11 de septiembre de 2008

QUÉ ES EL POBRE


Extractado del segundo capitulo del libro:

Escuchemos al pobre: Aportes para una antropología del pobre

Autor Federico Carrasquilla M.

Editado por Centro de Investigaciones Sociales – Colombia - 1996


Concretando el concepto

En la literatura actual existen muchas definiciones de pobreza: se habla de pobreza cultural, de pobreza intelectual, de pobreza moral, de la pobreza como miseria, etc. Para comprender estos conceptos debemos precisar lo que entendemos por pobreza y por pobre, porque de lo contrario terminaremos por no saber de qué hablamos. Hay que buscar un concepto, a manera de un hilo conductor, que permita orientar la reflexión. Partir de una "experiencia original" en la que toda persona esté de acuerdo. Esta experiencia original se puede expresar diciendo que pobre es el que carece de bienes materiales o el que siente las carencias de bienes materiales. Expliquemos esto: pobre es el que carece de bienes materiales, esta es la “experiencia original” de pobre y de pobreza, una persona puede que no sepa definir qué es ser pobre, pero con seguridad sabe distinguir un pobre de un rico, por la sola apariencia externa de carencia o no carencia de bienes materiales.

En segundo lugar, ¿cuándo una persona se siente pobre? Cuando siente la carencia de bienes materiales. Un rico se siente pobre cuando siente la carencia de algo material, cuando se le daña el carro, el televisor, cuando no tiene joyas, etc. Por eso la carencia de bienes o el sentir esas carencias es la experiencia original. Es la experiencia que toda persona, de cualquier clase social y de cualquier parte, puede tener. Notemos que no se dice, bienes materiales necesarios, sino simplemente carencia de bienes materiales, y esto porque el concepto de "lo necesario" es relativo y, además, comparativo, por ejemplo, un indígena no se siente pobre sino cuando llega a la ciudad y lo hacen vivir la pobreza.

La persona mientras no sea consciente de las carencias, no se siente pobre, aunque de hecho carezca de muchos bienes, y al contrario, sufre la carencia de algo y se considera pobre, aunque por otra parte tenga abundancia de bienes. A partir de esta descripción de pobreza como carencia o como sentimiento de la carencia de bienes materiales, se dan dos manera de ver al pobre:

1. El concepto clásico de origen europeo, que es la manera tradicional que ha dominado en el pasado en forma generalizada en todo el mundo y que ha influenciado y sigue influenciando el pensamiento universal.

2. El concepto latinoamericano, que surge a través de la experiencia de estos países, sirve de base para la Teología Latinoamericana.[1][3]

CONCEPTO CLÁSICO DE POBRE

1.- Cómo se presenta

Se parte del sentido original de pobre: pobre es el que carece de bienes materiales, pero inmediatamente se le da un calificativo moral: se miran esas carencias como algo malo.

Ser pobre, es una desgracia, es algo negativo, es ser menos, y aunque se le reconozcan ciertos valores, de todas maneras, se debe eliminar la condición de pobreza porque es destructora. Así pues, si ser pobre es algo malo, la actitud inmediata frente a la pobreza es que hay que suprimirla y para ello hay que buscar las causas. La reflexión frente a la condición de pobre es pues causal.

2.- Las causas

Las causas de la condición del pobre que ha elaborado la teoría clásica son:

a) El destino, la naturaleza o Dios. Es la causa más común en la mentalidad de todo el mundo y que aparece muchas veces, aun en las páginas de la Biblia. Se es pobre "por de malas", porque "Dios nos hizo pobres”, por el destino. Son frases que repite nuestro pueblo y que constituyen el subfondo de una mentalidad común.

b) Mala voluntad de las personas, ya sea del rico o del pobre. Ante todo la mala voluntad del rico. Ya aparece en la Biblia y es lo que muestran los textos de los primeros Padres de la Iglesia, reflejando aquí también el sentir común: la pobreza se debe a la mala voluntad de los ricos. A que ellos acumulan lo que a los otros les hace falta.[2][4] La mala voluntad del pobre. "Los pobres son perezosos", "no saben ahorrar", "no les gusta trabajar", "malgastan todo", dice la gente. Se es pobre porque se quiere ser pobre.[3][5] Son de todas maneras la forma como se justifica la razón de ser de la pobreza.

c) El Sistema Social.La tercera causa es la estructural: la pobreza se debe a un sistema. Es la estructura social la culpable de la pobreza y de la existencia del pobre. Esto fue lo que introdujo Marx y ha llegado a ser patrimonio común del pensamiento actual. Marx lo expresa muy bien en una frase clásica: "no es el capitalista el que es malo, es el sistema". En este sentido no se habla tanto de pobre, sino de “empobrecido”.

3. - Consecuencias

Las consecuencias de la concepción clásica son las siguientes:

1) La visión que se tiene de la existencia pobre es negativa, ser pobre es una cosa mala. Por eso hay que acabar con la pobreza.

2) Esta manera de mirar al pobre determina todas las actividades que se han tenido y que se continúan teniendo con el pobre, así: Si se asume que la causa es el destino, la naturaleza o Dios, toda la actividad frente al pobre debe ser de beneficencia. Se acude entonces, a las obras de caridad, de asistencia o de beneficencia para solucionar el problema del pobre. Esta forma de pensar aparece, por ejemplo, en las reflexiones de algunos Obispos latinoamericanos que proponen la opción por el pobre de esta manera: “Hay que optar por el pobre de la misma manera que en una casa, cuando hay un enfermo o un débil mental, toda la preocupación va hacia él”. Es decir, así como la enfermedad es causada por la naturaleza, lo mismo pasa con la pobreza, por eso se debe tener compasión de los pobres, porque ellos no tienen la culpa de su desgracia y hay que ayudarles a través de la caridad. Se debe tener una preferencia por el pobre, ya que le tocó ser pobre. Es la mentalidad que subyace también en muchas obras sociales, que ordinariamente tienen una aceptación grandísima en la sociedad.

Si la causa es la mala voluntad del rico, la actividad se enfoca en una línea de conversión y de educación del rico para que ayude al pobre. Es la explicación que aparece como justificación en los Colegios Católicos de las clases altas y de ciertos movimientos religiosos cuando se les cuestiona desde una perspectiva evangélica, ya sea su dedicación preferencial al mundo rico, o su falta de proyección social.

A las comunidades religiosas cuando se les cuestiona el no tener una proyección social, ellos responden que sí la tienen, porque buscan la conversión del rico, y si éste se convierte, va a cambiar necesariamente de comportamiento. Y agregan que el Evangelio tiene que tocar únicamente el espíritu sin necesidad de meterse en política, porque consiguiendo la conversión del rico se va a lograr que varíe su comportamiento con el pobre, ya sea haciendo caridad o cambiando las leyes. Muchas universidades católicas tienen esta orientación: si se educa bien a los ricos, que son los que van a dirigir el país, entonces éstos cambiarán. Si se asume que la causa de la pobreza se debe a la mala voluntad del pobre, el trabajo debe estar centrado en una tarea de promoción y de educación del pobre, enseñándole a ser precavido, a que ahorre, que abandone costumbres negativas como los vicios del juego, el alcohol etc.

Si la causa es el sistema social, las actividades son de cambiar el sistema y de capacitar políticamente al pobre, para lograr cambios reformistas o revolucionarios del sistema. Esta dirección fue la que primó en la década del setenta. Si quienes trabajan con el pobre no lo concientizan y politizan, se decía, terminan siendo cómplices de toda la destrucción del pobre. Por eso cualquier otra tarea que se haga con el pobre era considerada como ineficaz y alienante. Esta ha sido la actitud en general de los grupos de izquierda. Un caso extremo es el de "Sendero Luminoso" que se oponía a todo trabajo social y de promoción comunitaria, porque cualquier tipo de actividad que no fuera una política encaminada a terminar con el sistema estaba descalificada porque atrasaba la revolución, porque ésta se apuntala en la necesidad de agudizar las contradicciones. 3) Toda actividad con el pobre debe buscar primordialmente quitarle las carencias materiales. Si no se eliminan las carencias, toda actividad termina siendo alienante. Por ello es posible liberar al pobre, aun por la fuerza. Como pobre es quien carece de bienes materiales y esto es malo, en último término la liberación del pobre se logra cuando salga de su pobreza, es decir, cuando se le quiten las carencias materiales. Es así como en los estados socialistas cuando el pobre se oponía a los cambios del sistema era porque no tenía conciencia y, por consiguiente, se le podía liberar aunque se opusiera, porque se le estaba haciendo un bien.

4) Aunque la concepción clásica lleva implícita una valoración negativa del pobre, han surgido explicaciones que pretenden dignificarlo, más que todo a nivel de persona, pero no de su condición de pobre. Sin embargo, se han dado ciertas valoraciones positivas del pobre como son la valoración humanista, la religiosa y la política.

Veamos como se presentan: La humanista, es la más común y en ella al pobre se le valora no como pobre, ni por ser pobre, sino como persona y por ser persona. Como pobre no vale, pero sí como persona. Es lo que aparece en expresiones populares tales como “soy pobre pero honrado”, “soy pobre pero de buena familia”.

Detengámonos un momento a analizar estas expresiones: en el fondo, por una parte, reivindican el valor del pobre a pesar de ser pobre, pero por otro lado es una aceptación de que el pobre como pobre no vale, es una marca negativa que tiene la persona. Sin embargo, se puede argumentar que su condición de pobre no le ha hecho perder su valor de persona. De todas maneras lo que hay en la realidad es la negación del pobre como pobre. Lo curioso de estas frases (soy pobre pero honrado, etc.), es que nunca se dicen del rico, porque al rico siempre se le ha reconocido su identidad como tal.

En otras palabras significa que el rico merece que lo traten como rico, porque impone su carácter de rico; él no tiene que insistir en que le reconozcan su condición, en cambio el pobre sí tiene que hacerlo. "Yo vivo en un barrio popular pero soy honrado". A nadie se lo ocurre decir "Yo vivo en un barrio rico pero soy honrado". Es decir, bajo la apariencia de la valoración como persona, se le está negando al pobre su identidad de persona pobre. La valoración religiosa es mucho más sutil y se basa en que en el pobre hay que reconocer a Dios, a Jesús.

El pobre como pobre no vale, pero como a Dios se le ocurrió hacerse pobre entonces hay que querer al pobre porque Dios lo amó. Y como Dios se identificó con los pobres: “lo que hagan al más pequeño de estos mis hermanos a mí me hacen” (Mt.25.40), entonces “hay que amar a los pobres por amor a Dios”. ¿Es este el sentido exacto de la posición evangélica? Seguramente no. Esto lo veremos en el capítulo quinto. Por ahora digamos solamente que si se quiere comprender el sentido del pasaje evangélico es preciso ir más lejos y preguntarse: ¿Por qué Dios escogió a los pobres? Esto nos dará quizás el auténtico sentido religioso del pobre. El famoso filósofo francés M. Merleau-Ponty que en su época de estudiante llegó a ser presidente de la Unión de Estudiantes Católicos y que después se volvió ateo, decía que él había perdido la fe cuando se dio cuenta que los cristianos amaban a los otros, sólo por amor a Dios y no porque reconocieran los valores del otro. Exagerando un poco, de esta valoración religiosa se podría decir, viendo la manera como es vivida por muchísimas personas, que el pobre no vale nada, pero como a Dios le dio por hacerse pobre, hay que respetar esta actitud del Señor sin cuestionarse el por qué Dios se hizo pobre, y qué vio en el pobre para Él asumir su condición.

No se valora al pobre como pobre, pero por amor a Dios se hace un sacrificio para aceptarlo. Esto piensan y sienten muchas personas. Al cristiano corriente le cuesta mucho descubrir que el pobre vale, no sólo como persona, sino en su condición de pobre. La valoración política es la que se da sobretodo en el marxismo, en donde hay un avance al reconocer la valoración del pobre como clase portadora de un hombre nuevo. Sin embargo, en el fondo, para el marxismo el pobre interesa sólo como fuerza política; por eso el pobre miserable y marginado, es inútil y desechable, en él no se puede confiar. Por ello Marx utilizó la palabra "lumpen" para hablar de los pobres de más bajo nivel. Lumpen en alemán significa "trapo sucio". Es decir, el pobre que sirve como fuerza política vale, pero el que no tiene conciencia política daña los trabajos políticos. El hombre nuevo que surge de la revolución lo aporta, no el pobre como tal, sino el proletariado como fuerza, como clase, que son los que hacen la organización política. Así, pues, el pobre como pobre no vale. Sólo vale si tiene conciencia política. Por eso es normal que al perder el pobre su valor de fuerza política con la caída del llamado “socialismo real”, haya perdido igualmente todo interés político. También existen unos intentos de valorar al pobre como pobre, que aparecen en algunos escritos de autores europeos con el título de "Con los Pobres, contra la pobreza". En realidad, el sentido del primer término, "Con los pobres" es "con los pobres como personas", pues no se puede estar con los pobres como pobres y al mismo tiempo estar contra la pobreza, ya que lo que hace la condición de pobre es precisamente la pobreza.[4][6] Como conclusión, podemos decir que en el concepto tradicional de pobre, la pobreza es lo que impide la realización de la persona, y por eso hay que luchar por eliminarla. El pobre no llega a ser realmente persona sino en la medida en que se le arranque de su condición de pobre. A esto se resume toda la lucha por el pobre. Aunque se presenta como una lucha profundamente humanista, en realidad es por sí misma negadora de la condición de pobre. Para ellos, toda actividad con el pobre debe propender por quitarle la pobreza para que llegue a ser persona, porque mientras el pobre permanezca como pobre, estará disminuido en su condición de persona.

4. - Juicio crítico sobre el concepto clásico de pobre

Crisis en las actividades con el pobre

Ante todo constatamos que hoy todas las actividades con el mundo pobre han entrado en crisis, no porque se descubran como falsas, sino porque aparecen cuestionamientos nuevos dignos de tenerse en cuenta. Veamos brevemente algunos de ellos.

La beneficencia

Ésta que fue la posición clásica durante siglos como forma de ayuda a los pobres, hoy se cuestiona, a veces, muy radicalmente. Cuando se descubre la raíz estructural de la pobreza, muchísima gente critica estas obras y las tilda de paternalistas.

Pero, sin que se tenga un rechazo por la beneficencia, hay que preguntarse: ¿Basta simplemente la ayuda material? ¿Es siempre benéfica para el mismo pobre? Darle lo material al pobre, le alivia ciertamente sus carencias materiales, pero, ¿no le quita al mismo tiempo su dignidad de persona, impidiendo que se sienta responsable de su propia vida? ¿No son en último término las obras de beneficencia una complicidad con un sistema y unas estructuras que producen esos pobres a los cuales la beneficencia ayuda?

Vale citar una frase de Monseñor Helder Camera:

"Cuando le ayudaba a los pobres, todo el mundo me decía Santo, y cuando me preocupé por buscar y denunciar las causas de la pobreza, todo el mundo me llamó Comunista".

¿Significa que se deban suprimir en forma total las obras de beneficencia? Lo que se debe buscar es no limitar la ayuda al pobre a meras acciones caritativas. La beneficencia es destructora cuando no promueve al pobre, cuando le crea dependencia y lo acostumbra a recibir la limosna, pero por otra parte es evidente que la beneficencia es necesaria. Existen situaciones de extrema pobreza o casos de catástrofes que la requieren, fuera de que es una práctica con la que se expresa solidaridad y afecto. Puede suceder como le ocurrió a unos religiosos de un barrio popular que decidieron no volver a dar limosna, y un día oyeron que un mendigo le decía a otro: -"Donde los curas no pidamos, que ellos no nos dan, seguí donde el vecino". ¡Resulta que en el barrio ellos eran los únicos que no les daban a los pobres! ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo replantear toda la cuestión de la beneficencia?

Las obras educativas y los llamados a la conversión

Realmente muchas de las situaciones del pobre son producto de la mala educación (ejemplo: los malos hábitos alimenticios, la falta de organización, etc.). Pero la educación por sí sola no basta. Existen otras situaciones y causas que condicionan la vida del pobre, que no se pueden enfrentar con actividades educativas. Además, las preguntas que hay que hacerse son: ¿educar para qué? ¿hacia dónde apunta la educación del pobre? ¿promover al pobre para qué? ¿para que se haga rico?, es decir, ¿para que deje de ser pobre? Lo mismo se puede decir de las llamadas a la conversión, éstas ciertamente tienen un valor. De hecho toda renovación religiosa viene de una llamada a la conversión, ¿pero basta esto?, o quizás más profundamente hay que preguntarse: ¿en qué consiste la conversión evangélica? ¿dónde se da el auténtico encuentro con Dios, punto de partida de toda conversión?

La revolución, el cambio social.

La caída de los países del Este ha sido un golpe mortal para toda la lucha por el pobre. De repente toda esta orientación hacia el cambio de estructuras, entra en una profunda crisis. ¡Se cambiaron las estructuras y el resultado fue peor! Fue el mismo pueblo el que derrumbó los regímenes construidos "por el pueblo y en servicio del pueblo". Pero aquí se plantea el mismo problema: ¿Esto qué quiere decir? ¿será que el sistema social no es causa de la pobreza? ¿y que no hay que cambiar el sistema? ¿será que el capitalismo sí trae bienestar para el pobre? ¡Evidentemente que no!, entonces, ¿qué hacer? En consecuencia frente a la crisis de las actividades con relación al pobre, la pregunta es: ¿hay que actualizarlas y modernizarlas?, o el problema consiste ¿en qué el concepto de pobre que subyace y que determina estas actividades, ya no es válido? Esta segunda opción es la que se propone en este libro, o sea, la de cuestionar el concepto de pobre que se ha manejado en la realización de las diferentes actividades con el pobre. Pensamos que la crisis no está propiamente en las actividades ‑que de hecho se tienen que actualizar y modernizar‑, sino en el concepto de pobre que se ha venido manejando. De todas maneras hay que hacer actividades, pero, éstas deben estar sustentadas en otro concepto de pobre que permita realmente ponerlas al servicio del pobre como pobre.

El concepto clásico de Pobre, hoy es insuficiente

En la actualidad existen una serie de planteamientos y cuestionamientos absolutamente nuevos, que muestran que el concepto clásico de pobre es insuficiente. Ellos son: 1) El pobre no se debe desclasar.

2) Es preciso que el pobre sea sujeto de su propio desarrollo.

3) El pobre debe mantener su identidad de pobre.

4) Hay que “hacerse como los pobres”, “hay que vivir como los pobres” Esto último se plantea sobre todo en la búsqueda que hace hoy toda la Iglesia latinoamericana, y en especial las comunidades religiosas de acercarse al mundo pobre y de ir a vivir entre los pobres. Vamos a ver un poco en detalle cada uno de estos planteamientos y a constatar cómo en el fondo son incompatibles con el concepto clásico de pobre.

El pobre no se debe desclasar

Se dice con frecuencia que el pobre se desclasa, porque cuando sale de su condición de pobre reniega de su grupo, se vuelve arribista, pretende subir cada vez más, busca tener y tener, como una compensación por sus carencias anteriores. En relación con la vida religiosa también se argumenta que la persona pobre se desclasa porque en su hogar padece carencias, que no sufre en el convento. Mirando este cuestionamiento con el concepto clásico de pobre nos preguntamos: ¿Qué significa no desclasarse? ¿Qué significa mantenerse fiel a su clase? Porque si ser pobre es una desgracia, necesariamente tiene que desclasarse, es decir, al promoverse tiene que dejar de ser pobre, abandonar su condición de pobre. A no ser que no desclasarse vaya a significar simplemente luchar por los de su "antigua" clase, lo que en realidad es demasiado superficial.

Dentro del concepto clásico de pobre no se le puede pedir al pobre que no sea arribista, ya que desde niño se le está mostrando y diciendo que ser pobre es una desgracia. ¿Cómo puede pedírsele que cuando tenga oportunidad de salir de la pobreza no se desclase, que no se deje ilusionar por el mundo del rico y la sociedad del consumo, cuando toda la publicidad le está mostrando que poseer televisores grandes, lujos y joyas, es necesario para ser persona? Qué vestirse con ropa de marca, es necesario para atraer las amistades y la valoración social... En síntesis, si se ha vivido con unas carencias angustiantes no se le puede pedir al pobre que no busque acomodarse en una nueva clase social.

Una religiosa de un medio bastante pobre me contó un problema que tuvo con su Superiora. Una noche le pidió una cobija de más, porque estaba haciendo mucho frío. La Superiora le dijo que no había posibilidad de buscarla en ese momento, que ella podía sacrificarse pensando en los pobres que no tenían con qué cobijarse. La religiosa estalló en llanto porque se acordó que ella apenas tuvo su primera cobija a los 7 años, ya que antes se había cobijado con costales, y ahora le parecía injusto que se le pidiera regresar a su condición anterior.

Es bien conocida la canción de Alí Primera: Muchacho hijo de obrero/ no te rindas a esta gente por el dinero/ si tu mamá se fregó por ti/ si tu papá se fregó por ti/ no des la espalda a tu gente/ vive consciente/ la lucha es aquí/.

¿Qué significa esto? ¿Qué quiere decir “no darle la espalda a tu gente?" ¿Significa solamente luchar en solidaridad con el pobre? ¿No es esto algo muy superficial y que tiene cierto sabor paternalista? Pensamos que con el concepto clásico de pobre estos interrogantes son imposibles de responder.

Ser sujeto de su propio destino

Al pobre se le pide que sea él mismo como pobre, sujeto de su propio destino. ¿Pero es esto comprensible y asumible, cuando siempre se le ha mostrado que ser pobre es una desgracia y se ha denigrado de esta condición? También aquí cabe preguntarse, ¿qué significa pedirle al pobre que se haga sujeto? ¿Sujeto como pobre o sujeto simplemente como persona? Con el concepto de pobre que se tiene no se le puede pedir al pobre que se haga sujeto como pobre, porque nadie puede hacerse sujeto de algo malo, de algo que lo destruye.

Mantener su identidad de pobre

Se critica al pobre porque cuando está fuera de su clase o cuando se promueve social o culturalmente, por ejemplo, cuando llega a ser profesional, pierde o reniega de su identidad de pobre. Pero también hacemos aquí el mismo planteamiento, ¿cuál identidad? ¿como persona simplemente o como persona pobre? ¿es posible encontrar y mantener la identidad de algo negativo? Lo negativo que tiene la persona se debe aceptar y asumir pero nunca puede ser elemento de identidad.

Hacerse como los pobres

En el plano religioso después del Concilio Vaticano II, sobre todo en la Iglesia Latinoamericana, se dice mucho "hay que hacerse como los pobres", "hay que ser como los pobres".

Se critican muchas actitudes y muchas situaciones de la Iglesia y a las comunidades religiosas con el argumento de que "así no son los pobres", "eso no es de una persona pobre". ¿Qué se quiere decir con todo esto? Frases incomprensibles en el contexto clásico de pobre. Porque si ser pobre es algo malo, yo no puedo buscar para mí lo que es malo en los otros. “Mi única actitud es luchar contra la pobreza”. Muchas veces he oído este planteamiento de personas religiosas para quienes optar por el pobre es simplemente luchar para que salgan de su pobreza, pero de ninguna manera hacerse pobre, porque dicen: ser pobre o es algo bueno o algo malo. Si es algo bueno, ¿por qué quitarle esta condición al pobre? Pero si es una cosa mala, ¿por qué buscar ser pobre? Se le pide al religioso que luche contra la condición del pobre, pero que a la vez permanezca él en esa condición.

Que el pobre mejore su vivienda, que tenga alimento nutritivo, que mejore en general sus condiciones de vida, pero que el religioso sea más pobre, y que busque para él lo que le está quitando al pobre, es un razonamiento contradictorio e ilógico. La actitud que se toma frente a las enfermedades nos puede ayudar a ver la contradicción que hay al valorar la pobreza a partir de este concepto clásico de pobre. Se le dice al enfermo que tenga valor, que con fortaleza será capaz de salir adelante, porque a pesar de la enfermedad se le reconoce su condición de persona. De ninguna manera se le dice "te felicito, qué bueno que estás enfermo". Se reconoce que la enfermedad es una cosa mala, pero tampoco a nadie se le ocurre buscar enfermarse para solidarizarse con el enfermo. Insistimos, en que el concepto que se tiene del pobre no permite afrontar estos problemas, por lo tanto es insuficiente, es inadecuado para enfrentar los nuevos planteamientos sobre el pobre.

Más radicalmente, este concepto de pobre es inaceptable

Yendo más lejos, decimos que este concepto clásico de pobre no sólo es insuficiente por lo que hemos expresado, porque no permite enfrentar la nueva problemática del pobre, sino que es radicalmente inaceptable por dos razones: primero, le niega al pobre su identidad de pobre, y segundo, presenta implícitamente al rico como modelo de hombre.

El concepto tradicional de pobre, le niega al pobre su identidad de pobre; se le mira como persona, pero no como persona pobre. En cambio el rico tiene identidad como rico, nadie siente vergüenza de presentarse como rico, pero sí como pobre. En una "hoja de vida" se saca todo lo que se tiene de rico, pero se oculta lo que se tiene de pobre, porque el pobre no tiene identidad. La sociedad capitalista no sólo destruye al pobre económicamente, sino lo que es peor, lo destruye síquica y moralmente. Le quita su identidad de pobre. Este concepto de pobre implícitamente presenta como ideal el modelo del rico, porque si ser pobre es una cosa mala, lo bueno es ser rico. No sólo se niega la identidad de pobre, sino que se presenta como modelo la existencia rica. Si el pobre no vale porque carece de bienes materiales, y estas carencias hay que quitarlas, implícitamente lo que se dice es que el ser rico es lo que vale y tener bienes materiales es lo que valoriza la persona. La televisión y la publicidad son los medios por excelencia para presentar la imagen del pobre sin identidad y sin valores, cuando buscan introducir todo lo de la existencia del rico como lo único valioso y deseable. En las telenovelas, por ejemplo, se aprecia con más intensidad esta intención de negar toda la identidad y valores del pobre. Vivimos un mundo que lucha por mostrarnos como ideal, la vida del rico.

CONCEPTO ACTUAL DEL POBRE DE ORIGEN LATINOAMERICANO

Ya hemos visto cómo al pobre se le ha negado su identidad desde siempre, y para que pueda ser realmente persona tiene que volverse rico. Frente a esta situación se ha venido elaborando un nuevo concepto de pobre en Latinoamérica a partir de la reflexión teológica propia del Continente. Ella busca presentar un concepto de pobre que exprese la realidad positiva del ser pobre y permita replantear las actividades con el pobre, que ni lo desclase ni le niegue su identidad de pobre. En esta parte se verán tres aspectos: Cómo se presenta. Consecuencias. Juicio crítico.

1. - Concepto latinoamericano de pobre

El concepto latinoamericano de pobre parte del concepto universal de que pobre es el que carece de bienes materiales o siente las carencias. Pero la perspectiva nueva es que en el concepto clásico se le da a las carencias un calificativo moral, se dice que la pobreza es un mal. En el nuevo concepto se le da un calificativo existencial, es decir, que el carecer de bienes materiales, no es una cosa mala, tampoco es una cosa buena, es un simple dato de existencia. En esta forma se rompe el dilema moral entre bueno y malo. Es lo mismo, que decir que el europeo es blanco, el africano es negro, el americano es cobrizo.

Son datos que no tienen ninguna connotación moral, porque no representan un juicio de valor. Si se parte de que las carencias son simples datos de existencia, la reflexión no se orienta en sentido causal sino existencial: se busca ante todo ver qué significan en el pobre esas carencias y qué efectos le están produciendo. La carencia de bienes materiales hace que la persona mire la realidad de una manera que le proporciona una experiencia propia de la vida; le da una forma peculiar de sentir la vida: no se mira el transporte de la misma manera, si se tiene coche o si no se tiene; la actitud como cada quien se sitúa frente a los demás es diferente si se tienen o no bienes materiales.

Las carencias tienden a producir destrucción o deterioro, porque le impiden a la persona desarrollar sus capacidades de vida. Así por ejemplo, el no poder estudiar ni desarrollar la inteligencia. Un niño desnutrido no puede tener la misma capacidad intelectual que otro bien alimentado, porque en el desnutrido se produce un deterioro en sus potencialidades de hombre. En ambos casos se dan distintos niveles de destrucción. En la visión clásica del mundo pobre, todo el análisis se hace desde las carencias mismas. En la visión latinoamericana está centrada en las vivencias de esas carencias y en la destrucción que producen.

Precisemos un poco: Primero, el carecer de bienes materiales produce una manera propia de mirar el mundo, una visión del mundo que se expresa a través de valores o antivalores. Por el momento no afirmemos si son auténticos o no, porque se requiere una reflexión posterior. Simplemente se afirma que las carencias materiales marcan el ser de la persona dándole una manera propia de mirarse a sí mismo, de mirar a los demás y de mirar la naturaleza.

Segundo, el carecer de bienes materiales puede producir una destrucción del pobre. Destrucción que se puede definir como un deterioro físico o síquico que impide a la persona realizar sus potencialidades humanas. De esta manera, no se empieza diciendo que la condición de pobre es mala, se dice que en el pobre hay una destrucción, un deterioro y luego se dice que esa destrucción es la mala. No se califica al pobre, se analiza que el pobre por carecer de bienes materiales puede llevar una existencia destruida, lo cual sí es un mal.

Tercero, la visión del mundo que tiene el pobre (con sus valores y antivalores) es inseparable de las carencias, pero no se identifica con ellas. La visión del mundo del pobre es inseparable de las carencias, es decir, no se pueden dar si no se dan las carencias. Por ejemplo, el compartir, que es una característica típica del mundo pobre, no se da si de hecho no hay una renuncia, una entrega de bienes materiales. Pero esta visión del mundo pobre, no se identifica con las carencias. Es decir, no basta con carecer de bienes para que se tenga esta visión Las carencias por sí solas no proporcionan los valores de la existencia pobre, por el contrario, cuando son extremas producen la destrucción, sustituyendo valores por antivalores. Sin embargo, aun en las personas más destruidas, como un pordiosero o una prostituta, aparecen comportamientos que revelan los valores que son propios del mundo pobre.

Cuarto. La destrucción del pobre es inseparable de sus carencias, pero no se identifica con ellas. La destrucción es inseparable de las carencias. Es decir, la destrucción es el producto de las carencias. Por ejemplo: la desnutrición, la falta de educación, la poca esperanza de vida del pobre, son el producto de las carencias materiales y si se quiere quitar esa destrucción, necesariamente hay que atacar las carencias. Pero también decimos que esa destrucción no se identifica con las carencias. Cuando se expresa que la destrucción del pobre no se identifica con las carencias, significa que no basta con tener carencias para que siempre se produzca la destrucción. Tal es el caso concreto de las carencias que se asumen voluntariamente: pueden ser aun mayores que las de los pobres y no por eso la persona se siente destruida. En América Latina es conocida la vida del hermanito Enrique (de los hermanitos de Jesús del Padre Foucauld) quien desde hace más de 30 años recorre los países de Latinoamérica compartiendo la vida de "la gente de la calle".

Materialmente es un pordiosero y tiene las carencias materiales de los que viven en la calle, pero esas carencias, no sólo no lo destruyen, sino que le permiten vivir su vocación.

Quinto. La destrucción del pobre es de tipo existencial y cultural. Lo grave no es carecer de bienes materiales, sino el efecto que pueden producir esas carencias. Por eso la pobreza no es una condición simplemente material, es una condición existencial: la persona a causa de las carencias materiales se siente destruida, siente que no es reconocida como persona.

Ejemplos de personas destruidas Veamos algunos ejemplos que permiten comprender cómo la destrucción del pobre es fundamentalmente existencial.

a) Destrucción de un trabajador. Un hombre se me acercó a pedirme un certificado de buena conducta para trabajar. Como hacía poco lo había visto trabajando en una construcción, le pregunté: por qué lo necesitaba, si él trabajaba. Él me respondió que lo habían despedido. Ante la pregunta de por qué lo despidieron, me dijo con bastante vergüenza, que por haberse robado una herramienta y me explicó: ‑ Padre, yo nunca he robado nada, pero la semana pasada mi señora llegó al lugar del trabajo con mi niño enfermo, a quien el médico le había recetado unas medicinas; no tenía dinero y le pedí al supervisor que me prestara, pero éste no lo hizo, yo me desesperé y pensé que no podía dejar morir a mi hijo; por eso resolví sacar una herramienta para empeñarla, pero cuando traté de sacarla, el portero me sorprendió con ella y entonces me despidieron. Yo nunca había robado nada, pero no sé que me pasó. Créame Padre, que yo no soy un ladrón. El problema de la destrucción de esta persona no está en no tener dinero para conseguir las medicinas, sino en que por no tener dinero tuvo que robar y eso lo hace sentirse destruido como persona.

b) Destrucción de una madre de familia: Una señora llegó a mi despacho a pedirme que quería confesarse conmigo. De inmediato se puso a llorar y dijo que ella tenía dos crímenes que creía que Dios no se los perdonaba. Contó que había quedado viuda con 8 hijos y no había sido capaz de "soportar la pobreza" (Yo en un principio, no entendía el por qué muchas personas se confesaban de "no poder soportar la pobreza").

La señora continuó que ante tantas dificultades ella le dijo a una hija: "Vaya mija a buscar trabajo, pero si no lo encuentra consiga hombres". Y así mi hija se dedicó a la prostitución y hace dos años que desapareció, por eso Padre, yo maté a mi hija.

A otro de mis hijos también lo mandé a conseguir trabajo y le dije que si no lo podía hacer que robara, porque no nos podíamos morir de hambre, y hace poco, robando lo mataron. Yo también maté a mi hijo. La destrucción del pobre está, pues, en que por causa de la pobreza, ésta los induce a hacer cosas que no querían hacer y que lo destruían como persona. En ese momento entendí el por qué la gente pobre se acusaba de "no saber soportar la pobreza". Esta expresión significaba que para ellos la pobreza los había llevado a cometer actos que los destruían.

c) Destrucción de un niño. Llegó un niño a mi cuarto del Barrio y me ofreció en venta un juguete viejo. Yo no le hice caso, pero él insistía, lo miré, y vi que tenía los ojos llorosos. Le pregunté por qué lloraba, y él me dijo que en su casa no había comida y que su mamá lo había mandado a pedir limosna, pero que a él le daba vergüenza.

Ella le pegó y lo echó de la casa diciéndole que no volviera sin llevar algo a la casa. El niño terminó diciéndome que como lo único que tengo es esto (el juguete), lo estoy vendiendo. Yo le di unas monedas. Inmediatamente al niño se le salieron dos lágrimas y me dijo: "Tome pues" y me quiso dar el juguete. Luego, a los ocho días vi al niño en el centro de la ciudad pidiendo limosna; cuando él me vio salió despavorido y nunca más lo volví a ver. Ahí también se descubre la destrucción del pobre. El niño propiamente no sufría por las carencias, sino porque a causa de ellas se vio obligado a vender lo único que tenía y obligado a hacer lo que le daba vergüenza. En este niño queda una destrucción de por vida. Ese niño ha quedado para mí también como el símbolo y la expresión de estos pueblos pobres: que se ven obligados a vender lo único que tienen y que los hace vivir. [5][7] Como conclusión podemos decir que este es un enfoque distinto al del marxismo y al del capitalismo, porque en estas corrientes el problema del pobre se enfoca sólo como económico, o sea, que se centra en las carencias materiales. En el enfoque latinoamericano, sin que deje de importar lo material, el análisis se centra en las consecuencias de las carencias, no en las carencias en sí mismas. Ello no implica pasar de lo material a lo espiritual, sino tener como base lo material para comprender la destrucción de la persona, que es de tipo primordialmente existencial: el pobre aparece como un no hombre, lo que analizaremos más adelante. Esta nueva concepción sobre el pobre tiene grandes implicaciones en el trabajo con el pobre.

En la visión clásica, todo el trabajo con el pobre debe empezar por lo económico, pero en esta visión (la que presentamos en este libro), se debe empezar valorizando su visión del mundo y atacando su destrucción, que es existencial, y desde ahí, atacar lo material. El problema del pobre se desplaza entonces, de lo material a lo existencial y desde ahí se mira lo material. En esta forma se dirime la dualidad con que se ha manejado el trabajo con el pobre, cuando se queda sólo en lo material o cuando se limita a los aspectos de tipo educativo o espiritual.

2. - Consecuencias de este nuevo concepto de pobre

Primera consecuencia. Se presenta una imagen positiva del pobre

El pobre es una persona que tiene algo que lo caracteriza, que lo identifica como pobre: es su visión del mundo, y a la vez tiene una tarea, liberarse del deterioro físico o existencial que padece a causa de las carencias materiales.

En el concepto clásico de pobre, a éste se le define por lo que no es, o sea, por sus carencias. Aquí, en cambio, el pobre se define por lo que es: él tiene una manera de mirar el mundo y una destrucción que se convierte en tarea a realizar, salir de ella.

Lo negativo, sin dejar de ser negativo, se transforma en tarea, es algo parecido a lo que se le dice al enfermo, usted está enfermo, pero debe recobrar la salud. En este sentido no es lo mismo ver la destrucción, como una marca, como una tara, a verla como un reto.

Segunda consecuencia. Al pobre nadie lo puede liberar

Si el problema del pobre estuviera en las carencias materiales, otros lo podrían liberar. Pero si el problema está en los efectos que producen esas carencias, entonces, nadie lo puede liberar. Él es el único que puede descubrir el valor de su visión del mundo, y el único que puede luchar contra su destrucción. Se le puede ayudar, para que él mismo se libere, ya que nadie puede imponer los valores a la persona. A alguien se le pueden imponer condiciones materiales, pero no se puede obligar a vivir unos valores. Sin embargo, esa tarea se tiene que hacer con otros, como toda tarea humana.

Freire dice: "Nadie se educa solo, nadie educa a otro, todos nos educamos con los otros". Del mismo modo podemos decir: “nadie libera a otro y nadie se libera solo, es misión que se consigue en común”. Por eso el pobre necesita de los otros para que lo ayuden, pero es el pobre, quien se tiene que liberar. Esta es otra diferencia entre la concepción clásica y la concepción latinoamericana. En la primera el problema básico es lo material, lo económico, que puede ser solucionado sin la participación del pobre. Pero en la posición latinoamericana la misión del pobre es que asuma sus valores y luche contra su destrucción.

Esto nadie puede hacerlo por él, es decir, que el pobre tiene que ser sujeto de su propia liberación. Así el pobre deja de ser “objeto de beneficencia”, ese alguien a quien “hay que hacerle favores”, y se convierte en una persona que necesita ayuda como cualquiera. Al respecto veamos lo que expresa Leonardo Boff: “El común de las personas considera al pobre como aquel que no tiene nada (comida, casa, vestido, trabajo, cultura). Los que poseen bienes materiales, se dice, tienen que ayudarle a liberarse de su pobreza. Esta estrategia va cargada de buena voluntad y de recta intención; está en la base de todo asistencialismo y paternalismo históricos, pero no es eficiente ni suficiente. No libera al pobre, ya que lo mantiene en un estado de dependencia; peor aún, tampoco valora el potencial liberador del pobre. Pobre no es el que no tiene nada; porque tiene una cultura, tiene capacidad de trabajo, de colaboración, de organización y de lucha. Solamente cuando el pobre confía en su potencial y opta por otro pobre, se crean las verdaderas condiciones para una auténtica liberación. El pobre se transforma en sujeto responsable de su propia liberación; se convierte en un ser libre capaz de autodeterminarse para la solidaridad con el otro distinto de él”[6][8]

Tercera consecuencia. El trabajo con el pobre tiene que buscar que éste desarrolle su propia visión del mundo y que luche contra su destrucción.

O sea, que viva los valores de su clase y que luche contra su destrucción. Con esta premisa se pueden redefinir todas las actividades que se emprendan con el pobre.

La cuestión de la ayuda material depende de que se cumpla lo anterior, porque muchas veces las ayudas materiales hunden más al pobre. Ayudarle económicamente para que se haga rico y termine explotando a los otros, asumiendo prácticas arribistas, ¡no es un resultado muy halagador!

Las ayudas valen si promueven al pobre a ser más persona, de lo contrario lo destruyen. Por eso el cómo ayudar es muy importante y la ayuda debe ir a que él descubra sus propias potencialidades. El problema no está en las actividades mismas en favor del pobre, sino en la manera de realizarlas y en sus objetivos, como veremos enseguida.

Cuarta consecuencia. Se crean nuevas actitudes para el trabajo con el pobre

Respecto a las actividades tradicionales frente al pobre, la cuestión está en cambiar el concepto de pobre que subyace, y hacerlas desde esta nueva visión de pobre. De ahí que la pregunta no va a ser si hay que hacer beneficencia o no, si hay que educar o no, si hay que concientizar o no, sino, si esa actividad (que se hará según el contexto y la situación del pobre) le ayuda o no al pobre a desarrollar sus valores y a luchar contra su destrucción. Esto es lo que la hace auténtica y válida.

Teniendo esto presente podemos decir que hay ciertas actitudes que deben aparecer en toda actividad que se desarrolle con el pobre, a saber:

1) Darle prioridad a la relación interpersonal de respeto, valoración, comprensión. Es el punto de partida de toda actividad con el pobre porque es el núcleo y el centro que toca su situación.

2) Enfrentar ante todo sus necesidades básicas.

3) En la ayuda al pobre hay que distinguir entre dar y compartir, entre asistir y ayudar. 4) En caso extremo de sobrevivencia, la preocupación primera es salvar el valor fundamental, que es la vida humana.

1) La relación interpersonal, es decir, el trato personal directo, en el que el pobre es reconocido y tratado como persona, es el punto de partida y lo primordial en el trabajo con el pobre. Esto se fundamenta en una razón de carácter existencial: si el pobre por carecer de bienes no se siente persona, entonces lo prioritario es partir de lo existencial, es decir, hacerlo sentir que él, como pobre, es persona, a través de una actitud de respeto y valoración de su persona.

Empezar por la relación interpersonal cargada de auténtica valoración y respeto al pobre es empezar tocando el centro de su condición de pobre, y es lo que hace desaparecer la sensación de impotencia que se siente cuando se trabaja con él o se comparte su vida. Como las carencias materiales son, por así decirlo, infinitas, cuando se vive o se trabaja en medio popular, el no poder solucionarlas o al menos enfrentar esas necesidades, desgasta profundamente.

Por eso la mejor manera de ayudar al pobre es haciendo que él se valore como persona pobre y desde esta perspectiva se empiezan a solucionar las necesidades materiales. No se trata de una posición pasiva, sino que es haciéndole sentir al pobre que vale y, como él vale, debe luchar por las necesidades básicas. Se trata, pues, de una motivación y un punto de partida para la acción. En el capitalismo se dice que el pobre debe tener para poder valer, en cambio, en esta visión del pobre se parte de que él vale, y que precisamente porque vale no puede carecer de lo necesario. Y como pobre tiene derecho a solucionar sus necesidades básicas.

Algunos sostienen que si no se comienza por la solución material, induce a la resignación de la gente. A juicio nuestro, es todo lo contrario. Si le decimos al pobre: "ustedes son hombres y son los portadores del hombre nuevo, no es justo que duerman en el suelo, no es justo que aguanten hambre, así que no pueden esperar a tener dinero, para lograr la dignidad". Es motivarlo a la acción, es hacerle tomar conciencia desde sí mismo de la necesidad de luchar por cambiar su situación. Y precisamente, lo que más hace despertar la autoestima de la persona es la relación interpersonal.

Por eso el mal trato, el desprecio, ahondan la destrucción del pobre. El excesivo normalismo o actitud moralista de muchas personas que creen hacer un bien cuando le enrostran al pobre su manera de vivir o sus defectos, es fatal, es hundirlo aún más. De lo que se trata es de aplicar una pedagogía donde partiendo de la valoración, se le promueva a que enfrente la solución de sus necesidades. Por consiguiente, hay que hacerle sentir los valores y las posibilidades que tiene y desde ahí, ayudarle a que luche contra lo que lo destruye. Dos anécdotas son ilustrativas:

a) Una muchacha europea que vino a visitarme al Barrio Popular dijo que estaba muy impactada con la pobreza de la gente, y me preguntó qué estaba haciendo ante esto. Le expliqué que yo no podía acabar con todas esas carencias, pero que les daba compañía, amistad, y que con mi presencia les hacía sentir que valían, y desde allí les ayudaba a que ellos encontraran los medios para enfrentar su solución.

El que una persona de otra clase social esté al lado del pobre y viva como ellos, es alentarles su autoestima e impulsarlos a que busquen solución a sus necesidades materiales. La muchacha no quedó, ni lo más mínimo, satisfecha con mi respuesta. Me dijo que era hacer muy poco y que eso llevaría a la resignación. Yo le pregunté entonces, que cuánto tiempo llevaba en Colombia y qué le había hecho sentirse bien en nuestro país. Me contestó que la acogida y la bondad de la gente. Entonces, le analicé que ella podía tener todo el dinero que deseara y solucionar todos los problemas materiales, pero si carecía de un núcleo humano que la respetara y valorara, ella no podía sentirse bien. Si se carece de amistad, de sonrisas, de una valoración personal, la vida se hace insoportable, lo primordial es sentirse persona y desde ahí enfocar lo material.

b) Una mañana estaba meditando en el pequeño oratorio de la casa donde vivo ‑un barrio de invasión de la ciudad ‑ cuando salió uno de los muchachos de la casa y dejó la puerta abierta. En esas un joven drogadicto que dormía en la calle, aprovechó la ocasión y se entró a la casa. Desde el oratorio yo sentí los pasos que se dirigían al teléfono ‑único objeto de valor que había en la casa‑. Yo salí al encuentro del joven y le pregunté qué buscaba. Él se turbó y, vacilante, me preguntó si esa era la casa de "Don Joaquín". Le respondí que no, que allí vivíamos unos jóvenes y yo, que era sacerdote. Él quiso salir corriendo, pero yo lo detuve y le pregunté si quería acompañarme a desayunar.

Fuimos juntos a la cocina y le rogué que cuidara la leche que había puesto a hervir mientras yo buscaba el pan. Intencionalmente me demoré más de lo normal y al regresar encontré al joven frente al fogón. Cuando se despidió después del desayuno, me dijo: "Gracias, Padre, por el desayuno, pero más que todo porque confió en mi".

A este muchacho lo que le llegó más, no fue lo material, sino el haberse sentido valorado como persona. Como conclusión diríamos que el punto de partida para toda acción es fomentar los valores de solidaridad, de acogida, de amistad, y luego desde ahí enfrentar lo económico. Si se lucha por lo económico es porque se valora la persona en su condición concreta. Y por eso no hacer nada por lo económico es no respetar la dignidad de la persona. En otras palabras, el punto de partida es el reconocimiento de los valores y la dignidad del pobre como base de búsqueda de soluciones a la situación económica.

2) Enfrentar ante todo las necesidades básicas.[7][9] Las necesidades básicas son el hogar, el trabajo y el futuro. El trabajo que da alimento, casa, salud y educación. La falta de solución a las necesidades básicas, es mala de por sí, aunque la persona no sea consciente de ello. Por eso el buscar satisfacer las necesidades básicas no es desclasarse. Es simplemente empezar por crear las condiciones mínimas para una existencia humana.

El siguiente hecho ilustra lo anterior: Yo vivo con cinco muchachos con los cuales formamos una pequeña comunidad (no de tipo religioso). Nosotros vivimos en forma modesta y cada uno tiene que trabajar para vivir. Tenemos un pequeño taller de artesanías en el que cada uno de los muchachos trabaja y consigue lo necesario para estudiar y responder a sus necesidades. Un día uno de los muchachos se me acercó y me dijo que él se sentía traicionando su clase, porque en su casa nunca había tenido lo necesario; el padre salía a conseguir la comida del día, y su madre le repetía: “Mijo, pídale a Dios que a su papá le vaya bien, para que pueda traer algo de comer”. Además, como era el único que estudiaba, se le hacía una tragedia el pedir dinero para los útiles, etc., ya que el papá se le enojaba, y le gritaba que trabajara, que él no iba a sostener “vagos”. "Por eso ahora que vivo aquí en esta casa", decía, “es la primera vez que me levanto tranquilo y que tengo comida, pasajes y forma de estudiar y de trabajar. Por otra parte, en la casa yo trataba de llegar lo más tarde posible, porque el ambiente era de peleas y de recriminaciones, mis hermanos se burlaban de mí y me llamaban "el sabio". En cambio, aquí, trato de llegar a tiempo para poder participar de las actividades del barrio y disfrutar del ambiente de la casa. Por eso yo me siento como si estuviera traicionando mi clase”. La explicación que le di fue la siguiente: usted debe distinguir entre un derecho y un privilegio. A usted aquí se le está reconociendo un derecho que en su casa no se le respetaba. Dentro de una sociedad donde a la gran mayoría se les están negando sus derechos básicos, el tenerlos, hace que uno se siente como un privilegiado.

l tener casa, comida, trabajo y buen trato, es lo que Dios quiere para todo el mundo, por eso el carecer de, no es ningún valor. Usted debe preguntarse más bien, cómo maneja esa diferencia que ahora tiene con su familia. El que tenga lo necesario no debe servirle para alejarse de su clase o para tener cada vez más, sino que es un compromiso para ayudar a los de su clase.

3) Distinguir entre dar y compartir. Cuando se da, siempre se parte de una desigualdad y normalmente crea dependencia, porque no permite que la persona que recibe asuma su propia vida. El dar no crea fraternidad. Por el contrario: acostumbra a la persona a depender del otro y por eso cuando el otro no responde a sus demandas, la persona que pide se enfada y se va contra el que le ha dado. En cambio, el compartir crea fraternidad sin dependencia, porque reconoce una igualdad y el valor del otro.

En el compartir se reconoce que lo que a mí me sobra, o lo que no necesito vitalmente, pertenece al otro, al que carece. Es reconocerle un derecho. Por lo tanto las ayudas auténticas son las que se hacen dentro de un contexto de compartir. La beneficencia en sí misma tiene el problema de que se da pero no se comparte. También se debe tener presente la diferencia entre asistir y ayudar. Asistir parte de una desigualdad donde uno toma al otro bajo su protección. Se asiste al que no puede valerse por sí mismo. En cambio, la ayuda se proporciona a toda persona, porque todos necesitamos ayuda. En el asistir, el otro, es sujeto pasivo, porque se le solucionan los problemas. En la ayuda, se colabora con lo que el otro no puede, y como a la postre todos necesitamos ayuda, no se crea desigualdad. Tanto el rico como el pobre, el inteligente como el ignorante, necesitan ayuda. Una ayuda que no promueva la persona, casi que no sirve, porque termina quitándole al pobre su dignidad y el dominio sobre su propia vida. Lo cual es muy típico de las actividades con el pobre, porque la asistencia y la protección al pobre hacen sentir al promotor como protagonista, salvador o redentor. No es frecuente que se plantee un trabajo con el pobre desde el pobre mismo. El intelectual, el rico, el benefactor se sitúan casi siempre en una posición de salvador del pobre, buscando que los reconozcan.

4) En el caso extremo de la sobrevivencia no se puede preguntar nada, es necesario actuar. Ante una persona que se está ahogando no se puede preguntar si el sacarla es paternalismo o no. Hay que actuar de inmediato. La sobrevivencia exige salvaguardar el valor fundamental que es la vida, porque para promover una persona como requisito esencial se necesita que esté viva. Pero a partir de ahí hay que hacer todo un análisis para ver las causas de su situación, de por qué está en un estado de extrema necesidad. De lo contrario el que ayuda remedia los efectos sin tocar las causas y finalmente se convierte en cómplice de esas causas. Desde este punto de vista se dice con toda razón: "No sólo hay que ayudarle al pobre, sino sobre todo destruir la máquina que produce pobres". De esto trataremos en los capítulos siguientes.

Quinta consecuencia. Esta concepción del pobre nos da un esquema para entender al rico.

Podemos aplicar el mismo esquema de comprensión del pobre que hemos utilizado, para la comprensión del rico. Partimos también de la experiencia original de riqueza: "Rico es aquel que tiene bienes materiales, o que siente la posesión de los bienes materiales como una riqueza". Esto último aparece en expresiones como "me siento rico con este objeto", aunque éste sea de poco valor. De ahí, entonces, que tener bienes materiales no es en sí mismo ni bueno ni malo sino que es un dato existencial. A partir de este presupuesto podemos hacer el análisis de la condición de rico, mirando los efectos que producen o pueden producir la posesión de bienes materiales. Es así como los bienes materiales producen: una visión del mundo, es decir, una manera de mirar el mundo caracterizada por unos valores y unos antivalores, prestigio, poder, etc., y una destrucción de la persona egoísmo, desprecio y olvido del otro, etc. Por lo tanto, el problema del rico no está en la posesión de los bienes, sino en los efectos de esa posesión. Quedaría por analizar cuáles son los valores que surgen de la posesión de bienes. Si son auténticos o no, y también, cómo aparece la destrucción, qué significa humanamente, a qué se debe, cómo esa posesión puede producir destrucción de otras personas, etc.

Frente al rico ordinariamente no se tiene una posición serena: o hay una fascinación y respeto, o hay un desprecio por él. Se trata de mirar al rico de modo que de inmediato no se le califique de bueno ni de malo, sino que se promueva el análisis de los valores y antivalores y la destrucción que pueden producir los bienes materiales.

Sexta consecuencia. Integra todas las formas de pobreza

Por último esta nueva visión del pobre nos permite comprender e integrar mejor todas las clases de pobreza que se han dado: pobreza material, pobreza cultural, pobreza humana, pobreza moral, pobreza intelectual, etc. y comprender en qué sentido se pueden entender las expresiones que utilizamos con frecuencia: “Los verdaderos ricos son los pobres” o “Los verdaderos pobres son los ricos”. Esta visión del pobre y de la pobreza nos da un hilo conductor para tener el sentido y la significación de cada una de estas formas de pobreza.

3. - Juicio Crítico

Primero, este concepto de pobre devuelve al pobre su identidad de pobre, porque lo valoriza, no solamente como persona, sino como persona pobre.

En esta forma, el pobre puede sentirse orgulloso de su condición de pobre, porque la identidad del pobre, no está en sus carencias, sino en la visión del mundo y en la tarea que tiene que desarrollar.

Segundo, esta manera de mirar al pobre da una respuesta a los problemas que plantea el trabajo con el pobre. En último término, este será el criterio definitivo de la validez del concepto de pobre: el que permita responder a las cuestiones nuevas que propone el mundo pobre y ofrecer posibles acciones a toda la problemática.

Repasemos muy brevemente las cuestiones que planteábamos al hacer el juicio crítico del concepto clásico de pobre:

a) "Es preciso que el pobre no se desclase”. Esto es posible en la medida en que el pobre mantenga los valores propios de su clase y luche contra la destrucción que las carencias han producido en él o están produciendo en otros.

b) “Es preciso buscar que el pobre se haga sujeto de su propio desarrollo”. Dentro de esta visión del pobre, no sólo es posible sino absolutamente necesario, porque nadie puede hacer por el pobre que él descubra y viva sus valores, ni es posible que alguien luche en su lugar contra su destrucción.

c) “Mantener la identidad del pobre”. Esto es posible porque el pobre tiene su identidad propia. Va a significar que el pobre se mantenga en la situación que esté, fiel a sus valores y solidario en la lucha contra las carencias que lo destruyen o destruye a los de su clase.

d) “Hacerse como los pobres”, “Buscar ser pobre”. Esto es posible porque los valores del pobre, como lo veremos enseguida, son los valores auténticamente humanos, y, por tanto, es válido el buscar vivirlos haciéndose pobre.

Igualmente toda persona no sólo puede, sino que quizás debe solidarizarse en la lucha contra la destrucción del pobre. Es, pues, posible el que alguien busque hacerse pobre. Inclusive, como veremos más adelante, la propuesta que hay que hacer es precisamente que toda persona se haga pobre...

Tercero, esta visión del pobre tiene en cuenta y permite comprender la situación de los que no son pobres, es decir, es un aporte para comprender el hombre en su totalidad. El pobre es en realidad el portador del "Hombre Nuevo", utopía posible, ya que todo hombre, cualquiera que sea su condición, puede asumir desde su propia situación, los valores del pobre y solidarizarse en la lucha contra su destrucción.


[1][3]Si la Teología latinoamericana ha sido poco comprendida, y aun atacada, es en parte, porque utiliza un concepto de pobre distinto al europeo.

[2][4]cfr. “El pan que sobra es el pan del hambriento. El vestido colgado en el ropero es el vestido del que está desnudo. Los zapatos que no te pones son los zapatos del que está descalzo. El dinero que tienes guardado es el dinero del necesitado. Las obras de caridad que tu no realizas son las injusticias que cometes”. San Basilio Magno.

[3][5] Entre nosotros se habla con frecuencia del Marco Fidel Suárez y se le presenta como un ejemplo de alguien que nació pobre y por su esfuerzo llegó a la Presidencia de la República. Se quiere inducir que si el pobre no sale adelante es por su culpa

[4][6]cfr: "Con los Pobres, contra la pobreza" de Luis González Carvajal, Ediciones Paulinas

[5][7] Nota: ¿No ayuda esto a comprender la lucha entre el Norte y el Sur? y ver como a los países pobres se les obliga a vender lo que tienen y a someterse a las condiciones las más de las veces humillantes y destructoras de su dignidad que les imponen los poderosos. ¿No estará ahí el valor y la dignidad de Cuba, más allá de lo ideológico?

[6][8]Revista Concilium 5/95 Pag. 835

[7][9]Por necesidades básicas entendemos en un sentido estricto, las necesidades de alimento, vestido, casa, salud y educación, y en un sentido más amplio serían las necesidades de hogar, de trabajo y de un futuro asegurado.

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