31 de agosto de 2010

Dos profetas y una misma mesa....

Amig@s: un cura amigo me envió este escrito de su puño, me gustó y quisiera compartirlo con todos y todas.
Queridos amigos: dos profetas del siglo XX me ayudan a profundizar el evangelio de este domingo, aprovechando un aniversario que tiene que ver con ellos. Me refiero a Luther King y su famoso discurso de: "Tengo un sueño", proclamado un 28 de agosto y Dom Helder Cámara al cumplirse 11 años de su fallecimiento. En páginas de internet figuran en algunas el 27 y en otras el 28 de agosto como fecha de su muerte. Yo uní las dos fechas para que estos profetas sigan iluminando con su voz y su ejemplo.
Un abrazo.
P. Marcelo.
“TENGO UN SUEÑO…” (LUTHER KING)
HECHO REALIDAD EN EL
CORAZÓN HUMANO (HELDER CAMARA)
Un sueño, en palabras de un profeta, reveló el drama de una situación que los que están despiertos intentan ocultar para que la realidad no moleste tanto, y así no haya exigencias que la Verdad impone cuando tiene que ser servida y honrada.
La vida de un profeta, cuando es visitada por la muerte, se convierte en esperanza para aquellos que, sin ocultar el dolor por su pérdida física, saben que sus palabras y sus gestos son semillas que buscan esa tierra fértil que, preparada con fatigas y cansancio, espera en el corazón sencillo y humilde.
En lugares y tiempos distintos, sin tener la misma religión para ir madurando la fe y con maestros que, con diferencias en la interpretación, les enseñaron a leer la Biblia; quedaron unidos un “SUEÑO” y una “ENTREGA” en una misma fecha, que nos ayuda a recordarlos y honrarlos haciendo que los sueños, cuando son vivido desde el riesgo y la utopía, ayudan a mirar sin desánimo la realidad que golpea y lastima, pero que no puede ocultar la palabra del profeta que, al ser coherente con su estilo de vida, sostiene la esperanza de los que luchan y hacen de su vida un servicio a los marginados.
Un 28 de agosto de 1963 en Washington (EEUU) y ante una multitud que lo acompañaba en su lucha contra el racismo, Martín Luther King intenta despertar la conciencia de muchos, para que el sueño de una mesa donde todos tengan un lugar, sea una realidad que comience a gestarse en el corazón de todos, dejando de lado aquellas diferencias que empobrecen a los hombres porque se privan de la diferencia que enriquece a una sociedad cuando todos son aceptados.
Un 28 de agosto de 1999 y después de 90 años vividos intensamente, moría Dom Helder Cámara, obispo brasileño que supo “leer” el evangelio en las realidades más duras de las favelas del Brasil, lo contempló en las personas que, marginadas de la sociedad, lo vivían intensamente identificándose con el Jesús rechazado y crucificado; lo celebró desde la comunión que se genera cuando, desde la pobreza material, se libera la persona de toda esclavitud de poseer bienes para compartir la alegría de la vida vivida con fe; y cosechó los frutos del evangelio cuando, a imagen del corazón traspasado de Jesús, muchas personas ofrecían su corazón herido por humillaciones, desprecios y abandonos para ayudar a otros y servir a quien pudiera estar necesitado.
Desde el sueño de una mesa de hermanos al corazón que deja de latir para seguir latiendo en los corazones de muchos, estos dos profetas hacen que el evangelio pueda ser vivido y servido, en la medida que todos y en especial los últimos, tengan su lugar en la sociedad.
Hablando en parábolas, la lectura del evangelio de este domingo (Lc. 14, 1. 7-14), es un espejo de estos profetas que, en torno a una mesa, lucharon para que en este banquete nadie quede excluído, ofreciendo un lugar preferencial a aquellos que son marginados por diferentes motivos. La semilla del evangelio, cuando cae en terreno fértil, revela la grandeza del llamado de Dios y, en personas concretas, comienza a madurar para que los frutos sean vividos desde una comunidad que cree, celebra y lucha por la vida de todos.
Los pobres, los lisiados, los paralíticos y ciegos de la parábola de Jesús se actualizan en tantas personas que a lo largo de la historia son despojadas de su dignidad y humilladas, mostrando la insensibilidad de muchos y la grandeza de otros que luchan junto a ellos para que tengan esa mesa, ese banquete que reconforta y anima.
Atento a las realidades humanas, pero dejándose iluminar por el evangelio, Dom Helder Cámara expresa: “En el desierto del mundo, la única tierra fértil es el corazón del hombre”. Solo los profetas descubren la esperanza y luchan por ella donde otros solo ven oscuridad y miseria. Bien se pueden aplicar a este obispo las palabras de Schopenhauer cuando decía que: “Talento es cuando un tirador alcanza un blanco que otros no consiguen. Genio, cuando un tirador alcanza un blanco que otros no ven”.
Con la confianza puesta en el evangelio, Dom Helder enseño a buscar la tierra fértil en el corazón de aquellos que, marginados de muchas mesas y banquetes, eran testigos de otra mesa, de un “sueño”, en palabras de Luther King, donde la solidaridad se ejerce, la comunión es celebrada como encuentro de hermanos y la vida es compartida para que la alegría llegue a todos.
Helder Cámara, siguiendo el camino de Jesús, encontró siempre corazones fértiles en aquellos que quedaban fuera de las mesas, experimentando el rechazo que también sufren los que están del lado de ellos. Él mismo afirma: “Que nadie se haga falsas ilusiones, que nadie obre de manera ingenua: quien escucha la voz de Dios y hace su opción interior, sale de sí mismo y parte para luchar pacíficamente por un mundo más justo y más humano, no piense que va a encontrar un camino fácil, pétalos de rosa bajo sus pies, multitudes escuchándole, aplausos por todas partes y, permanentemente, como protección decisiva, la Mano de Dios. Quien se arranca de sí y parte como peregrino de la Justicia y de la Paz, prepárese para enfrentar desiertos”.
Como homenaje a estos dos profetas, que impregnados por el evangelio de Jesús que da vida a todos, soñaron y lucharon para que en la mesa todos tengamos un lugar, termino haciendo memoria de ese discurso que resonó en hace muchos años, despertando a algunos, para que ese sueño sea una realidad que día a día vamos construyendo:
“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!" (Extracto del discurso pronunciado en Washington, DC el 28 de agosto de 1963).
P. Marcelo.

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