparos en decirles: “te quiero mucho”. Gente que sabe que con eso estoy diciendo que agradezco que me den su amistad y me estén ayudando a ser mejor. Que sabe que con eso les estoy diciendo que estoy dispuesto a todo, incluso a renunciar a la amistad para que sean felices. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

Soy célibe. Y lo vivo con serenidad. Y he renunciado a cosas. Lo sé. Pero no a amar y a ser amado, no a sentirme amigo, no a sentir la amistad como esa comunión de corazones que nos hace ser mejores.

Esos amigos a los que quiero de corazón, que nos queremos con el alma, me han enseñado a ser más humano y a ser más y mejor sacerdote. Yo creo que también les ayudo a ser más ellos, más humanos, más de Dios. Bendito Dios que pone en nuestro camino amigos auténticos en los que apoyar nuestro cansancio.

Soy un privilegiado. Por tener, tengo hasta amigos. Muy pocos, eso sí, pero muy de verdad.

Amigo mío, amiga mía que me lees ahora y que sabes que desde hace años nuestros corazones se comunican en lo más profundo. Gracias por tu amor. Gracias por tu mano siempre abierta. Que sepas que este cura hoy quiere decirte, deciros… te quiero, os quiero… y doy gracias a Dios por poder vivir con vosotros ese amor que canta Pablo, que goza con la verdad y nos hace más de Dios, que es capaz de dar todo, hasta la vida por el otro. Nadie tiene amor mayor… Que Dios os pague tanto. Y que Él me ayude a no defraudar tanto amor.

1 comentario :

Anónimo dijo...

Hola, Claudio:
De nuevo:
SALUDOS DESDE ESPAÑA.